miércoles, marzo 11, 2009

Apuntes: Los Bárbaros


BÁRBAROS EN EL PUENTE

La Caída de un Imperio

Hacía fines del siglo cuarto, después de Cristo, Roma, la ciudad eterna; centro del imperio más basto que jamás conoció el mundo, había sido testigo de la decadencia de su gente, de sus costumbres. La fuerza guerrera que los llevó a dominar el mundo conocido se estaba acabando, siendo reemplazada por un temor que acosaba a sus ciudadanos en cada esquina, en los ojos de cada nuevo invasor que cruzaba las otrora impenetrables fronteras. Los poderosos Patricios, con sus milicias personales, se habían retirado a ciudades más pequeñas, lejos de la plebe y el peligro. El mismo emperador había escapado en pos de un refugio más apacible. Es verdad, la amenaza se asomaba por el este, eran los bárbaros de origen germánico, que buscaban en las tierras del imperio, un lugar para llamar hogar.
La invasión comenzaría mucho antes, hacía el siglo tercero después de Cristo. Cuando los Godos, los Gepidos y otros grupos se asentaron en la actual Alemania. ¿De dónde venían? Su origen variaba, algunos eran hijos de las estepas orientales, otros presumiblemente se estaban dejando caer desde el norte helado. No todos eran violentos y brutales, por el contrario, muchos buscaron la protección de Roma contra sus enemigos y a cambio sirvieron como legionarios en muchas campañas. Pero conforme pasaron los años la presión aumentaba, ¿la razón? Un pueblo de origen mongol, conocido simplemente como los Hunos, comenzaba a forzar la migración de distintos grupos, contándose entre estos a los Francos, los Vándalos, y Suevos. Otros pueblos no germánicos también se sumaron a este tremendo caldo de cultivo, este es el caso de los Alanos, que eran de origen pérsico.

Estas invasiones, violentas algunas, paulatinas y pacífica las otras, combinada a la ineptitud de algunos emperadores, terminó por debilitar el imperio, al punto de transformarse en una cáscara hueca, con emperadores títeres que servían a los invasores.
Hacia el año cuatrocientos diez Alarico I, quién había servido de general tanto para Roma, como para el imperio oriental, ataca y saque la ciudad por primera vez. Dando un golpe fatal, del cual no se repondría jamás. Cuando esto sucedió, Honorio, el emperador. se encontraba en su villa junto a sus amadas aves. Cuando uno de sus sirvientes le anunció que Roma había caído, este lloró desconsoladamente, pero no por la ciudad, sino porque creía que se trataba de una de sus más queridas Gallinas. Sin embargo Alarico, no quería la ciudad, era un problema para él, que buscaba un territorio para los Godos del Oeste, o Visigodos. Por el contrario, aceptó que el emperador le ofreciera las ricas tierras de Aquitania, en la Galia, a cambio de derrotara a los Vándalos y expulsarlos hacia África.
La invasión no se detiene, los Hunos marchan sembrando muerte. Se dice que por donde su líder, Atila, pasa, nada vuelve a crecer. Esto sumado a una hambruna provocada por un crudo invierno, pone al ya malogrado imperio, en jaque.
Los últimos héroes del imperio están empapados de la cultura bárbara, Stilicho, que enfrentó a Alarico era mitad Vándalo y Aetio, quien enfrentaría y detendría el avance casi imparable de Atila, había sido entrenado en las costumbres de los nómades Hunos. El mismo Papa debió negociar la paz con los estos últimos. Y para suerte de occidente, Atila cae muerto la noche en que se desposaba. Pero la sombra ya caía sobre Roma, pues los Ostrogodos, los Godos del este, al mando del gran Odoacro derrocaron al último emperador, Rómulo Augusto, al que llamaban Augustulo (a modo de diminutivo ofensivo que quiere decir pequeñín). Otros bárbaros entraron en el caído imperio, como los Lombardos, los Sajones, los Anglos, penetrando con su cultura e idioma, modificando el mapa humano de lo que antes fuese la hegemonía romana.


