miércoles, diciembre 26, 2007

Los Ojos de Dios


Quizás el cuento más extraño que he escrito


Los Ojos de Dios




Podría decir simplemente que mi vida se puede resumir en un enorme archivo, con numeraciones, exactas y cada página tendría muy poco que contar, quizás un encabezado como, “despertó”, “durmió” , “nació” y por supuesto, “murió”. Nada, ni siquiera el menor rayo de luz podía entrar en esta sombra que yo mismo había tejido en torno a lo que llamaba mi existencia.
Cumplía mi trabajo con excepcional rigurosidad, lo que era sencillo, pues soy a mucha honra el mejor archivero judicial, verán, después que los litigios que rompen los corazones humanos han pasado ya su tiempo de vida, vienen a guardarse conmigo, mis favoritos, por supuesto eran los casos penales. ¿Quién podría amar a un divorcio o una sucia pelea por una herencia? No nada de eso era para mí, pero el crimen, eso es, o mejor dicho era, la fuerza que hacía correr mi sangre.
La falta de juicio de mis humanos congéneres tiene un acido, pero atrayente sabor, imaginen un expediente con seiscientas fojas, o páginas si gustan, sobre el abuso del profesor Juan Eduardo Marqués Gonzáles a sus hijas, como se justifica buscando culpa en una chica de diez años, claro sería condenado, lo que no significaba nada, pues era la típica causa donde el hombre terminaría firmando todas las semanas en la comisaría local. Me leía los homicidios sobreseídos con especial interés los errores de la justicia eran atrayentes como una llamarada para la polilla de las alas quemadas, a veces me las arreglaba para escabullirme en las audiencias, la verdad es que nada era comparable a un ladrón pidiendo clemencia en base a que tenía que alimentar su vicio.
Como haya sido, esa vida era perfecta para mi en mi gozosa mediocridad, y aunque las leyes cambiaban, yo seguía teniendo mis casos, los juicios orales sólo hicieron que mi perversión fuese disfrutada por muchos otros predadores. Sé que los hay muchos, los siento suspirar al otro lado de estás letras.
Veintidós años cumplí en este trabajo, nunca encontré la verdadera perversión que estaba buscando, pero tampoco encontré justicia, ni humana, ni divina, sólo leyes que condenaban algo que en cuatro años se hizo legal. Mis compañeros de trabajo eran igual de grises y sin vida que yo. Claro, ninguno duraba tanto como yo, me llamaban con apodos cariñosos, sobre todo los más jóvenes, los que creían que este no era un trabajo que harían para siempre. Los más viejos me temían un poco, quizás porque nunca participaba en sus ilusas bromas sobre los jefes, las causas o el futuro, en realidad casi siempre les ignoraba.
Las mujeres de mi oficina me ofrecían toda la compañía femenina que necesitaba, algunas habían sido amantes, otras, sólo me servían para desahogar algunas frases que tenía acorraladas en mi garganta. Ya es mi cumpleaños número cincuenta, es emocionante ver los años hacía atrás, pero sabía que algo debía cambiar, si realmente quería en esta vida encontrar eso que necesitaba tocar, aprisionar. Ese fruto perdido que los criminales parecían poseer por un corto rato, el placer de desnudarse frente a los ojos de Dios, el placer de devorarlos, ver lo que él debía ver, la justicia abierta, dignamente, sentir el peso del castigo si es que existía. Esa urgencia debía ser atendida o mi vida sería inútil, una pérdida de carne.
Así fue como comencé mi segunda carrera, mi carrera de demonio profesional, en busca de ese trofeo. Sentí por fin que la vida volvía a mi pelaje gris y aburrido. El primer paso fue ser amigo con la noche otra vez, desde los veinte años que no dejaba de acostarme religiosamente a las once de la noche y yo necesitaba aprender, conocer a mis maestros. Dormía ahora hasta la una de mañana, luego salía a cazar.
¿Qué hacía? Pues mi primer paso era recorrer los parques, algunos estaban vacíos, y sólo me dedicaba a usar los juegos infantiles, abandonados por niños que ya no estaban ahí. Otros estaban llenos de amantes de ocasión, me quedaba mirando a las delgadas chicas y los muchachos, ellos las tomaban con violencia, mientras ellas pedían amores eternos, eso me divirtió un tiempo; pero debía cambiar mis barrios, me arme de valor, pedí favores a prostitutas, cosa que jamás había pensado, encontré un placer siniestro en dejarlas hablar de sus vidas mientras se arrodillaban frente a mi. Pero los ojos de Dios seguían lejos de mirarme y la culpa no aparecía frente a mi, me ignoraba.
Fui en busca de más noche, seguí a amigos y les invité tragos, escuchaba sus aburridas peroratas, su humor absurdo, sin brillo alguno, luego los llevaba al parque o a mi casa agregaba un poco de ácido, borrachos, y después de hablar de mujeres, se besaban, dudosos, confundidos quizás, pero luego seguros, comenzaban a desnudarse, yo les dejaba usar mi cama, y me quedaba mirando, su lucha por poseer al otro, los gritos de placer, luego se rendían como niñas cansadas. Les dejaba juntos en alguna esquina tirados y semidesnudos, les había regalado culpa, y me sentía muy bien.
Mi misión de repartir culpa fue muy grata por un tiempo, me entregué a ella con la alegría que nunca había sentido por ninguna otra cosa en mi vida. Los bares eran mi escenario, pero empecé a usarlos para conseguir nuevos compañeros de juego. A veces incitaba pequeños pecadillos, una bella cuarentona era infiel con alguno de mis otros “amigos”, era delicioso si este era menor de edad. Hombres y mujeres eran dependientes de su carne, eso los hacía predecibles, con el tiempo me di cuenta de que todos podían hacer lo que yo quisiera si es que manejaba los hilos con mucho cuidado. Lo mejor de estos pecados, es que eran cometidos sin darse cuenta de que yo los provocaba, incluso llegaban a mi para pedirme consejo después de pecar, mi voz les daba consuelo, los hacía caer en nuevos pecados, esta claro, ellos se sentían mejor, y yo me acercaba a mi meta, al menos eso creía.
Por supuesto de todo este devenir de alcohol, drogas y carne, me aburrí. No había mucho más que explorar en ese sentido. Los ojos de Dios estaban mirando a otro lado, entonces supe lo que debía hacer.
Preparé una reunión en mi casa, sería mi primer experimento, sólo dos de mis amigos, ambos habían sido amantes míos por lo que tenía su confianza plena, Elena y Alejandro, almas muy puras, casados, ignorando que eran engañados, ambos conmigo, ambos dándome lo que debían darse entre ellos. No me interpreten mal, no me interesa el cuerpo en lo más mínimo, no me atrae cuerpo humano alguno, es la culpa, eso es lo que me seduce, lo que me alimenta.
Así fue como estos dos invitados comieron y bebieron felices, permití muchas instancias de privacidad entre ellos, que hablaran, que se rieran de mi. Ella se tendió sobre él, tomó una cuchara, una especialmente afilada, quitó el ojo izquierdo de la orbita de su amado esposo. Este estaba lo suficientemente drogado para pedir que hiciera lo mismo con el segundo. Verán ambos habían sido drogados con lo mismo, pero sólo uno de ellos mataría, el que tuviese “eso” dentro actuaría, el otro moriría. Así pasó, y nací, con otra piel, pero sobre todo con otros ojos.
La culpa seguía mis pasos, y la muerte caminaba a mi lado, yo nunca quité una vida, ni una sola, pero mis amigos encontraban una fascinación en soltar sus impulsos, yo no tengo una explicación para ello.
A cada paso que daba un nuevo rostro para la corrupción aparecía, una madre ahogaba a su hijo, o un joven marido golpeaba a su mujer por primera vez. Había canalizado lo que debía ser el poder más grande que un hombre podía tener en la tierra. Mi atracción era tal que a veces me quedaba en mi casa, bebiendo, con la luz apagada y mis víctimas tocaban la puerta exigiendo ser castigadas, uno tras otro querían abrirse a su demonio personal, yo sólo era un catalizador, al menos eso creía.

