martes, marzo 04, 2008

Azkav




Hola viejos amigos, he retomado mi vida Web tras un lujuriosamente cálido verano. Este post les regala una Nouvelle o Novella, para gente chica.

Sin revisar, una versión previa a la final, con errores típicos míos, pero ahí va, la versión final será en papel.

He regresado, teman.



PRIMER LIBRO, COMO SE HACE UNA LEYENDA




Primera Parte


I

Bienvenido a estas páginas, mi nombre simplemente es Azkav, y pertenezco a una vieja raza de historiadores viajeros, recorremos esta pequeña galaxia tomando notas, vamos aquí y allá, invisibles, siempre atentos a cada detalle, bueno casi siempre, pero dejemos de hablar de mí, y vamos a darle contexto a nuestra historia.
Cuando nos hacen pensar en el cosmos y sus sistemas solares, pensamos en esferas rodeadas por una atmósfera girando eternamente en el vacío, alrededor de otra esfera que emite luz, calor y un montón de otras cosas, que al menos este narrador, no entiende. Estrellas, planetas, uno que otro cometa, meteoros esparcidos por el cosmos, y para agregar variedad, le insertamos un agujero negro, que amenaza con tragarse todo los que conocemos. Repetimos esto tantas veces como nuestra imaginación nos permita, entonces creemos que la creación es absurdamente predecible y estática; pero la verdad es que hay lugares donde, bueno, se hicieron experimentos, que si bien no fueron prácticos, fueron muy creativos, por ejemplo los mundos huevos, que dentro de ellos hay otro universo, son lugares interesantes, pero donde la minería, y cualquier tipo de excavación se vuelve peligroso, pues un paso en falso te hará caer al vacío de este segundo universo. Otras formas de mundo que no has visto, son los mundos inversos, que realmente no están ahí, escondidos en un bolsillo dimensional, nada entra o sale de ellos, realmente aburridos si me lo preguntan, claro que sus habitantes lo pasan muy bien bajo un cielo sin estrellas, sin atardeceres o amaneceres. El último tipo del mundo del que quiero hablar, posee la más antigua de las formas, imaginen un mundo tan grande, como dos veces el planeta donde vive el lector, pero que en algún momento se fracturó, dejando un lado curvo y otro casi plano, aún con el espacio suficiente para sostener la vida, la historia que te contaré sucede precisamente en uno de estos mundos, al que simplemente sus habitantes llaman, Tierra. Si ya sé, así se llama tú planeta, pues la noticia es que así se llaman casi todos los planetas a si mismos, o, al menos, suelo (claro en el idioma local), aunque en algunos de ellos haya más agua, que efectivamente, tierra.
Seis continentes adornan este singular planeta, aunque las leyendas hablan de que hubo muchos más antes de la gran fractura, otros continentes se sumergieron por timidez o salieron volando para crear reinos espaciales, muy lejos, tan lejos que realmente importan un rábano para el relato que pretendemos contar en estos pergaminos.
¿Qué tipo de cosas pasan por estos rumbos? Pues, miles de guerras, conflictos, luchas tribales, enfrentamiento con dragones, viajes eternos. Todo eso ha sido visto, escrito y publicado. Es más, el oficio de héroe era uno muy bien pagado estos días, debo decir que ellos eran encargados de hacer popular sus propias aventuras, hazañas, rescates y similares. Los reinos contrataban a estos mercenarios a su servicio de cuando en vez, sobre todo en época de guerra, aunque en el pequeño continente de Orlik no ha habido en más de sesenta años. Los tres reinos que comparten el continente han llegado a una delicada tregua. En el extremo sur, esta el poderoso reino de Alan, en el frío norte esta el rico y místico imperio de Fraxia. Justo al medio, esta el pequeño principado de Towa, que si bien ya no es un reino, más bien una delgada línea costera y una gran ciudad. Esta claro que este pequeño país era el más importante de los tres mencionados, ¿la razón? Es que Towa es el responsable por evitar una gran guerra devastadora entre los dos grandes imperios, su rol era el de mediador, y jamás uno de los grandes monarcas destruiría este equilibrio, digamos que esto sería algo lamentablemente caro para todos.

Towa era un reino muy viejo, su capital, del mismo nombre, era una ciudad tan arcana, que pocos en todo el mundo conocido recuerdan su fundación más allá del mito (en un mundo con dragones, elfos, enanos y cosas que viven muchos años, esto es algo difícil de decir) . Era un hermoso destino turístico, los visitantes recorrían sus delgadas callejuelas, cuyo principal atractivo eran sus altas torres, de hecho su único material de exportación era ese, torres: Altas, bajas, de cristal, de concreto, de piedra, madera, de caramelo, lo que el cliente pidiera. Los arquitectos e ingenieros eran quienes un mejor pasar tenían, con salvedad de la realeza. Tras de ellos venían los transportistas, que con sus Elipfantos de cuatro cuernos manejaban la logística de las construcciones, le seguían los artesanos, los campesinos y todos los demás. Bueno, en ese último grupo estaban los pastores, que si bien su misión, la de cuidar a los Elipfantos, era fundamental, no habían conseguido mucho respeto de parte de la sociedad, quizás porque no tenían sindicato, o por el ego enorme de los arquitectos, quien sabe, pero la verdad es que de todos los pastores nadie hacía tan bien su trabajo como la familia de los Azores.
Iplac era el patriarca de los Azores, un enano de trescientos años, larga barba blanca, cuyo rostro recordaba otro tiempo, cuando las guerras requerían actos heroicos y rescatar princesas, la verdad aunque hablaba siempre de sus osadas aventuras, era un pastor feliz, la guerra siempre era algo triste, que nunca terminaba bien. Había convocado a sus hijos, empleados y sirvientes esa tarde, cosa nada usual, excepto cuando habían grandes negocios, o el rey hacía un pedido especial.
El buen anciano no dejaba su pipa mientras era contemplado por treinta pares de ojos, sonreía conforme, mientras todos se comían las uñas de los nervios, no es que le tuvieran miedo, pero sus ideas a veces era un tanto arriesgadas, como por ejemplo la vez que tuvieron que hacer una caravana de animales hasta el reino flotante de Raban.
-Amigos – dijo comenzando su esperado anuncia – hijos, trabajadores, todos pastores, amantes de su trabajo, les he reunido para darles una esperada noticia, dejaré el negocio en manos de mis tres hijos, Iplac A, Iplac B e Iplac C, todos sabemos que lo harán muy bien, estoy seguro que tendrán con ellos tanta diversión como conmigo.
Los asistentes levantaron las copas en honor de su patrón, e hicieron alegría de un momento triste. Entre los hombres estaba Opiteous, el más joven de los pastores, un niño semielfo de catorce años, dueño de una tez morena, casi dorada decían quienes lo querían, amarilla decían los menos delicados. Sus ojos no eran siempre del mismo color, un rasgo que compartía con otros seres, pero con ningún humano. Podías estar hablando con él, y sus ojos serían café, pero te das vuelta y uno se pondría azul, el otro verde. Esta y otras cosas complicaban su existencia, agreguemos que había crecido en la granja bajo el cuidado de los hermanos Iplac a quienes veía como su figura paterna.
Debemos decir que en esos largos, y lentos momento, estaba algo aburrido de los adultos, que cantaban canciones en el idioma de los enanos, que luego daban paso a chistes que harían ponerse rojos los rostros de los más osados juglares. De manera que salió hasta donde estaban los animales, buscó un rincón entre ellos y se durmió (hay que decirlo, pocos se atreverían a dormir entre bestias de dos toneladas).