Gritos de Guerra

Las nieblas de los tiempos han descendido sobre Europa, desde el Norte de África, hasta la lejana tierra de Bretaña. El acero se abre paso cortando escudos, cada nación intentará sobrevivir al poder aplastante de la otra. Es un tiempo donde nadie sabe lo que traerá el mañana, o si es que habrá uno.
Los amos de la guerra deciden quien vive, y quien no. Algunos monarcas harán lo posible abrazar la cultura local, la religión y las instituciones romanas; sin embargo otros, harán de la piratería, el saqueo y la destrucción su forma de vida. A continuación hablaremos de los pueblos y sus líderes, algunos de los cuales se transformaron en leyendas y otros que en pesadilla.

Geiseric, líder de los Vándalos

Su nombre significa, Rey Lanza. Se presume que habría nacido alrededor del trescientos ochenta y nueve después de Cristo en el lago Balaton, en lo que hoy llamamos Hungría. Su padre, fue el glorioso rey Godigisel. Este le habría dejado su reino a su hijo mayor, Gunderic, pero este moriría en la península Ibérica, dejándolo como monarca de dos pueblos, Vándalos y los Alanos.
Su naturaleza combativa y valerosa lo hizo dar gran batalla a los Visigodos, que eran más numerosos y comenzaban a tomar control de lo que hoy son España y Portugal. Como corría el riesgo de perder a su pueblo en manos de los godos, cruzó el estrecho de Gibraltar con ochenta mil hombres e invadió Cartago. Aprovechó la debilitada relación de los romanos que ahí vivían tenían con el imperio, pronto el reino era suyo. Lo primero que un monarca en tal situación debe hacer es construirse una flota, cosa que hizo eficientemente, y la usó para saquear las costas mediterraneas, encendiendo el fuego del caos y la destrucción en Sicilia, Cerdeña y Córcega. La leyenda dice que Geiseric temía a los caballos, por una caída cuando pequeño, por eso aseguró que su gloria viniera del mar. Y así lo fue, durante treinta largos años dominó con gran genio militar.
Su fe, al igual que la de muchos germanos, era la Arriana, un tipo de cristianismo que aprendieron los germanos mientras cruzaban las tierras orientales.
Hacia el cuatrocientos cincuenta y cinco inició un ataque contra Roma, algunos dicen que fue despiadado, dando origen al término “Vandalismo”, pero otros señalan que sólo se robaron el oro y la plata, además de tres damas muy distinguidas, la emperatriz Licinia Eudoxia, y sus hijas Eudocia y Placidia. Su poderío moriría con él, ya que sus sucesores si bien mantuvieron el estado, fueron perdiendo la soberanía que el audaz monarca sostenía.

Los Dioses Nórdicos: las deidades que eran adoradas por los muchos pueblos germánicos variaban muy poco en cada caso. Algunas veces los nombres y pronunciaciones variaban, o se les atribuía alguna cualidad relacionada con la zona en que se encontraban, aquí encontrarás una lista con los dioses más representados entre estas culturas:

Los Aesir, los dioses positivos, de los pueblos nórdicos, son los Ése de los Anglo-Sajones, y los Esir de los Sajones continentales.

Nórdico Anglo-Sajón Sajón Alemán Antiguo
Odín Wodan (Woodan) Woden Wotán
Thor Donar Thunaer Darmer
Frigg Frigga Fredja (Freya) Frika