Los semanas, los meses y los años pasaron tan velozmente, y nadie parecía recibir de la justicia lo que realmente merecía. Casi ninguno de mis entrañables asesinos terminó preso, aunque todos se asaban en su culpa, eso no era lo mismo que recibir justicia. Las nubes volvían a mi pecho y no estaba ni siquiera cerca de la paz que tuve por tanto tiempo, entonces apareció en el living de mi casa, en medio de las sombras, no pude ver bien su rostro pero sabía bien que lo conocía:
-Por favor, toma asiento – dijo tranquilo.
-¿Quién eres?
-Sé que sabes, ¿es necesario que te lo diga?
-Habla.
-Soy quien te hizo, te he perseguido por mucho tiempo, pensé que ya te había perdido. Pero acá estamos, tú y yo.
-¿Creador? ¿Quieres que me trague que tu me has inventado? Yo soy la culpa, soy el pecado, ¿conoces mi obra?
-No es verdad, eres un personaje, uno que inventé hace años, cuando vivía en un pequeño cuarto, no había mucho que comer, estudiaba derecho, y odiaba a los actuarios, tu eres ese odio, que de alguna manera creyó que era una persona, pero terminó siendo un monstruo, y con el tiempo te hiciste más fuerte, imparable, una fuerza en la furia de una ciudad ingenua. Supongo que la gente te necesitaba, pero no puedo seguir siendo responsable de ti, te odio, pero no me corresponde destruirte – Se detuvo, sacó una navaja y la puso en la mesa. – Gracias por todo lo que mas dado pero debes cortar eso que nos une. El rostro que te adorna.
Luego desapareció en el mismo aire que lo dejó entrar, hice lo que debía, corté mis párpados, quité uno de mis ojos, y los lóbulos de mis orejas, anestesié el rostro con hielo para quitar mis labios. Antes de perder el conocimiento pude ver aquello que buscaba, la culpa, los ojos de Dios.

Pero no se me dejaría descansar, claro que viviría, como una bestia, esta vez también por fuera, el estado me puso en un asilo, y mis viejos camaradas me iban a ver dejando dulces que nunca comí, yo les brindaba una bienvenida con mi rostro cubierto por vendas. Mi poder seguía ahí, y lo usaba para cometer pequeños pecados con las enfermeras, nada grave, nadie resultaba herido, al menos no de manera permanente. “Enfermedad Laboral”, dijeron, culpa de toda la maldad que había visto, lejos de adivinar lo que me había pasado.
En el asilo se me cuida bien, mejor incluso de lo que alguna vez pudo hacer mi madre. Pero, saben, los locos tienen algo agradable, cálido en ellos, y han dejado sus cuerpos atrás hace mucho, ahora eran muñecos para mi placer, la furia que sienten contra el mundo que los deja atrás, ah, sí, eso es pasión sincera, hermosa furia.
Si es que yo había sido creado, o fue una alucinación, no importa, ahora sólo descansaré junto a la ventana, con los demás dementes que comparten conmigo sus cantos agónicos, algún día estaré ahí afuera otra vez, buscando ese pequeño fulgor que vi al recibir mi castigo, los ojos de la culpa, el rostro de Dios.

La Triste, pero Increible Historia del Niño Tortuga y la Chica Pájaro


Toda fantasía epica tiene un héroe, presentando a Eric Nessa.


XXII

Para los ajenos al mundo de Bajo Raíz le costará mucho entender su sistema político, misterioso, sinuoso, como las raíces que adornan la gran caverna. Ese sistema se llama democracia. Donde cada uno de los ciudadanos inscritos y con derecho a votar, pueden hacerlo, si es que quieren, o si estas elecciones no son un día después de una fiesta importante. Esto ha llevado a que se generen dos grandes facciones, Los de Sur, que también son llamados “Calmados” y Los del Norte, también llamados “Chabacanos”. Pero la verdad que trescientos años de tradición han hecho que se parezcan aún más de lo que ellos mismos quisieran.
Hoy por hoy, la ciudad está liderada por un consejo, compuesto por un contralor, dos ministros de cargo y un primer ministro. El sur controlaba esos días la ciudad, después de veinte años de control por parte de sus rivales. Dos humanos, un no muerto y un gigante de roca componían el consejo, no eran precisamente aventureros, de hecho, sólo el primer ministro, que había nacido en las Puertas de Plata, había salido alguna vez de Bajo Raíz.
Ahora el consejo presenciaba prácticamente a sus Némesis. No sólo eran exploradores, eran liberales que ocupaban su tiempo en meterse conde nadie les llamaba. De todas formas, aunque los humanos del consejo, y en menor medida el no muerto, odiarán a la Liga, el gigante era naturalmente neutral, sin emoción alguna por ella. Eso es fácil cuando eres un ser hecho de roca viva. Sólo le preocupaba su ciudad, y al igual que otros en un lado u otro, sabían que algo peligroso para ella ocurría.
-Veo que su líder no se ha presentado.- Dijo con natural calma el gigante. – Veo que Van Masterberg está con ustedes.
-Ve muy bien su excelencia – Timall sonriendo.
-Veo que también han invitado a Timall, hijo de mi adversario, el buen Cyhachon. Veo muchas cosas, pero no puedo ver su pensamiento, o sus almas así que tendrán que decirme que esperaban en ese viaje a los mundos esferas.
El silencio reinó en la sala.
-Y vuelvo a ver con tristeza, que nadie comienza ha hablar.
En ese momento los guardias arrastran a Grushon, quien se mantenía estoico. Y cuando estuvo en el centro miró al gigante a los ojos, este se inquietó y luego siguió hablando.
-Y veo a un joven monje en esta conspiración.
-¿Conspiración?
-Así es. Ustedes han conspirado contra la ciudad, su gente y su gobierno.
-Ni siquiera entiendo que dice. ¿Cómo es que es conspiración cuando tratamos de salvar a su gente? ¿Cómo es conspiración cuando estamos cruzando medio universo para impedir que un dios gastado y con malas pulgas destruya lo que todos hemos construido? ¿Cómo podría estar mal tratar de descifrar viejas profecías para salvar el universo como lo conocemos?
-Has hablado como un valiente, monje, quizás eso hable bien de tu carácter, quizás no. Pero si han buscado el salvar a la ciudad, lo han hecho saltándose los formularios correspondientes. Hubiesen tardado a lo más un mes, como hacen otros aventureros.
-No tenemos un mes.
-No es mi problema.
Ese dialogo estaba cerrado. Un gesto del primer ministro y los prisioneros fueron rodeados por los guardias.
-Retirense, mañana por la mañana tendrán otra cesión, y veremos su condena. Aunque lo más conveniente sería la muerte en la horca, algunos de mis colegas aún creen que la muerte por inmersión es más piadosa, nos vemos mañana.

Todos los presos de Bajo Raíz son llevados a la gran prisión de Ema Gallo, un complejo diseñado para sostener prisioneros mágicos y no mágicos. Y como esa distinción en este mundo era muy difícil de hacer, el noventa y nueve por ciento de los presos estaban encerrados en prisiones antimagia. Las paredes húmedas no escurrían agua, era un líquido desarrollado por el anteriormente llamado científico, alquimista y hechicero, Flavius Elevus, que evita que la magia concrete su propósito, lo que no quiere decir que no se pueda hacer magia, se puede, no se tienen buenos resultados, así es como hay muchos presos que tienen cabezas adicionales, tercer ojo, o son de la mitad de su tamaño; culpa de un hechizo fallido. De todos los prisioneros, a quien menos le interesaba la magia de Eric Nessa, del Clan Nessa. Lo que la mayoría de nosotros llamaría un bárbaro, pero no uno ordinario, uno con licencia, y diez años de experiencia, en un oficio donde a los treinta se es un viejo peligrosamente susceptible a ser asesinado por un joven brillante y fuerte.
Hasta ahora lo había hecho todo, rescatado princesas: unas quince, y dos doncellas. Mató dragones al sur del lago Draco y gigantes en altos riscos, se internó en el Gran Desierto, ahí luchó contra un semi dios, doce dragones y un niño llamado Kaju y siempre triunfó, pero ha sido arrestado y quizás, prontamente ejecutado. Pues había hecho muchas cosas antes y una de ellas era evadir impuestos. Pero se enteraron y ahí estaba, atrapado, lejos de sus tierras amplias, libres de paredes, lejos del clan Nessa y sus tradicionales fiestas de cabezazos. Lejos de su hacha mágica. Sólo podía suspirar. Cuando llevaron a los miembros de la Liga y a Grushon a su celda, él sólo pudo reír, la desgracia ama la compañía.
-¿De qué te ríes, Bárbaro? – Preguntó Adriana.
-¿Yo? Sólo sonrío de verme acompañado. Soy Nessa, Eric Nessa.
-Yo Adriana. De la Liga de Exploradores.
-Ah. He visto algunos de ustedes afuera, sobre todo cerca del desierto estos días.
-Quizás.
-Entonces, al igual que yo, saben que esta ciudad esta acabada, una horda se está armando y por una razón, solo atribuirle a la falta capacidad de su líder, no han llegado a la ciudad.
-Esperan a su joya principal.
-Ah ya veo, no me dirás mucho.
Ambos se callaron, era obvio que ella no podía hablar. Nessa tenía esa sensación, provocada por la experiencia, que esta chica sería personaje frecuente en su vida, y no de manera agradable, así es que sólo se sentó y vio como un monje, Grushon se sumaba a los reos de esa pequeña celda.
Esta de más decir que nadie conoció el silencio esa noche.

miércoles, diciembre 19, 2007

La Triste, pero Increible Historia del Niño Tortuga y la Chica Pájaro


Novela que sigue, y bueno no es lo único, Alicia sigue, también unos cuentos para gente chica que escribo por estos días, espero que esten todos bien y que se preparen para navidad, fecha que me complica un tanto cada año, ya saben.. muchos colores.