II

Iplac A, B y C se habían sentado con su padre una vez que la celebración había terminado. Los enanos, a diferencia de otras criaturas, podían pasar días sin dormir, así que no estaban cansados, a diferencia de los demás comensales, humanos y goblins en su mayoría. Los cuatro hombres estaban algo melancólicos, y bebían hidromiel mientras contemplaban el bracero. El primero en poner el tema fue el padre:
-No deben estar tristes hijos, han de llevar muy bien esta empresa.
-Lo sabemos padres. – Dijo A.
-Honraremos tu nombre. – Dijo B.
-Cumpliremos con cada pedido. – Dijo C.
-Lo sé bien hijos, por eso estoy tranquilo – suspiro el anciano – mañana traerán a la nueva matriarca de la manada, debe ser tratada con mucho cariño. Su nombre Aurora, es una Elipfante blanca, muy rara. Los Elfos de las Islas Grises me la vendieron a un buen precio. Quiero que el chico la recoja, ¿cuál es su nombre?
-Opiteus – dijo C contestando veloz como el rayo – es el mestizo.
-Exacto – dijo el padre – es medio Elfo, así que Aurora no se sentirá nada de rara, no quiero que las cosas salgan mal, esto es el futuro de nuestra empresa.
Todos asintieron.

Lejos de ahí, unos cuatrocientos treinta y dos kilómetros hacia la costa, una embarcación de velas negras y una estrella blanca de cinco puntas como símbolo, llegaba al puerto de la ciudad. No era un navío normal, pues estaba cargado con guardias, miembros de una elite de guerreros Towa, que componían la gran policía de la ciudad, su preciosa custodia era nada menos que Rusticar, alto conde del séptimo circulo, marqués de Debris, príncipe segundo de Towa y consejero real. Había estado fuera del país por dos años, seis meses, dos días y unas pocas horas; recorriendo los reinos lejanos del oeste, aprendiendo como se hacía la vida fuera de estos pequeños y atrasados parajes.
Hablemos de rusticar, un hombre de unos cuarenta años, de altura media, de rostro ratonil, sin un cabello alguno, sólo un tatuaje en forma de serpiente sobre su calva, símbolo de la familia Rusticar. Sus ojos eran grises y su expresión de pocos amigos, la que no escondía el hecho que en realidad no tenía, NINGÚN amigo. Ni siquiera entre los miembros de la corte, por supuesto que tenía muchos aliados, pero nadie que diera su vida por él. Pero estos valiosos aliados siempre estaban, en altas posiciones, concentrando la gran mayoría de ellos en el clero de la ciudad, los Sacerdotes de Parlan, el dios de los reyes, los parlamentos y la burocracia; verán mis jóvenes lectores, Towa era un país pequeño, pero con muchos dioses. Por eso Rusticar era importante, mucho muy importante, tanto que el rey muchas veces sentía un escalofrío al hablar con el intrigante hombrecito.
-Preparen mi habitación – dijo a uno de sus guardias – y díganle al rey que debo hablar con él.
-Hoy es el cumpleaños de su hija.
-¿Y eso me importa? Claro que no, estamos hablando del futuro de nuestro país, es hora de alcanzar la grandeza, hora de tocar el cielo.
Los hombres se perdieron en la niebla que a esa hora se junta en el puerto, y tan espesa es que se dice que tiene vida propia, lo que puede ser verdad, pero en este momento no nos incumbe.




III

Si hubiese una escala para el aburrimiento, y esta fuese de uno al diez, pues el que sentía la princesa Hum hubiese sido ciento sesenta. Contemplaba, como siempre, la ciudad de sus ancestros, desde su angosta ventana. Era su cumpleaños número quince, lo que sería una gran fiesta en cualquier casa real, o entre los miembros de la nobleza, pero ella era el hija del único rey que creía en conservar la moral, dando un ejemplo de templanza, sin grandes despilfarros, es decir, sin grandes fiestas, grandes regalos, ni nada de nada, sólo un beso por la mañana y un regalo de porcelana que hubiese sido muy bello hace dos años.
Hum tenía el cabello rojizo, y sus ojos era de un negro profundo, su tez no era ni blanca ni morena, más bien de un color cálido, que recordaba las tardes del verano. Ya muchos duques y marqueses habían pedido su mano, pero su padre sabía que mantener la mano de su princesa en suspenso le daba poder, y para un reino que podría ser barrido con un solo movimiento de cualquiera de sus vecinos, cualquier instancia de poder era agarrado con las dos manos.