Alboin, soberano de los Lombardos

Los Lombardos, o Longobardos (barbas largas) eran un pueblo de origen nórdico, que fieles seguidores de la religión de Odín, unen su origen a los mismos dioses. Según esta historia, una pequeña tribu de Escandinava, llamada Winili había dejado su tierra y marcharon al sur. En este camino se encontraron a los Vándalos, que aún vivían en la zona. Ellos le ofrecieron a los recién llegados dos oportunidades: pagar tributo, o ir a la guerra. Los Winili eran jóvenes y valientes, pero no podían vencer una batalla contra una tribu tan grande. Entonces consultaron a Wotan, Odín. Este dijo, “quién vea primero el amanecer, ha de ganar esta disputa”. Gambara, la reina, buscó ayuda de Frigg (Freya), la esposa de Odín quien se apiadó de la mujer y le dijo que si las mujeres se ataban el pelo a modo de barbas, verían el amanecer antes que cualquier hombre. Así fue y cuando Odín contempló a los madrugadores, se dijo: “¿Quién son estos barbados?”. Desde entonces fueron conocidos como Lombardos, o Longobardos. Esta historia nos es relatada por el Diacono Pablo, quien escribió el texto Historia Gentis Langobardorum, la historia de los Lombardos.
Así es como Alboin, heredero de esta tradición sagrada se crió como guerrero bajo la tutela de un padre estricto, Audoin. Los vecinos del monarca era los Gepidos, otro pueblo guerrero con quienes tenían un tratado de paz. Durante una comida, Alboin los maldice, tiene un enfrentamiento cara a cara con el príncipe de estos, Turisimond a quien vence, y asesina en frente de numerosos testigos. Una vez que hizo esto, se preguntaron si el joven ya estaba listo para sentarse con su padre, pero este dijo que de acuerdo a la costumbre, tendría que ganarse las armas de otro rey. Y eso intentó, fue hacía el castillo de los Gepidos, estuvo a punto de morir en manos de los guardias, pero el orgulloso príncipe fue perdonado y regresado a su padre.
La tensión entre ambos pueblos crecía, hasta el punto que el enfrentamiento se hizo inevitable. Cunimund, rey de los Gepidos declaró la guerra contra los Avaros y contra los Lombardos. La lucha fue sangrienta, pero el vigoroso Alboin pudo obtener la victoria. No sólo destruyó para siempre la nación de sus enemigos, sino que asesinó al rey y con su calavera se hizo una copa tradicional, conocida como Scala. No sólo eso también tomó por esposa a Rosemunda, la hermosa hija del difunto rey. Si creemos la leyenda, incluso la obligó a beber de la copa hecha con los restos de su padre.
La leyenda del poderoso monarca fue escuchada en Roma, y se le pidió que viajara para detener a los Ostrogodos, quienes saqueaban la tierra. No sólo los detuvo, sino que les aniquiló, eliminando a Totila, el último gran monarca de esa tribu. Cuando regresó a sus tierras, era rico y temido, pero algo le faltaba.
Con la ayuda de veinte mil sajones, marchó hacia Italia. Conquistando ciudad tras ciudad, masacrando a cientos, negociando protección con los Obispos, conquistando Milán como muchas otras ciudades, con excepción de Roma. Se dice que cuando llegó a la ciudad de Ticinum, actual Ravena, encontró una resistencia tan poderosa, que prometió matar a cualquier cosa que se moviera, tal era su cólera. Sin embargo cuando cruzaba el puente de la ciudad, su caballo se desmayó y murió. Este hecho increíble hizo cambiar su parecer y perdonó a la ciudad, salvando así sus habitantes.
De regreso en el hogar, Rosamunda le espera. Además de una sorpresa, ella a puesto su espada a resguardo, y junto a uno de sus sirvientes ataca a su marido, este se defiende con la pata de una cama, pero es asesinado y enterrado en su propio castillo. Así terminaba su leyenda, pero no su legado, los duques mantuvieron algunos puntos de poder en la península itálica, hasta que años más tarde fueran vencidos por los Francos de Carlomagno.


Atila:

El más conocido rey del pueblo de los Hunos, su figura es mito, y es muy complicado separara los hechos de su vida con la ficción que sus enemigos inventaban sobre él. Sí sabemos que su pueblo venía de las estepas, y originalmente habrían tenido una gran dinastía en el Turkestán.
Era un jinete excepcional, como muchos de su etnia, era un gran arquero y se dejaba aconsejar por hombres más cultos, como Orestes, que era Latino y Onegesies, que era griego. Entendía bien la política romana y sabía la debilidad del emperador de occidente. En sus batallas sometió a Godos, Burgundios, Bizantinos y Romanos de Occidente. Hasta ser detenido por Aetio. Esta batalla le costó ciento ochenta mil hombres al poderoso Atila. Aún así no estaba derrotado, y amenazó Roma, pero el Papa León I le detuvo, unos dicen que diciendo que había una peste en Roma. La verdad es que luego de su retirada a Panonia muy poco se sabe, tan sólo que murió la noche de bodas, posiblemente de una apoplejía.