Los dejo con mi ultimo minuto, así me imagino a un no muerto de bajo raíz, ya saben están vivos, no son no no muertos. En fin escribiré algo sobre ellos.

XXI



Antonin entró en el salón de las tres mil verdades. Y aunque nunca había entendido el nombre, pues el lema de la Liga de Exploradores era: “La Única Verdad está en el Viaje”. Quizás era el tiempo de dejar de buscar explicaciones y actuar. Cuatro miembros importantes de la Liga estaban presentes, habían leído la declaración del gusano. Todos con una seriedad única, lo que no era el estado natural de una Liga que ha sido expulsada de todos los reinos mayores.
Los cuatro miembros presentes eran famosos en todos los reinos, Adriana Gupo, una Elfo de las islas grises, heroína de muchas guerras; Timall, un caballero de Bajo Raíz, que ha invertido su fortuna en recorrer este y otros mundos; Haseta, el único Hombre Leopardo que ha salido de su hogar para recorrer el mundo y finalmente estaba el actual presidente de la Liga, la entidad simplemente llamada QA. Su forma actual era la de un conejo, lo que no era sorprendente ya que su forma anterior había sido un tubérculo de remolacha.
-Hemos sido descuidados. – Dijo Timall, preocupado por la reacción de las autoridades de Bajo Raíz.
-Hemos sido descuidados. – Repitió Haseta, para no parecer ausente.
Antonin que estaba nervioso, sólo levantó la mirada, y contempló el altamente decorado techo de la sala. Luego fijó la mirada en el conejo.
-Yo creo que debemos mandar un grupo al desierto. – Dijo Adriana.
-¿Irás tú? – Dijo Haseta dejando claro su miedo por los espacios abiertos.
-Iré al mismo infierno de ser necesario, pero temo que pronto Bajo Raíz necesite a sus mejores guerreros acá.
-Es verdad. – Dijo la profunda voz de QA. – Un grupo de Tugereb avanza entre las colinas del sur. Han cruzado el valle de Uhk-Marak, mis informantes dicen también que la tribu Nube Blanca de Gnoll han tenido un pequeño golpe de estado, han decidido que el matriarcado no es lo suyo. Pronto se sumaran más, no hemos cultivado muchos amigos estos últimos años.
-Es verdad – Asintió Adriana – pero alguien debe detener el ritual, ambas cosas parecen urgentes, y no podemos tener más de dos semanas.
-Me encanta cuando hablas así – suspiró Timall.
-Kilim no fue un gran dios, Kilim ni siquiera es un buen demonio, este caos no tiene su origen en él, lo tiene en nosotros, en los mundos esferas, incluso en algo más pequeño. En la palabra nosotros – QA prefería las encarnaciones sin rostro para dar estos discursos, por alguna razón que hasta ahora era desconocida – Si seguimos en estos caminos seremos inevitablemente destruidos. Bajo Raíz ha intervenido como justiciero y castigador, por primera vez es amenazada por sus acciones.
-Como sea, debemos lealtad a la ciudad – Dijo Tiamall.
-¿A las personas o a la ciudad? – Dijo el conejo saltando de su silla.
En ese instante la puerta era derribada, la guardia, con sus elegantes armaduras negras, azules y doradas, hacia su entrada, había pasado lo que muchos pedían hace mucho. Los miembros de la Liga eran encarcelados. Inmediatamente la revista “Que Cosas Pasan” publicó un articulo de los tres miembros arrestados, no pusieron la de Antonin, pues los gusanos no eran muy fotogénicos. Nadie supo que hacer con el conejo, pero después de un rato, este había desaparecido.

La misma escena se repetía cuando los hombres de la guardia entraban en la Torre Púrpura, buscando al monje que fue a los mundos esfera sin permiso. Gywan quiso usar su inmunidad diplomática, pero no habían pagado la cuota trimestral, que deben todas las embajadas acreditadas en Bajo Raíz.
Grushon se entregó sin oponer resistencia, las muertes, verán a través del oráculo de las Puertas de Plata, pudo ver lo ocurrido, los ataques de Kilim en los mundos esferas, los hombres, mujeres y niños que sufrían, así es como la acumulación de horrores y lo aprendido de ellos, le hacían estar seguro de merecer la prisión.
Alex estaba en la torre contemplando su rostro en el único espejo que estaba permitido, no había sido detenido por la única razón de no existir realmente, por lo que corresponde a las autoridades, sólo era una ilusión sin alma de otro mundo. Tomó la navaja de Grushon y rasuró su barba, luego su cabello. Había retrocedido unos años, sus ojos brillaban, pero él no ser reconocía en ellos, una sensación de pesadez consumía su interior, se sabía lejano, otra vez.
Bajó la torre y se adentró en la ciudad, la había soñado muchas veces, pero debía respirarla, debía vivir para escapar de su infinita capacidad de morir.

viernes, diciembre 14, 2007

La Triste, Pero Increible Historia del Niño Tortuga y la Chica Pájaro







XX

Los Gnolls, para quien no los conozcan, son criaturas muy poco atractivas, que recuerdan a un hombre de mediana altura, y a una hiena, con el mismo poder de mandíbulas, instintos, y astucia del segundo, con la capacidad para el engaño, la imaginación e inteligencia del primero. Los Gnolls del desierto eran especialmente horrorosos, al ser albinos, de ojos rojos, encías que mostraban dientes disparejos, amarillos y muy filosos. Pero algo que la mayoría de los escritores del tema a olvidado al describir a los Gnolls, es que son muy religiosos, fervientes creyentes, con una rica tradición ritual. ¿De dónde sale esta fe? Muy sencillo, los Gnolls fueron creados, así de simple, por un hechicero hace doscientos sesenta y dos años, la matriarca, llamada elegantemente Elena Dos Pasos recuerda muy bien ese día; como no hacerlo si anteriormente a la creación, ella había sido una hiena blanca, un depredador, un carroñero libre de pensamiento y dubitaciones, hasta que este humano, Flavius Elevus era su nombre, decidió probar su teoría de fusión de ADN mitocondrial y bueno, resultó. Este hecho marcó para siempre el destino de los Gnoll, ya que el conocer su propio origen, también les dio la eterna certeza de que habían seres en este universo que controlaban sus vidas. Es así como el ritual litúrgico que encabeza la matriarca cada día jueves, da gracias a diez dioses distintos, saluda a veinte genios, y nombra treinta ángeles antes de comenzar al acto religioso mismo. Esta capacidad de creer en prácticamente todo, también les había hecho vulnerables en un pasado no muy lejano.
La matriarca hizo sonar los huesos que guarda en su calabaza, el sonido era extraño, no el normal tak tak tak, era más bien tok tek tik, primera vez, desde que inventó el ritual, que estaba sirviendo para algo. Se venía algo raro, el camino no traía solo polvo.
-Madre – dijo uno de los machos – seguimos a unos Tugereb por el camino del sur, eran poco más de cien, huían del Valle.
-Veo. Mantengan sus ojos y narices sobre ellos, no quiero perderme lo que pueda suceder.
Los huesos sonaba más raros aún. Quizás la máquina estaba estropeada, pero a ella no le gustaba engañarse sola. Algo andaba ridículamente mal, nadie le podía discutir eso.
Y una madre nunca se equivocaba mucho, al menos no con respecto a sus hijo. No he querido, hasta ahora, hablar de Yiressel, un macho de aspecto fiero, uno de los mejores cazadores de su jauría, no era le más grande, pero sí el más feroz, y si bien las hembras tenían más tamaño, ya había dejado claro que quería un lugar para si mismo. Su nombre en Gnoll significaba cachorro dormilón. Nombre bien justificado, pues desde que tiene memoria, él ha soñado, y la aparición más frecuente era un ser, mitad pájaro, mitad hombre, que le prometía un esplendor lejos de la garra de una matriarca que no se desidía a morir. Yiressel había esperado, hasta que hace unos días Kilim había aparecido, no exactamente él, un arbusto en llamas en el desierto le había dicho que hacer. Lo que el cachorro no sabía es que su dios había hurtado la técnica de un libro de los pequeños mundos esfera. Pero eso no importaba, lo cierto es que ya pronto dejarían atrás esas homilías eternas, esas plegarias al amanecer, atardecer y aquellas para salir a cazar. Ahora le diría a todos que había un dios mejor para ellos, una nueva forma de dios, un monarca total y absoluto. Pero había una sola cosa que él debía hacer antes de que esta nueva era gloria llegara, el lector inteligente ya se habrá dado cuenta, pero si usted pertenece al otro tipo de lectores pues prodiga en estas páginas, que nos enteraremos juntos.
Tradicionalmente los Gnolls atacaban en la hora ciega de la madrugada, justo antes del amanecer. Pero esa era una noche sin luna, y había mucha carne, carroña, soldados Tugereb muertos, animales que estos devoraban a medias, pero también habían caballos perdidos en los desiertos, comida fresca.
La matriarca encabezó la partida de cazadoras, por otro lado los machos buscaban la carroña que abundaba. Para Yiressel ya había sido mucho, cuando la Matriarca y las cazadoras comenzaron a seguir a un grupo de asnos extraviados, el joven macho preparó el arco y soltó una flecha, una especialmente preparada para aniquilar a una mujer que había sobrevivido, incluso, a su creador. El sonido seco de la matriarca al caer fue remplazado por el llanto de las demás cazadoras, que al ver quien había disparado, se pusieron en posición de ataque, lo que normalmente hubiese sido una muerte segura para él, de no ser que de pronto se vio apoyado por la mayoría de los machos, y los Tugereb que ahora rodeaban a las hembras.
El fin de una sociedad había llegado, y un nuevo rey se alzaba. A pesar de algunas bajas lamentables, el ejército de Kilim aumentaba sus filas, una sonrisa se elevaba en el desierto.