El rey estaba cansado, mejor dicho, postrado, como un trozo de mantequilla sobre el trono. Esparcido en toda su humanidad. En su cabeza pasaban muchas imágenes, pero la que más lo acosaba era la llegada de Rusticar, y las demandas que traería. ¿Qué pediría? ¿Un nuevo templo? Lo que fuese, siempre iba a ser difícil, complejo, caro o, peor, todo eso junto. Pero no podía decir que no a los pedidos que su primo Rusticar hacía, una porque el clero estaba de su lado, segundo, porque realmente era un hombre ruidoso, sabía muy bien el escándalo que armaría si algo no se le concedía.
El recién llegado entró junto a seis de sus guardias personales, todos vestían máscaras que simulaban aves depredadoras, como lo exigía el protocolo para los sacerdotes cuando estaban en sesión con el rey.
-Su majestad – dijo el ministro haciendo una reverencia al rey – Señor de los mares eternos, almirante de los espacios, rey del submundo y eterno protector del imperio.
-Si, supongo que ese soy yo. Termina las formalidades Rusticar, es el cumpleaños de mi hija.
-Lo sé, su alteza suprema, protector de los inocentes, campeón de las causas nobles…
-Que termines te dije.
-…sultán de las arenas eternas, alto amo de la vida y la muerte… ya, eso es todo.
-Dime que quieres.
-Bueno primero, quiero hacerle entrega de los regalos que les manda el Emperador de Alan, y los presente del Rey de Fraxia. Además de los hermosos ropajes que le mandan los Elfos de las Islas.
-Dudosamente eso es todo.
-No lo es mi señor.
-Entonces habla.
-Bien, verá, nuestro reino esta rezagado en lo que respecta al resto del mundo, incluso nuestros vecinos han comenzado la construcción de ferrocarriles, dirigibles y caminos.
-No los necesitamos, somos muy pequeños para eso.
-Pero tenemos los mejores arquitectos, los mejores ingenieros, muchos animales de carga y lo mejor, un gran mago, que podrá hacer este sueño realidad.
-¿Cuál es ese sueño?
-¡Hacer la torre más alta de toda la creación! Una torre tan grande que toque el espacio sideral, que los ángeles se sienten en ella.
-No tenemos dinero suficiente en las arcas para esas frivolidades.
-Piense en esto como un regalo para su hija, podemos nombrarla como ella, la gran torre Hum, la envidia de nuestros vecinos, además no hay mucho que pueda hacer su majestad, ya está anunciado, presenté el modelo en las cortes de nuestros vecinos, no podemos fallar.
-Tu no tomas esas decisiones.
-Eso lo veremos, en este momentos los sacerdotes recorren el palacio, todos armados, y dispuestos a seguir mi orden, quizás la guardia pueda con ellos, quizás no, pero pueden hacerle mucho daño a su familia, mire su majestad, primo mío, no quiero tomarme el poder, pero es necesario que usted y yo tomemos juntos las riendas de esta nación. Le dejaré los planos de la gran torre, hablaremos mañana, cuando se sienta con una mejor predisposición.
El rey estaba mudo, ¿qué podía decir? Ese era exactamente el objetivo de Rusticar, quien se iba de la escena, sonriente, y se perdía en los pasillos de palacio.

Hum le temía a los sacerdotes, pero su tío Rusticar, a quien no veía en mucho tiempo, le producía pesadillas, ella sabía que nada sería seguro con esa bestia suelta, así que fue directo a la sala del trono ahí el rey estaba contemplando los planos de la torre Hum, la chica lo miró, no sabía lo que ocurría, pero seguro era malo y se quedó abrazada a su padre por mucho tiempo, al menos ya no estaba aburrida.

IV

Mientras en el palacio las cosas se ponían extrañas, muy lejos de todo lo que hemos contado hasta ahora, vive la tribu de los Hukutaros. Humanos que han tenido poco o nada de contacto con la civilización, son dedicados a la naturaleza, fervientes seguidores de la gran diosa Tierra. Su hogar esta en un pequeño islote al sur del continente, casi al limite con el polo, por lo que gran parte del año su tierra es nevada, fría e inaccesible. Era el tercer día de celebración del gran tótem, donde los jóvenes recibían una visión de lo que sería su vida, esta no era una orden, más bien era una consulta vocacional, que les orientaba, por ejemplo este chico con cara de payaso sería pescador, mientras que la niña más bella sería costurera; como dije, este veredicto no era obligatorio para todos, pero esta ceremonia tenía un elemento muy irregular, porque por primera vez, una niña ciega daría la prueba, el chamán había prohibido esta prueba para niños con dificultad, ¿qué podía ser ella? Eso se decían sus padres, pero ella estaba decidida, nadie escribiría su destino.
Se paró frente al gran Tótem, que era básicamente un roble cortado, con la figura de un pato tallado en ella. La niña, simplemente se preparó para escuchar, pero el tótem no habló. Diez minutos, tampoco habló, ni lo hizo media hora después. El chamán comenzó a recitar palabritas, entonces ella había entendido, no era un dios el que hablaba, y decía que era lo que los jóvenes debía ser, hacer y decir:
-Serás ayudante de jardinera – dijo el viejo.
-No, seré una hechicera y aprenderé a leer.
-Serás ayudante de jardinera – repitió.
El silencio reinó en ese momento, la gente se miraba asustada de lo que podía pasar, no era normal que una niña fuese tan insolente, menos una que había desfavorecida por los dioses de la salud.
Fue uno de los pobladores más cercano a su familia que arrojó el primer tomatazo, el que fue a dar justo en la frente de la niña, otro poblador siguió su ejemplo con un rábano, y otro lo haría con una piedra que la derribaría dejándola de rodillas frente al tótem.
-¡Hará enfurecer a los dioses! – dijo una anciana.
En un momento todo fue gritos, pero ella no derramó lágrima alguna, volvió a pararse frente al tótem, los aldeanos seguían arrojando insultos, piedras y verduras a la niña, esta vez, el tótem se remeció, luego dio un giro y voló en dirección a los gritones. Luego todos se despegaban del piso, gritando, chillando, llorando. Ella no quería hacerles daño así que los bajó.
-Mi nombre es Antipoca, y seré una hechicera – dijo y sin ayuda de nadie dejaba atrás su pueblo.
Se sentía bien, no feliz, pero contenta, sin enojos. Ellos no sabían verla, pero pronto todos podrían entender que la falta de visión no la incapacitaba para ser una gran persona. Había escuchado que en la ciudad de Towa, un mago había encontrado un tipo de lectura que ella podría estudiar para poder ser una gran hechicera, y le enseñaría a leer, dos cosas que ella ansiaba con toda su alma. De manera que caminó hasta el cabo, donde pasaban los mercantes, que llevaban mercancías entre los continentes y se quedó esperando, bajo la lluvia, pero ni esto podría hacer que desistiera de su misión.

Una música lejana le daba la bienvenida a la ciudad, habían sido tres días de viaje sobre un barco Elfo, un curioso hombre, que decía tener el nombre de Hamlet le había acogido, había sido una extraña jornada donde seres, que olían y se sentían como elefantes, parecían conversar con las personas, pero los animales no hablan, ¿verdad?