Los Merovingios, reyes de los Francos


Ningún otro pueblo se sintió más heredero de Roma que los Francos. De hecho no se sentían germanos, a pesar de las evidencias que los sitúan en la parte baja del Rhin hacia el siglo tercero después de Cristo. Se dice que sus poderosas tácticas de guerra estaban basadas en la planificación y la preparación, lo que era realmente una excepción entre las tribus bárbaras.
Lentamente fueron ganando la confianza del imperio y son llamados Federados, es decir, parte del imperio. Así ponen sus tácticas a favor del imperio, luchando contra otros bárbaros, derrotando incluso a los poderosos Visigodos y expulsándolos de la Galia. Mucho se ha escrito sobre los guerreros francos, pero lo más notable es el uso de las armas, ya que portaban tanto espada, escudo y un hacha arrojadiza llamada Francisca. La leyenda que los mismos reyes francos crearon sobre ellos, les hace herederos de Troya y Roma, descendientes de un monarca llamado Francio, descendiente de Príamo. El espíritu civilizador de los Francos tiene un primer apogeo en los poderosos reyes Merovingios, también llamados, los Reyes Larga Cabellera. Childeric I triunfa en legendarias batallas contra los Sajones y los Visigodos, llevando la paz a una zona que había estado dominada por numerosos líderes militares, pero su hijo Clobis es quien unifica toda la Galia, alcanzando la paz entre Galorromanos y Francos. Todo, menos Borgoña, que estaba en manos de los Burgundios, una tribu de origen nórdico.
Un gran florecimiento de las artes y la religión acompaña a estos reyes. Pueden financiar su cultura gracias a sus grandes campañas, botines bien distribuidos y un tesoro nacional siempre creciendo. Pero tanta comodidad no podía ser buena, y los reyes dan le poder a los mayordomos de palacio, que eran una especie de primer ministro. Así las guerras entre estos comenzó a debilitar su poder.
Carlos Martel, fue un mayordomo que se reveló contra los nobles, a fin de recuperar el poder de los Francos. No derrocaría al monarca, sino que gobernaría en su lugar. El martillo, como se le conocía, era un hijo ilegitimo, sin derechos reales, pero su fuerza y astucia le abrió puertas cerradas para otros. Aún así tuvo que lidiar con una guerra civil contra otros pretendientes al cargo, sin embargo fue benigno en la victoria, él necesitaba un estado, no más sangre.
Muy pronto su hora de la verdad vendría, cuando el diez de octubre se enfrentase a las fuerzas del Umayyad en la batalla de Poitiers, también llamada batalla de Tours. A las puertas del reino franco aparecieron las fuerzas musulmanas que antes habían conquistado a los Visigodos en la península ibérica. Con ayuda de aliados armó un ejército notable, que impidió el paso del Islam al interior de Europa. Los Francos bajo Martel encontraron nuevos bríos y libraron grandes batallas, desde entonces la dinastía gobernante fue la Carolingia, tema que trataremos en otra oportunidad.





Sigfried:


Algunos héroes conocen mil versiones, otros tienen su equivalente en el mundo real, pero muy pocos son héroes dos o tres veces. Es protagonista de la Saga Volsunga, y del Cantar de los Nibelungos, pero existen tantas variantes como países nórdicos hay, algunos Eddas lo incluyen y le mencionan, como uno de los héroes más importantes entre los mortales. Wagner inmortaliza el Cantar, en su Der Ring des Nibelungen.

Sigfried, o Sigurd, sería hijo de Sigmund, rey de los Burgundios. La historia se sitúa en pleno ataque de los Hunos, que destruyen el reino de sus padres. Sigmund habría muerto combatiendo a Atila, en algunas ocasiones Atila es reemplazado por Odín en persona, pero disfrazado. El héroe fue parido por su madre en medio del bosque, ahí fue criado por el herrero llamado Mime, este le forjó una gran espada, Balmung. Con esta enfrentó a un dragón conocido como Fafnir, una vez vencido este, se baña en su sangre haciéndose inmortal, excepto un punto en su espalda. Al igual que Aquiles, si era herido en este, moriría. Se casaría con Krimilda, pero también se ganaría el amor de la huraña y desdichada Brunilda.
Un traidor llamado Hagen, conspirando con Brunilda, asesina al héroe. Pero se suicida, no soporta el mal hecho. Más tarde Krimilda es desposada por Etzel, quien estaba conspirando para que la desgracia ocurriera. Este hombre es una imagen para el ya mencionado Atila. Quien moriría asesinado por mujer, en un paralelismo con la historia real. Luego esta se arrojaría al castillo en llamas, incendio que ella había provocado.