viernes, diciembre 07, 2007

La Triste, pero Increible Historia del Niño Tortuga y la Chica Pájaro

Seguimos, ya terminé la segunda parte. en unos días terminaré esta novela y me tiro de cabeza a la Crónicas de Alicia o la Novela de Alicia, el proyecto que gane en mi corazón...

Termina un año duro, bueno, todo es bueno si aprendes, pero ha sido duro.

Ya no doy más lata, nos vemos hermanos y hermanas.


XIX


Cada criatura en este, y en otros mundos, tiene una línea de pensamiento única. Miremos un rato a los caracoles, siempre pensando en el mañana, cargando con su pasado, dialogando bajo la o las lunas llenas, contando experiencias en un tono resignado y siempre muy correcto. Los pájaros suelen ser distintos, acelerados, sin gran grandes compromisos, simplemente van por ahí gritando, cantando, piando. Entre caracoles y pájaros había una guerra, una antigua como el universo mismo, Kilim, al ser al menos, dos tercios, ave, sabía bien a quien seguir en esta guerra. Así es como esa noche, los hombres del Sheik Barak el Blanco comieron un gran festín de caracoles, así olvidaron dos cosas terribles que pasaban a su alrededor, una, que la temperatura había llegado a los tres grados bajo cero, dos, que estaban en el valle de Uhk-Marak, la tierra del innombrable, camino obligatorio para llegar al lugar pactado con Kilim.
Este valle ofrece de todo lo que un pueblo necesita, un pequeño río que permite cultivos limitados, un microclima algo más amistoso que el resto del desierto y barreras naturales contra el enemigo. Un lugar perfecto si no fuese porque era el nido del descreador, la criatura que no debe ser. Incluso los demonios, son reticentes de venir a este lugar, pero Kilim era un demonio en una situación excepcional, la única forma de hacerlos sentir bien era darles de comer caracoles, el enemigo más sencillo de lidiar en estos momentos.
Quizás Barak estaba cometiendo un error, él no estaba destinado a ser un héroe, la verdad le bastaba con ser un cortesano feliz, disfrutar de una buena carpa, quizás unas cuantas chicas, algo de opio, vino; ah y esas grandes comidas, como su primo Guldan, que es capaz de comerse un cerdo el sólo, y nadie le dirá nada. Claro su primo “sólo” es un duque, no un Sheik.
El cielo negro de la noche no tenía idea de lo que ocurre dentro de la cabeza del Sheik, pero sí sabía otras cosas, sabía por ejemplo, que el monzón estaba por empezar trayendo dulces sorpresas al buen líder y sus, muy deficientemente preparados, hombres.

Boskoh era un Tugereb muy dentro de lo común, tenía sus ojos brillantes, de un rojo intenso, su piel ceniza cubría su cuerpo dándole la apariencia de un carbón andante. Su armadura era ligera, portaba dos espadas rectas, que había robado en las tierras del norte. No tenía muy claro lo que ocurría, ni porque marchaban a terrenos tan complejos, donde su caballo se negaba a entrar. Pero era fiel a su amo, no por él mismo, es que amaba a su nación, si el Sheik moría, también lo haría su pueblo.
El viento helado hacía que los exactos treinta y dos pelos que le quedaban en la parte trasera del cuello se le erizaron, como si alguien lo mirase, desde muy lejos. Tomó sus espadas y se puso en guardia, pero absolutamente nada pasó. Soltó una risita de alivio al ver que nada pasaba, enfundó sus espadas y se sentó a esperar su relevo. Pensó un momento en la riqueza que podría hacer saqueando Bajo Raíz, luego pensó en lo bueno que sería tener vehículos que volaran, eso haría una gran diferencia para la economía Tugereb. Luego ya no pensó más, pues una cadena, de no más de tres centímetros de diámetro atravesó, a una velocidad de seiscientos kilómetros por hora el cuello del soldado, quien es diez segundos casi perdía el conocimiento, justo cuando una segunda cadena atravesaba la pierna derecha y el brazo derecho, esta vez haciendo un semicírculo perfecto, y luego un estilizado tirón que levantaba al Tugereb sin arrástralo o dejar huella por la arena, lo que no hubiese importado, pues en ese momento comenzó el viento sur a arrastrar todo lo que la arena guardaba, sin dejar en pie más que dos tristes rocas.
El relevo de Boskoh, un hombre leal a la familia real, y que conocía muy bien estos valles, encontró las espadas, botas y herramientas de su compañero, en un rincón y con una sustancia mucosa que lo envolvía, una curiosidad, esto no era trabajo de Gnolls, de Kobolds o de algún animal, si las leyendas eran cierto, esto podía ser un buen motivo para partir la marcha antes del amanecer.
Quiso correr hasta donde su líder, pero antes de llegar, se dio cuenta de que era seguido, no por hombres, no por ser conocido alguno. Miró hacia atrás y pudo ver el conjunto de cadenas que componían a un ser del tamaño de un hombre alto, cuyos ojos en verde escondían la silueta del descreador. Se dejó caer risco a bajo, todo era mejor que “desmorir”. Corrió, y perdió una sandalia, corrió y arrasó una colonia de hormigas inteligentes, una especie única en el desierto, no hubiese sido nada si la reina no hubiese sido herida. Corrió y llegó al campamento, no quería provocar pánico, no quería asustar a aquellos que no eran completamente leales a la causa. Pero no pudo evitarlo y soltó un grito tan agudo que recordó a los lechones sacrificados cada calenda, un grito tan poco masculino, que muchos tuvieron la idea de que se había el roto el código del desierto: “las mujeres no deben estar en el ejército”. Pero no era eso, ni era otra cosa imaginable.
El Sheik sabía que eso podía pasar, se llevo una mano al rostro, y ordenó lo único que podía hacer, ordenar una retirada hacía las colinas, donde el descreador no podía subir gracias a una magia antigua, anterior a los dioses. Sabía que perdería hombres, pero eso sería conversación de otro día.
-¡Por la causa! ¡Busquen refugio! – Fue lo más valiente que supo decir, mientras el viento soplaba tan fuerte como sabía hacerlo.
Quizás Kilim repararía este hecho, quizás no, pero ahora el buen Sheik solo pensaba en su hermano y maldita la hora que se le ocurrió morir como un héroe.

miércoles, diciembre 05, 2007

Texto Refundido, Ensayo: El Cuento de Horror


Okey, no sobra el tiempo, así que aproveché de refundir estoa articulos suelos sobre el cuento de horror en uno sólo. Acá les va:



Definición.- El cuento de terror (también conocido como cuento de horror o cuento de miedo), considerado en sentido estricto, es toda aquella composición literaria breve, generalmente de corte fantástico, cuyo principal objetivo parezca ser provocar el escalofrío, la inquietud o el desasosiego en el lector, definición que no excluye en el autor otras pretensiones artísticas y literarias.