V

Opiteous vistió sus mejores ropajes, de un sobrio verde oscuro y una capa de cuero, lo justo y necesario para no llamar la atención. No estaba sólo, Iplac C lo acompañaba, debían ser cautos, había mucha competencia esos días. Además la guardia, o peor, los monjes, podían darse cuenta de que estaban internando un animal sin los permisos correspondientes, o mejor dicho sin pagar los tributos suficientes a Rusticar.
El navío que traía las novedades no tenía bandera de nación alguna, aunque tenía sus velas rojas, costumbre de las Islas Grises. Su capitán era un Elfo llamado Hamlet, que trataba con todos los continentes, pero que odiaba venir a las pequeñas y complejas naciones que solían ser verdaderos desastres para los negocios.
Hamlet descendió de la nave y ordenó que se bajara el puente, los marinos, la mayoría Gnomos, hicieron bajar al animal más hermoso que hubiesen visto jamás los ojos de Towa. Aurora, de un blanco brillante, sus ojos, de un verde intenso, sin la parte blanca que caracterizaba a los demás Elipfantos. Casi parecía analizar la situación con curiosidad humana.
-Es un animal muy bello - dijo Hamlet al chico, ignorando al enano – si lo tratas con amor se quedará contigo para siempre, háblale todas las noches, ¿hablas elfo?
-No señor.
-Bueno toma – dijo entregando una libreta negra – léele esto todas las noches, es su novela favorita, tiene un amor especial por las novelas de detectives.
-¡Es un animal! – Protesto C.
-Seguro – dijo Hamlet – lo es, señor Iplac, ha sido un honor trabajar con usted, y chico, nos volveremos a ver. ¿Cúal es tu nombre?
-Opiteus.
-Un buen nombre Elfico.
El capitán dejó el muelle y pronto todo el barco haría lo mismo, así eran los marinos elficos y no había más que hacer. Los hombres pusieron a la gran bestia en un carro que Iplac ya tenía preparado, lo importante era salir de la ciudad rápido y precisamente eso hicieron.
Algo latía fuerte en pecho del chico, ¡era su corazón! Por primera vez en muchos años estaba contento, no sólo por ver otros Elfos (no había, hasta ahora, conocido otros, aparte del borroso recuerdo de su padre), había algo en el animal que le hacía sentir feliz, no sabía que era exactamente, pero estaba seguro de que pronto lo haría.

VI

Antipoca había oído la conversación en que el animal había sido vendido, le pareció especialmente triste, ¿y si alguien quería venderla a ella después? Pues no dejaría que eso pasara. Caminó por el puerto un buen rato, se concentró, como solía hacerlo en el bosque, para tener un mapa, pero en la ciudad esto parecía especialmente duro de lograr. Muchos ruidos, muchos humanos y ese olor a pescadería que imperaba en el muelle. Pero si podía sentir la magia, eso le salía muy bien.
Para los lectores que no sean magos, hechiceros o chamanes experimentados, voy a explicar algo sobre la magia, esta tiene un color, un olor y una forma. La joven Antipoca, al ser una innata, pues sabía muy bien identificarla, verán una ciudad que debe construir torres para vivir, debía usar mucha magia, y sobre todo mano de obra mágica.

Rusticar y sus hombres habían dejado el palacio, se habían trasladado a la Abadía, que estaba justo en el centro de la ciudad, no querían arriesgar un enfrentamiento con los guardías del rey, era mejor dominarlos por arriba, pues eran peligrosos, temibles, sobre todo para un hombre que no tenía la menor idea de tomar una espada, ni la menor pista de para que servía un escudo, lo suyo era la manipulación, que podía ser sutil, como también violenta, y tan cruel como una guerra en campo abierto.
Se abrían paso entre la muchedumbre, llegando a la plaza central, donde se reunían los Goblins a pasar un rato entre construcciones.
-Con esos bichos no bastará para construir nuestra torre. – Señaló el primer ayudante.
-Es verdad, necesitaremos muchos más y más poder. – Rusticar tenía un extraño brillo en los ojos cuando decía la palabra poder.
-¿Cuántos magos tenemos entre nosotros?
-Nunca los suficiente, y no de buen nivel.
-Eso es malo.
-Muy malo, debemos hacer esta torre, ¡debemos demostrarles que podemos tener poder!
Una multitud hacía un circulo y aplaudía, alrededor de alguna función, una fuerte energía de magia natural emanaba del ejecutante, Rusticar pensó en algún mago Goblin, o uno de sus alumnos jugado y haciendo el tonto, pero ese tipo de magia era algo extraño en estos días. Debía verlo con sus ojos, y bueno la sorpresa no es poca cuando una chica de trece años se elevaba del suelo, era como regalo venido del cielo. Los asistentes a la función arrojaban monedas aplaudían y se dejaban sorprender.
Rusticar sonreía en conformidad, los dioses lo amaban.