El Dragón Rojo, El Dragón Blanco, los Sajones en Inglaterra


La historia de los Sajones en Inglaterra, o Anglo-Sajones, resulta más sencilla de seguir a través de las leyendas, que de los registros históricos. Algunas fuentes dicen que algunos mercenarios Sajones fueron invitados a la isla para ayudar a los romanos a repeler las constantes oleadas de Scots y Pictos que cruzaban el muro de Adriano; aunque esto es posible, hacia el cuatrocientos cuarenta y seis (fecha discutida) se habla de piraterías e invasiones por parte de los Sajones, que atacaban las villas británicas que cada vez tenían menos apoyo de Roma.
Poco a poco la migración fue tomando lugar, y los británicos que no tenían mayor apoyo formaron milicias que finalmente detienen la invasión en la batalla de Mons Badonicus. Por mucho tiempo se creyó que esta batalla no era más que un mito, pero evidencia arqueológica ha demostrado que realmente ocurrió hacia el cuatrocientos noventa y cinco, además la población sajona parece haberse detenido. ¿Quién dio este gran golpe a la fuerza invasora? Un rey cuya existencia no se ha probado, llamado Arturo. Estos y otros relatos están detallados en el texto llamado Mabinogion, repetido después en los textos medievales.
A pesar de la victoria momentánea de los británicos, las migraciones siguieron y pronto la población sajona se encontraba distribuida por casi toda Inglaterra, con excepción de los reinos de Gales, las tierras Pictas, y la Dalriada, la tierra de los Scots. Aquí encontramos otro mito, Geoffrey of Monmouth, quien escribió sobre Arturo y sus caballeros, nos cuenta el encuentro de un Dragón Rojo, símbolo de los británicos y un Dragón Blanco, símbolo del conquistador. El blanco habría sumergido al rojo en un lago profundo donde aún duerme. A esto se le llamó la profecía de Merlín, ambas bestias son usados como símbolos en la isla, el blanco por los ingleses y en Gales el rojo es parte del orgullo nacional.
Mitos aparte, los Sajones tuvieron muchos problemas para gobernar, desde los Pictos al norte, hasta sus primos, los Vikingos que exigían tributo a las tierras que creían les pertenecían por derecho sanguíneo. De hecho, el último rey de los Sajones Harold, se enfrentó con su primo, el vikingo Harald, y luego con el Normando, también de origen nórdico, William por el trono de Inglaterra, perdiéndolo con este último.

Roderic, el último de los reyes Visigodos


Los Visigodos fue uno de los grupos más importantes entre aquellos que entraron a Europa después del siglo cuarto. Sus reyes fueron algunas veces aliados de Roma, otras fueron grandes enemigos, recordemos a Alaric I que saqueó la ciudad. Otros grandes líderes se enfrentaron a los Hunos junto a las legiones, y finalmente, expulsados de la Galia por los Francos, conquistan Hispania.
Roderic, o Rodrigo, era un hombre poderoso, y fue escogido para el cargo por un grupo de nobles que se oponían al dominio de Witiza y su hijo Agila. Eran tiempos duros, y la enemistad entre los señores estaba costando caro, el reino se había dividido y la península ibérica se había vuelto atractiva a un pueblo que se estaba expandiendo, los árabes.
Según la leyenda, Roderic estaba paseando un día y en un lago vio desnuda ala mujer más hermosa del mundo, la joven que sería conocida por la historia como La Cava, hija del feroz duque Julián. Para siempre quedó encantado por su belleza y cuando decidió seducirla, deshonró a su poderoso padre, que además era partidario de Agila. Este negoció con los musulmanes quienes el año setecientos once entran a la península destruyendo a las disminuidas huestes del monarca. A Agila se le reconoce como rey, pero tendría que irse a el exilio, y Ardón su sucesor, quien se dio cuenta que el Islam había llegado para quedarse, comenzó una resistencia, que fue apagada efectivamente. Unos años más tarde, Don Pelayo, monarca de Asturias comenzaría una pequeña resistencia que se considera la primera chispa de la Reconquista, pero esa es otra historia.