Se trataría, por tanto, de un relato literario y no oral, ya que, si bien existe una amplia y antiquísima tradición de cuentos con dichos contenidos, probablemente por tratarse de relatos transmitidos de boca en boca, nunca han recibido otra denominación que la de "cuentos" o "leyendas" a secas. Ni siquiera cuentos "infantiles" de índole, nadie lo pondrá en duda, terrorífica (e inscritos en la tradición oral en su día), como Caperucita roja o Blancanieves, reciben la denominación de "cuentos de terror", que parece haber sido acuñada expresamente para las obras mayores del género aparecidas entre los siglos XIX y XX.

La definición más amplia confunde, sin embargo, en muchos casos el cuento de terror (más bien el 'cuento de miedo') con el "cuento" tradicional. Se conocen cuentos desde siempre, desde la más remota antigüedad. El cuento de miedo popular, el que relataban y relatan los viejos del lugar al amor del fuego en noches propicias, es elemento típico del folklore de los pueblos, y ha sido una de las primeras formas culturales de la humanidad, tan antigua, sin duda alguna, como la épica, la magia y la religión.El tipo de historias o leyendas que de alguna manera entrecomilla al Mal, buscando atemorizar con él a las buenas gentes, quizá a fin de exorcizarlo o sólo por advertir de sus peligros, llega en muchos aspectos a confundirse en la forma y en el fondo con dichas expresiones originales del espíritu colectivo (¿no supone la propia Biblia un buen muestrario de relatos terroríficos?); nada de extrañar, dados los resortes anímicos tan sutiles que suelen remover en el lector o en la audiencia los espinosos contenidos presentes en los cuentos de miedo.

En la Edad Media las crónicas y anales oficiales y oficiosos aparecen salpicados de todo tipo de datos, supersticiones y consejas que versan sobre ogros, aparecidos, brujas, duendes, vampiros, hombres lobo y otros seres y animales malditos. En todos los países se ha asustado siempre a los niños con los demonios indígenas respectivos, y más en concreto en los de habla hispana, con las distintas variantes del Hombre del Saco y el Sacamantecas. La antigua tradición de la alquimia, las ciencias ocultas y las sectas prohibidas, inspiraron igualmente multitud de fábulas y narraciones orales y escritas, largas y cortas, unas tirando a lo didáctico y benévolo y otras directamente a lo terrible; historias genuinas y deformadas en infinitas versiones, y dirigidas a un público en que no se diferenciaban las edades.

Volviendo al terreno literario (y ciñéndonos en todo momento a la literatura occidental), difícilmente se entiende el hecho de que, pese a tratarse de una modalidad con tan venerables precedentes y que ha contado entre sus cultivadores con algunos de los mejores escritores, tanto en Occidente como en el Oriente, de todas las épocas, hoy en día se trate al objeto de este artículo con una cierta distancia, sin duda despectiva, como vulgar literatura "de género", fenómeno debido tal vez a las connotaciones negativas adquiridas por el contacto, en los últimos años, con cierto tipo de cine y otras manifestaciones audiovisuales de baja calidad y peor gusto (el subgénero conocido como gore, de origen anglosajón).

Tipos.- Puede ayudar a precisar el tema una definición muy aguda del género debida al médico y estudioso español Rafael Llopis, responsable de algunas de las, hoy por hoy, más importantes antologías del género aparecidas en lengua castellana (Los Mitos de Cthulhu, Antología de cuentos de terror...):

Lo que caracteriza al verdadero cuento de miedo es la aparición de un elemento sobrenatural e inexplicable, totalmente irreductible al universo conocido, que rompe los esquemas conceptuales vigentes e insinúa la existencia de leyes y dimensiones que no podemos ni intentar comprender, so pena de sufrir graves cortocircuitos cerebrales.

He aquí una referencia clara al cuento de terror literario, aunque parece más bien restringirse al modelo y espíritu de uno de los grandes representantes de la modalidad: H. P. Lovecraft. Pero lo que habría que destacar sin duda es el elemento "sobrenatural".

Más recientemente, el importante antologista norteamericano David G. Hartwell (responsable, entre otras contribuciones, de The dark descent, traducido como "El gran libro del terror" por Ed. Martínez Roca), afirma que al final de un cuento de terror, el lector se queda con una nueva percepción de la naturaleza de la realidad, y divide la literatura de terror en tres corrientes: 1. La alegoría moral (relatos sobrenaturales). 2. La metáfora psicológica (psicopatologías varias), y 3. Lo fantástico (la moderna mezcla de ambas).

Anteriormente, los insignes compiladores argentinos Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares, a juzgar por el principio de selección que pareció animarles a la hora de reunir los materiales de su célebre Antología de la literatura fantástica (1965), solaparon en gran medida el relato fantástico con el de terror, lo que no ayuda precisamente como guía a aquellos con vocación clasificadora. Borges y compañía afirmaban en el prólogo de la obra citada que no hay un tipo de cuento fantástico, sino muchos. Lo mismo puede aplicarse al cuento de terror. Tan absurdo es dividirlo en cuentos de vampiros, de fantasmas, de muertos vivientes, etc., como atender a criterios puramente técnicos o estructurales para su estudio. El grado de sofisticación literaria en este campo concreto (como en cualquier otra manifestación artística, a la vuelta del siglo XX, lo que en música se conoce por "mestizaje") ha llegado a tal punto que difícilmente resultará verosímil —meramente productivo— otro criterio de selección que el meramente histórico.

Técnicas.- Dejando aparte las fuentes tradicionales, nutridas de la cultura y la historia de los pueblos, el cuento de terror literario trata de vérselas y hacerse eco de esos espantos mucho más personales que nos persiguen y agobian a través de las pesadillas. Un cuento de terror no supone, en realidad, más que un intento de recrear con fines catárticos (si bien no falta quien afirme que sádicos) tales mundos oníricos, con todo lo de estrambótico y siniestro que contienen, aunque acatando siempre unas determinadas reglas. Sólo hay una salvedad: al final, llegada la necesidad, no le asiste a uno el recurso de despertarse.

Como producto artístico, el cuento de miedo se ve constreñido, pues, por una normativa procedimental característica. Tres son los elementos o exigencias fundamentales que debe cumplir. En primer lugar, ha de verificarse un cuidado muy especial en el diseño del clima, la "atmósfera" que rodea los siniestros acontecimientos de marras, aspecto este en el cual los grandes autores se evidencian a menudo como auténticos virtuosos.

El cuentista suele asimismo trabajar con gran detalle el desarrollo narrativo, la gradación de efectos, es decir, la estructura secuencial de la historia, de manera que contribuya en todo lo posible a la suspensión de la credulidad del lector, a la verosimilitud (tan apreciada o más que la propia originalidad por Poe); lo que se pretende suscitar en el lector es el miedo, y está de sobra demostrado que a tal efecto prima una mecánica lenta y gradual.

Todo cuento de terror, finalmente, como se ha dicho, resulta en un pequeño tratado sobre el Mal en alguno de sus infinitos rostros y formas, por lo que, en principio, conviene obviar toda otra consideración, moralista o sensible, a la hora de abordar su ejecución o su lectura.

2. Antecedentes.
Los antecedentes inmediatos del formato breve, como tal, hay que buscarlos, no obstante, en el largo, más en concreto en la llamada "novela gótica", que floreció en la segunda mitad del siglo XVIII y primera del XIX, en tierra de nadie entre racionalismo y romanticismo. Los grandes novelistas góticos, inspirados principalmente en el romanticismo alemán y en autores como Daniel Defoe, S. T. Coleridge, el Marqués de Sade, y sin duda en los demonios de Goethe y los fantasmas de Shakespeare, entendieron por sobrenatural un tétrico submundo poblado de nobles atrabiliarios, espectros aulladores y monjas ensangrentadas, pululando en infernal mezcolanza por lóbregas catacumbas de vetustos castillos marcados por alguna oscura maldición, convenientemente subrayada a cada paso por rayos, truenos y centellas de tormenta.

El inglés Horace Walpole fue el padre de la exitosa serie (El castillo de Otranto, 1764). Años más tarde, tuvo como destacados continuadores a la escritora, Ann Radcliffe (Los misterios de Udolfo, 1794), a Matthew G. Lewis (El monje, 1796) y Charles Maturin (Melmoth el errabundo, 1820), sin olvidar a la que fue precursora de la ciencia-ficción Mary Shelley (Frankenstein o el Moderno Prometeo, de 1817).