VII

Hemos presentado a casi todos los actores de esta narración, ahora, es tiempo de que demos rienda suelta, si me permiten la expresión, a nuestra historia, y no hay mejor lugar para continuar un relato que en un granja, más precisamente en un establo, ¿cuántas buenas historias has visto que sucedan en un establo? Pues son muchas como para enumerarlas ahora, así que concentrémonos en un chico, un ser similar a un elefante, de color blanco, ojos verdes, ambos muy cansados, y dispuestos a dormir una semana. Pero, es sabido por todos, que eso es imposible, al menos para sirviente de establo lo era.
-Buena chica, no has protestado ni un segundo – dijo mientras pasaba la esponja húmeda por el lomo – no eres como los demás.
La mirada del animal se clavó fijamente en Opiteus, quien no sintió algo que no fuera ternura en ella. Los demás animales se habían dormido ya, y muchos de ellos ya roncaban. Iplac C estaba pendiente del cuidado de este Elipfanto, así que debía cuidarla de manera especial, pero él quería a todos sus animales.
Esa noche los sueños no fueron muy amables con él. Había visto un reino, no uno conocido y cercano, este era un lugar nuevo. Una ciudad armada con círculos, o mejor dicho en espiral, una sobre el otro, grandes dragones la circulaban. Y veía un bosque no muy lejos que ardía. Después, un enorme ejército de hombres armados aparecía, eran tropas de Fraxia, con sus armaduras plateadas, y túnicas blancas. De las arenas de Alan surgían más soldados, con sus cotas de malla, y sus cascos con cuernos, túnicas rojas. Era la guerra, no una del pasado, era una guerra justo ahora, y había sólo una explicación para ello, Towa ya no estaba, así de simple había desaparecido.
Entonces escuchó una voz que le llamaba por su nombre, luego sintió una horrible humedad y estaba despierto.
Aurora le había arrojado agua con su trompa:
-Lo siento chico pero tus gritos no me dejaban dormir, y una dama debe tomar su sueño de belleza con mucha seriedad.
-…- la boca abierta de nuestro héroe no podía emitir sonido alguno.
-Cierra la boca, estamos en un establo, te entrará un tábano, no es algo agradable, créeme.
-¿Estás hablando?
-Fabuloso, eres un genio.
-Los animales no hablan.
-No hablamos con los humanos, es verdad, pero, ¿no crees que debemos comunicarnos de cuando en vez con el prójimo? ¿No crees que tenemos un sentir que expresar? ¿No crees que somos capaces de una buena idea?
-No he dicho eso.
-Muy bien, me pondría muy triste que pensases de esa manera. ¿Podremos dormir ahora y hablar en la mañana?
-No creo que eso sea posible.
-Muy bien, ¿quieres una explicación?
-Sería un muy buen comienzo.
-¿Seguro que no quieres dormir?
El chico sacudió la cabeza, afuera un gallo muy perdido llamaba al sol, pero eran sólo las tres y cuarto de la mañana, faltaban horas para que el sol se atreviera a asomar su ingenuo rostro por la montañas del este.
-Muy bien – dijo Aurora cogiendo un ramo de zanahorias con su trompa – ya que me obligas a una comida de medianoche… empecemos, sin anestesia. ¿Sabes que eres un semielfo?
-Eso es algo obvio, todos me llaman mestizo.
-Muy bien, digámoslo correctamente, no sólo eres un semielfo, eres un dos tercios elfo, porque tu madre era semielfo también, tu padre era un Elfo Gris, aunque su identidad, no la conozco. Entonces tu eres dos tercios elfos, por eso puedes escuchar a los animales, claro que la mayoría no dice mucho, yo en cambio sé hablar siete idiomas y dos dialectos.
-Ah. Entonces no hay una gran historia tras de todo esto. Sólo una cuestión de matemáticas, y un poco de historia familiar.
-¡Hey! No he dicho eso, no te deprimas, aún no he terminado de hablar. Bueno digamos que algo muy malo esta por ocurrir, algo tan malo que tu y yo tendremos que trabajar juntos, ¿qué te parece eso?
-Bueno, excepto porque pasará algo muy malo, claro, pero no es mucho cambio, igual trabajaríamos juntos en la granja.
-Esto es diferente.
-¿Cómo así?
-Pues, si tenemos suerte, salvaremos al mundo, o al menos, a buena parte de él; de no ser así, bueno nadie sabrá de nosotros y desaparecemos en la historia. Bueno tranquilo, y debo enseñarte elfíco, no es posible que no seas capaz de leerme mi novela favorita.
Por extraño que parezca, hasta los grillos callaron con esa frase, todos parecían creer las palabras del paquidermo, todos menos Opiteus que simplemente se quedó ahí, enterrado en los cantos de la noche.

VIII
Este viajero conoce muchos más de lo que le gustaría, imaginen ustedes lo que es recorrer la galaxia, todas las dimensiones, todos los planos de existencia buscando, cazando historias, aprendiendo todos esos nombres, al principio usaba sólo mi memoria, pero hoy por hoy uso un cuaderno, ya saben lo que nos sucede a los viejos, en fin, basta de lamentaciones. Quiero decir y advertir a los lectores, que mientras escribo este pergamino, una serie de eventos se han desatado sobre los habitantes del mundo que tenemos bajo la lupa, algunos se comienzan a notar, otros sólo parecen coincidencias sueltas en el continuo temporal, peor les voy a decir otra cosa, no existen las coincidencias, por terrible que parezca esta afirmación.
Hum contemplaba los trabajos que habían reciente inaugurados, la torre llevaría su nombre, y cada uno de los miembros de la ciudad lo comentaba, culpándola si es que el pan faltaba en su casa, los tributos se habían duplicado desde el comienzo de la obra, ella sólo quería gritar, explicarles a todos que esto no era su culpa, ni siquiera de su padre, que eran rehenes en este palacio. Nadie lo creería.
Estos terribles pensamientos la acosaban mientras recorría la terraza de palacio. La guardia ya no era de confiar, y los hombres de su cariñoso tío estaban en todas partes. Habían pasado dos semanas desde que esa extraña niña había llegado, le daba miedo el sólo mirarla, los hechiceros eran tan impredecibles. Por otro lado, Antipoca sentía miedo y rencor por la princesa, no le gustaba cruzarse con ella en los pasillos de palacio, podía leer muchas cosas en su aura, pero sobre todo tristeza, no le parecía correcto que una niña que lo tenía todo se diera el tiempo para estar triste cuando debía estar gobernando.
Rusticar había comenzado su enseñanza con la joven ciega, primero a enfocar su energía, luego, a concentrarla en un objeto. Así levantar un bloque de una tonelada era lo mismo que levantar un par de kilos de harina. Hum los veía practicar cada mañana, a pesar de su miedo, quería aprender de su enemigo.
Mientras, los arquitectos, los ingenieros y los cuidadores de Elipfantos, se reunían en el punto de la obra, mientras que los paquidermos hacían fuerzas impresionantes, Antipoca aliviaba la labor de los contratistas Goblins, que ya eran experimentados constructores y tenían realmente una mala espina con respecto a esta torre, las proporciones eran épicas incluso para un reino dedicado a la arquitectura.
Este es el momento para que les hable del mejor de todos los ingenieros del continente, no era un humano, era un Goblin, de aspecto desaliñado, y dientes como navaja, su nombre era muy simple, Ikon, pero sus intensiones, esas eran más complejas, en un panorama aún más complejo. Odiaba profundamente este pequeño reino, pero no había trabajo en ningún otro lugar para un Goblin, excepto, claro estaba, de soldado, para eso había trabajo en cada reino de este y de cualquier otro planeta. El pequeño gran ingeniero había hecho el más impío de los tratos que un hombre de su oficio podía hacer, esto es ignorar cálculos matemáticos, sus propias ecuaciones le decían una cosa, que la torre era peligrosa, ni más, ni menos. No es que se fuese a caer, o que fuese fea, ambos aspectos estaban cubiertos, pero verán, las torres son algo complejo. Una inclinación incorrecta y el universo mismo puede colapsar, verán entre más alta y angulosa es una torre, más aberrante es para el cosmos, que le gusta ser redondito, acolchado y para nada filoso.

Rusticar odiaba ya lo suficiente a los Goblins como para tener, además, que hablar con uno que tenía delirios de grandeza, pretendiendo ser un hombre culto, sabio, como él. Pero la verdad es que no era más que estiércol que debía ser barrido:
-Señor – dijo tímidamente Ikon – han llegado los cristales de amatista.
-Excelente deben haber dos receptores de amatista en la base y uno en forma de antena.
-¿Puedo preguntar la razón?
-No, no puedes.
-Pero señor, soy el ingeniero, si algo sale mal, será mi culpa.
-Así es, ¿crees que yo tomaré responsabilidad de tus actos?, si algo sale mal es sólo tu culpa. Ahora deja que debo recibir a los enviados de Alan, vendrán a contemplar nuestra gran obra, luego vendrán los Fraxios.
-Tomaré el primer bote a Bajo Raíz si sigue con esa actitud.
-Vete, ya no te necesito
Rusticar simplemente sonrió y el Goblin se perdió entre sus trabajadores, sabía que algo malo pasaría, además la amatista es un material peligroso, se dice que llama a los viejos dragones y nadie quiere a esos tipos de vuelta.

IX

Los Elpifantos sabían disfrutar de la vida entres sus horas libres, sus mentes altamente más desarrollada que la del humano promedio, solía dedicarse a la poesía, la filosofía o la reflexión teológica. Bueno todos los paquidermos hacían algo similar, los Elefantes, se dedicaban a resolver puzzles cuando los humanos no les observaban, y los Mamut, bueno ellos siempre han sido aficionados al debate político. Todo esto pasaba sin ser notado por Iplac A, quien comandaba las tropas de los animales que estaban a cargo de la construcción. No le gustaba lo que ante sus ojos aparecía: el agujero más grande que había visto, era un enano, sabía algo de ingeniería, estos grandes orificios había que dejarlos a la madre naturaleza. Debía de decir algo al respecto, y nadie podía callar a un enano cuando quería decir algo.
Se abrió paso entre los guardias de palacio y caminó con paso decidido hacia el salón del rey, los guardias no eran estúpidos, no se meterían en el camino de un miembro de la familia de los Azores, a menos que quisieran morir, claro esta.
El rey estaba recostado sobre su trono contemplando un plano, era el acueducto que él hubiese construido si es que no le hubiesen impuesto la estúpida construcción de la torre.
-Su majestad.
-Eres Iplac… no recuerdo cual…
-Soy Iplac A, hijo de Iplac. Encargado de los Elipfantos del campamento, mi misión es velar porque no falten las piezas para la construcción de sus torres.
-Sé bien que haces, mi buen señor, he admirado a su padre desde que era un niño. Hay pocos hombres tan hábiles en el campo de batalla.
-Así es, debe saber que los Enanos somos buenos ingenieros y creo que esta construcción esta tomando un matiz tenebroso. Hoy vi que los Goblin traían amatista, si recuerda usted la razón para última gran guerra…
-El progreso no se detendrá.
-Esas no son sus palabras mi señor, eso parece salido de la boca de Rusticar.
-Rusticar… así es, el las dijo. Y es en realidad su torre. Usa nuestros nombres como escudo, pero es su torre, él ha tomado el control, no ha sido coronado, pero es el rey.
-No puede ser.
Mientras Iplac A trataba de volver sobre sus pasos, pero cuatro sacerdotes con cabeza de pájaro cruzaban la puerta, portando filosos ganchos.
-Estoy desarmado – dijo el Enano.
-Excelente, será más rápido – dijo uno de los seguidores de Rusticar.
El primer golpe lo dio el enano derribando a una de las extrañas figuras, otro de los seres tiró un corte con su gancho, este cortó parte de la chaqueta del pastor:
-Hey, esa es mi mejor chaqueta.
Las criaturas seguían intentando aniquilar al buen Iplac A, el rey debía intervenir, corrió hasta uno de los extremos de la habitación y le arrojó una de las hachas que estaban colgados, ¿sabes que pasa cuando un enano recibe un hacha? Pues bien, lo verás a continuación. ¿Se acuerdan de que eran cuatro extrañas criaturas con rostro pajaríl? Bueno ahora son ocho mitades.
Y más enemigos venían, pero tratar de parar a Iplac A era como tratar de parar a una locomotora, o peor quizás. La guardia quiso interponerse, pero el rey gritó una vieja palabra que sólo los oídos de los guardias más fieles podían entender, y se detuvieron, como robots bien programados. Los trabajadores vieron la nube de polvo que el Enano dejaba mientras corría hacía sus animales:
-¿Qué sucede? – Preguntó su capataz.
-¡Nos largamos!
Y nadie se larga tan veloz como un hombre al que quieren convertir en filetes.

Hum había oído lo sucedido corrió hasta su padre, pero sólo encontró que la sala del trono estaba vacía, pero muy pronto se llenó con los hombres de Rusticar y el mismo ser de alma negra se hizo presente, a rastras un golpeado monarca:
-Ayudaste al Enano.
-Su padre era un viejo maestro, el honor me impide la traición, no como a ti.
-¿Yo? Yo sólo sigo tus ordenes, eso cree tu pueblo. ¿Sabes? Ellos dicen que has perdido la cabeza, y yo pienso que hacerlos creer eso es buena idea.
-Criminal.
La chica había encontrado refugio tras una columna, quería llorar o gritar, pero el miedo era tal que se tragaba su pena.
-Así es, lo soy, pero soy mucho más que eso también. El rey va a morir en su sueño, es una pena por la pobre Hum, que desaparecerá esta noche también. Dos tristes pérdidas para este reino, lo bueno es que siempre podemos culpar a los Enanos.
Los seguidores asintieron y se llevaron al rey a un destino incierto, las sombras se cerraron sobre Hum, esta vez las lágrimas no aguantaron en sus ojos.