3. Primeras muestras.
Entre los primeros cuentistas propiamente dichos, es preciso nombrar al alemán E.T.A. Hoffmann (1776-1822), a quien Lovecraft llegó a tachar de ligero y extravagante, pero cuyo talento pionero anticipó muchos de los temas y formas que dominarían en años posteriores, incluyendo la ciencia-ficción, a través de títulos como El magnetizador, El hombre de arena o Los autómatas.

El francés Charles Nodier (1780-1844), bibliotecario de enorme prestigio en su tiempo, además de filósofo, científico y alborotador político, a raíz de su devoción por Hoffmann, dejó a la posteridad un nutrido ramillete de obritas repletas de brujas, vampiros y espectros varios, a medias entresacados de la tradición popular y de su propia cosecha. En ellas se aúna la sencillez de diseño y el delicioso sonsonete del viejo cuento de aparecidos: El vampiro Arnold-Paul, El espectro de Olivier, Las aventuras de Thibaud de la Jacquière, El tesoro del diablo.

Escritores netamente románticos como Théophile Gautier, Prosper Mérimée, Walter Scott, Víctor Hugo, Washington Irving y el Barón de la Motte-Fouqué, se sintieron pronto atraídos por la nueva corriente, contribuyendo de una u otra forma, y con desigual fortuna, a la misma, si bien ninguno de ellos puede considerarse con rigor especialista en la materia. Algo posterior, en España, el romántico tardío Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) fue muy aclamado por sus Leyendas las cuales contienen algunos cuentos de miedo de extraordinario mérito (El monte de las ánimas, El miserere, Maese Pérez el organista...).

4. Los grandes clásicos.
El norteamericano Edgar Allan Poe (1809-1849) y el irlandés Joseph Sheridan Le Fanu (1818-1873) son comúnmente considerados los dos autores que abrieron camino en el género. De Le Fanu se dice que es el fundador del relato de fantasmas ("ghost story") moderno en Gran Bretaña (El fantasma de la Señora Crowl, Té verde, El vigilante, Dickon el diablo...), modalidad que tanta repercusión tendría luego en la época victoriana. Pero lo que lo asemeja a Poe es el novedoso tratamiento con que enfoca al fenómeno maléfico. La fácil explicación racional, y mucho más, el desenlace moralista positivo (la mano de la Providencia Divina surgiendo de un modo u otro al final para poner las cosas, al monstruo, al bueno y al malo, en su sitio) serán desterrados definitivamente por estos autores. Ambos, además, inaugurarán el llamado "terror psicológico", más atento a la "atmósfera" de la historia y a medir los efectos emocionales que al mero susto.

Con Poe, el cuento de terror alcanzará, tan pronto, hacia los años 30 del siglo XIX, sus más altas cimas. El norteamericano es maestro absoluto del género porque, en primer lugar, lo es de la técnica del relato breve en sí. Por un lado su instinto y por otro su gran bagaje poético, le permitieron incorporar el arte, la música, la misma poesía, hasta los efectos distorsionantes de los alucinógenos, a un ámbito que él sabía muy exigente y especializado; a tal fin decidió que era preciso despojarlo previamente de todo lo accesorio, todo aquello que no contribuyera al efecto puntual deseado (las citadas consideraciones, sociales, morales, religiosas...). En sus poderosas fantasmagorías no se trasluce otra cosa que una imaginación y una inteligencia portentosas rígidamente al servicio de un designio artístico. Ningún otro autor, antes o después, ha sabido evocar o, más bien, inventarse de la nada atmósferas malsanas de pesadilla como él, hilvanar las escenas con tan infernal habilidad, culminar las historias con tan sonora consistencia. (Títulos: El gato negro, La caída de la Casa Usher, El barril de amontillado, El corazón delator, por citar sólo unos pocos.)

El propio Poe alabó a su contemporáneo y compatriota Nathaniel Hawthorne (1804-1864) como hombre de genio. Este autor, aunque gran estilista, se hallaba muy lastrado por el rígido puritanismo en que se formó (un pariente suyo fue juez en los procesos contra la brujería celebrados en Salem), y no supo o no quiso transmitir a sus historias ni la fuerza ni el desgarro artístico que admiran en aquél. (Títulos: Wakefield, El velo negro del ministro, El experimento del Dr. Heidegger.)

Al escritor francés Guy de Maupassant (1850-1893) discípulo de Flaubert y admirador de Poe, debe la literatura europea de terror algunas de sus mejores piezas, y a sus hondas convicciones naturalistas, probablemente, los acusados tintes emocionales presentes en sus mejores cuentos: sus temas fueron el pánico, la soledad, la locura, la perdición. (Títulos: El Horla, ¿Quién sabe?, La cabellera, ¿Loco?)

El terror recuperó con el periodista norteamericano Ambrose Bierce (1842-1914?) toda la garra y la intensidad que había desarrollado Poe en sus orígenes. En sus arrebatadoras fantasías, muchas de ellas ambientadas en la Guerra de Secesión americana, el terror pánico acecha siempre en las cercanías, y en el momento de desatarse parece decidido a devorar vivos literalmente a los personajes. (Títulos: La cosa maldita, La muerte de Halpin Frayser, Un habitante de Carcosa, La ventana tapiada...).

5. Pleno desarrollo.
A partir de la segunda mitad del siglo XIX, el terror encontró un grupo de dignísimos cultivadores entre los grandes narradores de la época: Charles Dickens, Robert Louis Stevenson, Rudyard Kipling, Arthur Conan Doyle, H. G. Wells, Henry James, Bram Stoker... El cuento de fantasmas viviría su apogeo en la época victoriana y en los comienzos del siglo XX, alcanzando niveles nunca vistos de calidad y sofisticación. La lista de representantes ingleses es interminable: Saki, Vernon Lee, F. Marion Crawford, E. F. Benson, Richard Middleton, L. P. Hartley, H. Russell Wakefield, Edith Wharton...

De este periodo es preciso destacar a dos autores: M. R. James (1862-1936) y Algernon Blackwood (1869-1951), con quienes culmina el cuento de fantasmas victoriano. Blackwood es un gran cultivador del terror fantasmagórico, pero en ocasiones aporta al género un elemento desconocido hasta el momento, como es el horror enmarcado en majestuosos parajes de naturaleza virgen, adornado de connotaciones paganas (en esto se equiparará a Machen). (Títulos: El Wendigo, Los sauces, La casa vacía, Culto secreto.)

M. R. James, erudito y profesor universitario, fue gran amante de la obra de Le Fanu, a quien consideraba el más grande escritor de lo sobrenatural. Sus espectros, criaturas siempre extrañas e inesperadas que unas veces escapan de profundos escondrijos excavados en cementerios y catedrales y otras se confunden con la luz diurna y los objetos más familiares, prefiguran muchos de los horrores "cotidianos" que las generaciones posteriores pondrían de moda. (Títulos: El sitial del coro, Silba y acudiré, El álbum del canónigo Alberico.)

El galés Arthur Machen (1863-1947) fue el autor que enterró definitivamente los exhaustos horrores góticos. Encontró su principal fuente de inspiración en las antiguas leyendas romanas y celtas de su tierra; al intentar una especie de neopaganismo, anticipó la teogonía macabra desarrollada por su seguidor más notable, H. P. Lovecraft. (Títulos: El gran dios Pan, La pirámide ardiente, El pueblo blanco, Los tres impostores.)

6. Lovecraft y compañía.
H. P. Lovecraft (1890-1937), norteamericano de Providence, es reconocido por la crítica, junto a Poe, como el máximo exponente del cuento de terror. Su aportación más importante fue el llamado "cuento materialista de terror". Mezclando el espanto con la ciencia-ficción, se trata de una narración de horror cósmico que propone una nueva mitología plena de escalofriantes dioses y monstruosidades arquetípicos; se ha dicho que se trata de la última mitología que ha conocido Occidente: los Mitos de Cthulhu. Devoto de Poe, sus otras fuentes conocidas son el fantástico y enigmático mundo de los sueños, la historia y el paisaje de Nueva Inglaterra, su tierra, y un selecto grupo de autores de su predilección: William Hope Hodgson, Lord Dunsany, Arthur Machen, Algernon Blackwood, y algunos más. (Títulos: El horror de Dunwich, La sombra sobre Innsmouth, En la noche de los tiempos, El clérigo malvado...).