X

Opiteus había aprendido algunas frases en elfo, no era gran cosa, “El gato está sobre la mesa” y “El perro esta en la ventana”. Lejos estaba de llegar a leerle la novela a su nueva compañera; pero a esta no le importaba, algo se sentía en el aire, el problema de las profecías, es que algunas veces, pocas, pero seguras, se cumplían, en un mal momento ciertamente, cuando nadie en esta historia estaba preparado.
-Debemos dejar este lugar – dijo Aurora.
-¿De qué hablas? Este es mi lugar, mi casa.
-Realmente debemos salir de este lugar, muy pronto, si es que mi fuente es precisa,
La trompa del animal estaba alrededor de la cintura del chico, y lo subía hasta el lomo.
-Ahora es cuando te sujetas, tienes permiso para gritar.
Todos aquellos de ustedes que hallan volado en un Elipfanto sabrá que no es una experiencia muy habitual ya que los individuos voladores son muy pocos por estos lados, en cualquier otro a decir verdad. De cada cien individuos, uno puede volar, y Aurora no era de las que se mostrara volando a todo el mundo, era más bien privada.
El grito de nuestro Opiteus fue impresionante, y lo hubiese sido más si hubiera visto la tropa de energúmenos con armadura comenzaban a invadir el que había sido su hogar por tantos años.
-¿Dónde vamos? – Preguntó el chico.
-A rescatar a una princesa, eso es lo que hacen los héroes, la escuela ha comenzado.

XI

El cielo era un refugio seguro para nuestro futuro héroe. La Elipfanta surcaba el cielo como una pluma, algo más pesada en términos estrictos, pero bueno, tenemos imaginación, así que quedémonos con la idea de que volaba como la ya mencionada pluma. Queridos lectores, si pudiésemos abrir la dura cabeza de nuestro héroe como la de un melón, veríamos dos ideas claras: una le decía, debemos llegar donde la princesa, la otra, ¿cómo me metí en esto? Pero eso no importaba mientras la ciudad que antes era el hogar de la libertad se aparecía en frente de ellos.
El castillo que había albergado a la línea de reyes más antigua del planeta ahora estaba opacada por una torre que comenzaba a ser levantada a la misma velocidad que uno se levanta de una silla.
-¿Cómo rayos pasó eso?
-Magia, quizás los Hechiceros Rojos u otro grupo de magos, seguro han reemplazado a los ingenieros, construyes más rápido cuando levitas las piedras que cuando usas a un Elipfanto cargador. Pero la magia tiene consecuencias, ya las veremos, pero no más conversación, tenemos trabajo.
-A propósito de eso, no tenemos armas, magia, ni siquiera tenemos dinero para el almuerzo.
-Pero somos los buenos.
-¿Eso que significa?
-Que vamos a ganar pese a las circunstancias.
-Ah.
La poderosa reina de los Elpfantos aterrizó a unos cuantos cientos de metros de la ciudad, podían ver la torre creciendo veloz como un enorme grano en la piel de la tierra. Nuestro recientemente nombrado héroe estaba inquieto, lo que seguramente puedes comprender, pero ya no era tiempo de dudar:
-¿Qué hacemos ahora?
-Bueno, esperamos por nuestro único aliado.
-¿Quién?
-Espera, viene en el manual de cómo ser un héroe, la paciencia, creo que te gustará la respuesta.
La espera no fue mucha, cuando por la cañada que los separaba de la ciudad se escucharon gritos y lo que parecían ser, ¡¿relámpagos?! Las cortas piernas de Iplac A hacían lo posible por no caer ante el acoso de los hombres de Rusticar.
-¡Préparate! – Advirtió Aurora.
Iplac salió de los matorrales gritando, mientras cinco hechiceros le seguían, entonces la sorprendente Elipfanta soltó un bramido tan fuerte que derribó a tres de los perseguidores. Opiteus saltó sobre el cuarto dejando que el enano diera un fuerte golpe en el estómago del quinto.
-¡Vamos! – Gritó nuestro héroe en pleno ejercicio de sus nuevas funciones. - ¡Arriba del Eliphanto!
-¡Los enanos terminamos nuestras peleas! – Protesto nuestro único representante de la familia Azor.
-¡Arriba dije!
La trompa de Aurora envolvió al petiso guerrero y luego despegó, ¿recuerdan lo que les hable sobre los gritos de Opiteus al tener su primer recorrido por los cielos? Ahora imaginen a un enano que odia despegarse del piso, siendo llevado por los aires, pues podría resumirse sen un gran: ¡AAAAAAAAAHHHHHH!

XII

Hum había sido conducida hasta sus habitaciones, dos hechiceros la custodiaban, su antigua guardia ya era cosa del pasado, al igual que su reino. No parecía encontrar espacio alguno para la esperanza. Pero, ustedes sabrán que ese es el mejor momento para esperar lo absolutamente imprevisible, como por ejemplo que un enano de ochenta kilos, un paquidermo volador, y un individuo tres cuarto de elfo caigan justo en la habitación contigua.
-No fue mi mejor aterrizaje. – Dijo Aurora, hablando en voz alta con el enano
-Esperemos, de lo contrario esta historia durará muy poco – dijo Iplac A mientras sacudía su pechera. – El plan me parece bien, ¿cuándo empezamos a ejecutarlo?
-En este justo momento.
Los guardias que custodiaban a Hum estaban bien entrenados, pero nunca habían hecho trabajo práctico, verán, este es el más neutral de los países, ¿así que contra quien podían pelear? Además había pasado gran parte de los últimos días en su “reeducación” , es decir les lavaron el cerebro, lo que es siempre un punto en contra cuando se trata de velocidad. Como fuese, los hombres usaron sus artes militares para detener a nuestra extraña tropa de héroes, con éxito nulo.
Hum surgió de la nube de polvo, justo en frente de Opiteus:
-Niño, ¿qué este desastre?
-Opiteus, Opi si quieres, pero no niño.
-¿Qué?
-Que no me llames niños, mi nombre es Opiteus, u Opi, si quieres. Y somos tus rescatadores, o algo así.
-No dejaré palacio… el destino de mi pueblo…
-Disculpe princesa, soy Iplac A, hijo de Iplac. Mis hermanos y yo somos colaboradores de su padre, por esa lealtad es que estamos aquí. Oh, princesa Hum – terminó Iplac A con una gran reverencia.
La chica no estaba muy convencida de que este fuese la mejor partida de rescate, pero al menos estaba saliendo de palacio.
-Aurora vuela muy alto, pero sobre la torre. – Dijo Opiteus con una extraña seguridad.
-Muy bien, pero deben agarrarse bien.
La torre crecía conforme se elevaban, y aunque el frío comenzaba a derrotar a sus camaradas, Opi pudo sentir la fuerza mágica que Antipoca estaba levantado, vibraba en todo el planeta. Una espesa niebla comenzó a rodear a nuestros campeones, justo y cuando dos extraños seres alados comenzaron su descenso desde lo que parecía ser el ojo de un huracán.
-¡Dragones! – Dijo Iplac.
-No cualquier Dragón. – Corrigió Aurora. – Son los Dragones de la Amatista. Han venido a sellar el conjuro del sumo sacerdote.
La torre brilló con un extraño resplandor, como si fuese una luz oscura, pero para entonces la neblina tenía cubierto todo lo que podías llamar el reino de Towa.
-¡¿Qué rayos!? – Gritó el enano tratando de buscar una razón.
-Así es Iplac, todo se ha ido. – Sentencio la Elipfanta.
-¿Destruyó el reino? - Preguntó Hum.
-No sólo sus paredes temporales, a salido del continuo espacio tiempo – aclaró la Elipfanta – no lo podemos ver pues no está en nuestra continuidad. La pregunta que debo hacer, querido equipo, es: ¿qué hacemos?
-Nos vamos, debemos buscar refugio, luego pensaremos que hacer. – Dijo Opiteus que comenzaba a sentir un fuerte dolor de cabeza.

