Pese a sus hábitos e idiosincrasia saturninos, Lovecraft conoció en vida una nutrida camarilla de imitadores y seguidores que formaron con él el llamado Círculo de Lovecraft. Entre estos se encuentran algunos de los más sólidos cuentistas de esa generación: Robert Bloch, Fritz Leiber, Frank Belknap Long, Clark Ashton Smith, August Derleth...

Para cerrar esta época memorable, conviene hacer referencia al inglés Walter de la Mare (1873-1956), uno de los mejores estilistas del género, maestro del terror psicológico y urdidor de extrañas y exquisitas tramas protagonizadas por los sueños, la ansiedad y una callada desesperación. (Títulos: La tía de Seaton, La orgía: un idilio, Todos los santos, La trompeta.)

7. Los últimos años.
Entre los más conocidos autores contemporáneos, en su mayoría norteamericanos, hay que mencionar a Robert Aickman, T. E. D. Klein, Dan Simmons, Ramsey Campbell, Theodore Sturgeon, los clásicos Richard Matheson, Ray Bradbury, el joven (en los 80) y rompedor Clive Barker y el omnipresente e irregular Stephen King. Casi todos estos autores han cultivado con acierto la ciencia-ficción, especialmente Bradbury y Matheson.

De habla hispana, cabe mentar como auténticos especialistas al continuador de Edgar Allan Poe en castellano, Horacio Quiroga (1878-1937: El síncope blanco y otras historias) y Julio Cortázar (1914-1986): Casa tomada, Todos los fuegos el fuego, La noche boca arriba...

Las editoriales en castellano nunca han parecido dispuestas a fomentar el género entre las nuevas generaciones de escritores, sin embargo, por ejemplo en España, desde los años 60 del siglo XX, no han dejado de aparecer antologías de relatos macabros basadas en publicaciones anglosajonas. Las ediciones de Editorial Bruguera (Las mejores historias insólitas, Las mejores historias de ultratumba, Las mejores historias de fantasmas...), a cargo de compiladores como Kurt Singer, Forrest J. Ackerman o A. van Hageland, así como las numerosas ediciones de las editoriales Molino, Acervo y Vértice. De Alianza Editorial contamos con las cuidadas selecciones de Rafael Llopis antes citadas, en gran parte traducidas por él mismo. Editorial Edhasa publicó en 1989 la canónica Historias de fantasmas de la literatura inglesa, de Cox y Gilbert. La Editorial Martínez Roca había sacado en 1977 la también excelente Relatos maestros de terror y misterio, editada por Agustí Bartrá. Esta misma editorial, en los años 80 y 90, ofertó excelentes selecciones de revistas norteamericanas de importancia como Twilight Zone Magazine, que suponen un amplio muestrario de las últimas y eclécticas tendencias. Más recientemente, de Editorial Valdemar, Malos sueños, en dos generosos volúmenes; y han surgido además iniciativas nuevas como las de las editoriales Jaguar y Factoría de Ideas.

Tomando como referencia los títulos que se acaban de citar, podría aventurarse una lista selecta de cuentos de terror, en orden a la especial atención que han recibido tradicionalmente por parte de antologistas y críticos:

El gato negro, La caída de la casa Usher, El barril de amontillado, El corazón delator, de Poe. El horror de Dunwich, La sombra sobre Innsmouth, de Lovecraft, El Horla, de Maupassant, Un terror sagrado, La ventana tapiada, de Ambrose Bierce, El rincón alegre, de Henry James, El enemigo, de Chejov, Té verde, de Sheridan Le Fanu, El armario, de Thomas Mann, La pata de mono, de W. W. Jacobs, Silva y acudiré, de M. R. James, El guardavías, de Dickens, Las ratas del cementerio, de Henry Kuttner, Una rosa para Emily, de Faulkner, Luvina, de Juan Rulfo, El médico rural, de Kafka, Las hermanas, de Joyce, El fumador de pipa, de Martin Armstrong, El burlado, de Jack London, Vinum Sabbati, de Arthur Machen, Janet, cuello torcido, de Stevenson, El Wendigo, de Algernon Blackwood, La casa del juez, de Bram Stoker, Casa tomada, de Julio Cortázar, La balsa, de Stephen King...

8. Fuentes.
La rama dorada. J. G. Frazer. Fondo de Cultura Económica, 1986.

Teoría y técnica del cuento, Enrique Anderson Imbert . Ariel, 1992.

El Gran Libro del Terror, David G. Hartwell. Martínez Roca, 1989.

Antología de cuentos de terror, 3 tomos. Rafael Llopis. Alianza, 1982.

Los mitos de Cthulhu. Rafael Llopis. Alianza. 1976.

Morfología del cuento. Vladimir Propp. Akal, 1998.

The evolution of the weird tale. S. T. Joshi. Hippocampus Press, 2004.

El horror sobrenatural en la literatura. H. P. Lovecraft. Barral, 1976.

martes, diciembre 04, 2007

Seguimos!!!!


Estos días son cansados, pero estamos bien, vean la expo de los chicos de Berserker Han hecho un esfuerzo en esa expo, aunque no puedo ir a verla, pues estoy amarrado acá terminando el año en el colegio Altamira.

Pienso en los sueños el día de hoy, de hecho escribí este articulo en un principio sobre eso, pero le puse un capitulo de la novela, si los voy a aburrir que sea consientemente.

Gracias por leer este Blog. Son los mejores.


Cap.

XVIII

Arena ligera transportaba el espacio ese día, pedazos de mundos, planetas y otras figuras. Choa había recorrido estos senderos muchas veces, pero nunca había tenido este gusto tan dulce. Pudo ver la formación de un nuevo planeta, a unos cuantos años luz de agujero negro, que tarde o temprano lo devoraría. Así era el cosmos, irónico y a veces cruel. Pero para sus transportados, el encontrar ese agujero era una buena noticia, podrían salir de los mundos esfera más rápidamente de lo pensado.
El agujero negro, se supone, debe destruirlo todo, pero la verdad es que hace excepciones para las criaturas que controlan su emisión de luz, como lo hacen los Transportadores, un don desarrollado después de tantos años de evolución.
Como hemos dicho, no siempre fueron libres, había sido esclavos de un pueblo de No Muertos que también controlaba las Puertas de Plata. Una raza poderosa, en su mayoría antiguos Elfos del bosque de Plata. Pomposos y con una gran tecnología, controlaban el mundo conocido, hasta la frontera misma de Bajo Raíz, haciendo de las otras ciudades, sus feudos, cobrando grandes sumas de dinero, y cuando ya no podían pagar la invasión era obligatoria, justificada y muy aprobada por su pueblo. Estos No Muertos tenían el mismo origen que los del norte, aquel origen que no tengo intenciones de contar en este tomo, pero había usado magia y no ciencia para cuidar sus cuerpos decadentes e impedir que se transformaran en pedazos de carne mal cocinada. Además habían encontrado una bella manera de fabricar sus propios muertos vivos, los bautizaron zombis, nombre muy creativo. Usando a los transportadores, los llevaron a todo el mundo, incluso a los mundos esferas y los planos del sueño. Estos muertos les servían de ejército y asustaban a sus enemigos, que no eran pocos, ni dentro, ni fuera de su civilización. Además proveían de dinero al imperio, siendo su exportación número uno.
La guerra entre los No Muertos del norte y los de este curioso pueblo, permitió que humanos, gusanos y los mismos elfos socavaran su poder, lentamente se fueron apagando. Pero ya era tarde para los Transportadores, el edicto de libertad llegó cuando habían perdido el orgullo, la salud y muchos, la vida. El gobierno de Bajo Raíz les construyó una reserva no lejos de las Puertas, muy cerca del Primer Templo, pero este con el tiempo se transformó en un campo de muerte. Las enfermedades y los ataques de los vengativos ex amos, hicieron la vida de esta raza imposible.
Pero Choa no se hacía nudos mentales con la historia, él debía intervenir por amor a sus sobrinos, que aún estaban en el campamento, también lo hacía por agradecer al hombre que lo salvó, Alex. No estaba seguro de que fuese un hombre, quizás era otra cosa, con mayor razón debía de estar de su lado. Kilim perdió su voto cuando decidió que podía matarlo para cumplir su meta de poder. Además luchar contra el tirano suena mejor en la cabeza del hombre.
¿Dónde estaban sus compañeros? Pues en la joroba. Así es. La joroba era un especie de bolsillo dimensional, en la cual el viajero podía olvidarse de lo que le rodeaba. Habían jorobas de muchos tipos, unas pequeñas que aguantaban sólo una o dos personas, y estaban las grandes, como las de Choa, que brindaban un servicio completo con frigobar, televisión por cable, y seis asientos reclinables. Él conocía el negocio y sabía que podía ofrecer un producto mucho mejor que el de su competencia.
Ya cruzaban el último túnel, y se encontraban frente a frente con el espacio verdadero. Ese que contiene estrellas, planetas lejanos. Aquel que era estudiado por astrónomos, astrólogos y astrobiólogos en todo el mundo. El descenso era duro, los cartógrafos que dibujaron el mapa del mundo conocido, no sabía darle verdadera forma. No era una esfera, ni siquiera un plano, el universo estaba vivo y crecía todo el tiempo. En esencia era como un gran huevo, pero este huevo podía crecer. Habían seis huevos rodeando al principal, estas lunas, estaban en su mayoría desabitadas excepto por dos de ellas, una, Hule, que es la base de la Liga de Exploradores y la otra Mastia, la casa de los dioese de la luna, hay viven, en un gran hotel, todos los dioses lunares desde Selene, hasta Limaria.
Peor no había nada que encontrarse con los queridos y amados círculos de Bajo Raíz. Ah, hermoso paisaje, olor a familia. Eso pensaba Antonin mientras contemplaba la entrada de Choa, quien puso un pie en la plaza central de la Necrópolis. Donde los quisquillosos no muerto exigen el mayor de los respetos.
Los pasajeros descendieron, sintiéndose al mismo tiempo asustados y alegres de estar en la ciudad más importante del continente.
-Debo contactar a la Liga de Exploradores. – Dijo Antonin, sin mirar el rostro de sus compañeros – Grushon ve que le den alojamiento a nuestros amigos.
-Veré que así sea.
Eran tiempos en que un aliado más o uno menos hacía una gran diferencia. Todos sabían eso, todos, menos Alex, quien estaba más preocupado de lo que sentía dentro de su pecho.

lunes, diciembre 03, 2007

Episodio XVII





XVII

Gabriela estaba aún temblorosa y había sido confortada bastante bien por Montegrande, quien de un momento a otro parecía especialmente inquieto. Debía entregarse al juego de las culpas a como de lugar:
-¿Sabes quien es el culpable de todo esto?
-¿Quién? – Dijo ella sin interés.
-El imbécil de Alex.
-¿Qué tiene que ver él?
-Todo.- Interrumpió una voz segura y al mismo tiempo hueca, vacía.
De las sombras surgía el Decano, sus ojos no parecían humanos, eso, acompañado de su aspecto normal, le hacían lucir como salido de una película de alienígenas, pero de bajo presupuesto.
-Mira chica. – Continúo – ¿Qué dirías si tuvieses un destino único? Te contaré una historia, tu padre, un hombre sabio, tuvo una hija única entre su tribu, un mutante, con la capacidad de absorber los poderes sagrados de dioses y demonios. Pero los hombres de su tribu, quisieron eliminarla, y él la protegió haciendo un trato conmigo, con una criatura superior.
-¿Con un decano?
-No… - Kilim se dejaba ver en su pajaril aspecto. – Con un demonio, antiguamente dios, claro.
Los ojos de Gabriela no podían creer lo que veía, pero aún no entendía porque esto era culpa del penoso chico tortuga, quizás la estupidez era contagiosa y había comenzado un foco desenfrenado.
-Continuaré. – Dijo el dios, mientras el buen decano aprovechaba el break para ir al baño. – Y lo que hice para tu padre fue usar mi energía astral para lanzarte a este mundo, pero no sin antes sembrar parte de mi poder, o mejor dicho, de mi esencia, en ti. Como te dije, soy un demonio, antes fui un poderoso dios, de las aves, las ilusiones …
-No olvides los Floricultores. – Interrumpió Montegrande.
-Y los floricultores también, así es. Pero llegó el día en que la civilización que me adoraba, colapso, siendo remplazada por los Tugereb, y otros pueblos del desierto, que prefieren adorar a una alcachofa que a mí. La idea es que tu me ayudarás a obtener lo que es mío, volver al firmamento y con tus poderes, absorber a los dioses y ser el único ser supremo sobre el universo. Ahora hay otro grupo por ahí, seres inferiores, que quieren evitar que alcances tu destino.
-Ya. Bueno mira, no entiendo una cosa, ¿dónde tenemos que ir?
-Pues nos vamos al desierto donde naciste.
-¿Desierto? ¿Soy árabe? ¿persa? ¿mongol? Verás cuando era una huérfana no tienes muy claro tu certificado de nacimiento.
-¡Calla! Me mareas. Nos vamos al mundo real, fuera de esta esfera. Pero antes debo hacer algunas cosas.
Verán los demonios y los dioses tienen poderes muy diferentes. Kilim ya no podía generar reinos, cumplir plegarias, al menos no sin una promesa en medio, pero si tenía contactos, que por derecho le pertenecían. Puso la mano en el suelo, y la habitación, que en realidad era el estudio del Decano, comenzó a oler a azufre. El perfume más vendido en el mundo de las llamaradas. En este mundo puedes encontrar tres grandes recursos. 1. Almas de aquellas religiones que creen en el infierno. 2. Traficantes de magia. 3. Ayudantes, a los que Kilim tenía derecho sólo por haber firmado el contrato de demonio. Este no era el único infierno, pero los círculos internos era vedados para él, sólo los demonios de nacimiento tenían derecho, eso era algo que quería cambiar cuando fuera todopoderoso.
El necesitaba dos cosas de los señores de la penumbra, un hechicero infernal y unas cuantas tropas. El portal era lo suficientemente grande para que entrara el hechicero, pero hubiese hecho reír a cualquier Transportador, pero en el país de los ciegos, el tuerto es rey.
-Convocado he sido por ti, Kilim, demonio si asignación. – Dijo mofándose un poco.
Era un Goblin, el primero que contemplaba el público del ex dios, pero no eran raros, casi toda la isla de Yumur era habitada por Goblins y muchos de ellos eran hechiceros, más de alguno debió de haber vendido su alma a algún demonio errante. Como fuese toda esta presentación calaba fuerte en Montegrande y el Decano, que por primera vez den siglos le daban a Kilim lo que más necesitaba, fe. Y cualquier fe, ciega, la que necesita un dios, aún era poca, pero era mejor que nada.
-Muy bien engendro, quiero que a mis sirvientes, acá presentes, transformados en semidemonios. Ya sabes que saques de ellos su mejor naturaleza demoníaca.
-Tengo dos planes de desarrollo demoníaco, depende de cuanto tiempo quiera invertir y cuanto dolor quiera provocarles. El primer plan involucra, llevarlos al averno, darles un siglo de entrenamiento y regresarán feroces, asesinos sin compasión.
-Un tanto lento, ¿no le parece?
-Bueno, pensé que hablaba con un ser eterno, el segundo plan. Este es el más barato, pero doloroso, debo tatuar espaldas y brazos de sus sirvientes. Así descubriré los animales que guían sus pasos.
-Hágalo.
-¿Otra cosa en que pueda ayudarlo?
-Pues sí, un pequeño ejército, para ayudar en una guerra.
-¿Guerra? Muy bien, pero sabe, hemos tenido un problema con las tropas de las tinieblas. Hubo una guerra entre No Muertos y Autómatas, los primeros usaron unos cuantos millares de nuestras tropas, así que estamos con un retraso de diez días.
-Muy bien, que así sea, diez días esperaré, ¿cuántas tropas?
-Cincuenta Bárbaros Oscuros, Cincuenta Arqueros Siniestros, y treces Hechiceros del Caos. ¿Quiere agregarle unos Vándalos de Fuego o Unos Perros del Olvido?
-Está bien, ponga de ambos en el paquete ¿Quién les pone los nombres?
-Nuestro comité de marketing, los nombres irónicos y sutiles no pegan en este tipo de oferta, quizás en los círculos interiores, pero no aquí. Oiga, le dejo la cuenta, empezaré de inmediato con los tatuajes. ¿Los tatuajes van para los tres?
-No – Interrumpió Gabriela. - A mi no me colocas una pluma encima.
Kilim asintió, Gabriela le servía sin mácula mágica alguna. Bueno, la cuenta era impresionante, pero valía la pena, quizás, con un poco de suerte jamás la pagaría.
Gabriela estaba incomoda, no por hacer trato con demonios y esas cosas, es que no se sentía impresionada, de hecho todo le parecía muy chapucero, claramente maligno, pero sin categoría, ¿podría ese grupo deshacer la creación? ¿Para qué? ¿Colocar a un dios con cara de gorrión que más encima había estafado a su padre? ¿Y si tenía un padre sería posible que tuviese una madre?