Segunda Parte

I
Al norte del continente más grande sobre el planeta, se encuentra Bajo Raíz una ciudad enorme, llena de extraños habitantes, podríamos nombrar algunos de los más pintorescos, como los No Muertos, los Orcos, Goblins, unos pocos Elfos, Enanos, Gnomos, Banqueros, Telefantes, quienes eran parientes humanoides de los elipfantos, que tienen la cadena de información más grade de los reinos, llamada Telefevisión. También encontramos muchos humanos, y en fin, casi cualquier raza, la sola ciudad ya es más grande que casi todo Towa, y es el lugar donde ocurré la gran mayoría de las aventuras de este planeta. Pero ya hablaremos de ella, por ahora lo que nos interesa es decir que en ella casi nadie había oído del país conocido como Towa, de la región, sólo se decía: un montó de bárbaros vive ahí, y si uno era lo suficientemente inteligente no la visitaría jamás. Y si bien no sabían del conflicto, o de la ciudad estado que ha desaparecido, sabían muy bien de la palabra dinero, y los gremios de la ciudad estaban atentos a la llegada de una princesa, y su comitiva, aunque esta princesa ya ni siquiera tuviera reinado.
Hum tenía unos ahorros en el banco de Bajo Raíz lo que bastó para pagar el hospedaje y la comida, después de todo se había ahorrado dinero del viaje, por haberlo hecho en los ahora cansados hombros de Aurora.
-Los Enanos de aquí me contaron que la guerra ya ha comenzado, ambos bandos se acusan de haber destruido Towa con sus cónsules y representantes dentro. También dicen que ambos países están comprando armas a una escala masiva.
-Eso es lo que Rusticar quería – dijo Opiteus mientras jugaba con una nuez entre sus dedos – la guerra hace felices a sus amos.
-¿Cómo es que sabe tanto ahora? – Preguntó Iplac, siguiendo una cierta lógica.
-Memoria de reserva – contestó el chico – siento como si algunos de los recuerdos de mis padres, mis abuelos y mis bis abuelos estuviesen conmigo, es una cosa de Elfos, ellos recuerdan todo, bueno yo no puedo hacer eso, pero de cuando en vez viene todo a mi. Lo que si sé es que Rusticar siempre quiso esto, y ahora la cuenta de muertos lo esta haciendo muy feliz.
El mozo les sirvió su comida, pero produjo un escalofrío a todos, era uno de los famosos No Muertos del lugar, se les llama así por una enfermedad mágica que afectó al reino conocido como Las Puertas de Plata. Sus rostros y cuerpos cambian según el estado de su imaginación al momento de ser infectados, no tienen necesidad de respirar, huelen raro, y siempre tienen moscas tras de ellos, aún así, no les gusta ser tratados de manera especial, y mirarlos mucho puede ofender a algunos. Este mozo era muy eficiente, en parte porque tenía un ojo adelante y otro en la parte de atrás de la cabeza, así que ningún cliente se le pasaba, como dije antes, Bajo Raíz y Towa no se parecen en nada.

Muy lejos de ahí, los ejércitos de las naciones rivales chocaban en pequeñas escaramuzas cada vez más violentas, lo que iría creciendo con el tiempo por un pequeño detalle, ambos grupos creían que peleaban por la justicia y por amor a su país.

II

En el país antes conocido como Towa los habitantes estaban divididos en tres, los primeros se habían entregado al pánico, al ver cerradas sus fronteras, haciendo imposible cualquier intento de ver el exterior, ver remplazado el horizonte por un limbo eterno (este efecto era especialmente aterrador en el muelle, donde algunos barcos habían quedado, literalmente, a la mitad de dos mundos) y ver la llegada de dos enormes dragones que se habían asentado en la cima de la ahora conocida como la Gran Torre de Hum. El segundo grupo de personas, muy minoritario, estaban felices, principalmente por su odio a los extraños, esa sensación les duró muy poco, porque la mayoría de la importación de vegetales y alimento venía precisamente de afuera. Y había un tercer grupo aún menor que ni siquiera sabía lo que había pasado, sobre ese grupo no vale siquiera la pena gastar tinta. Podríamos mencionar un cuarto grupo, pero de tan sólo tres personas, Iplac, y sus hijos B y C; que por orden de Rusticar yacían en el calabozo más profundo del antiguo palacio de Towa. En las celdas junto a ellos, se encontraban los antiguos miembros inquebrantables de la Guardia y bueno, uno que otro ladrón de fama mediana.
El padre del clan de los Azores ya había estado detenido antes, siempre por un tirano, así que simplemente espero, después de todo, un calabozo para un enano no era del todo una mala noticia. En otras celdas la gente lloraba y reclamaba, pero no sabían que el afuera estaba mucho, pero mucho peor.

Rusticar rumiaba su felicidad, como quien masca un gran pedazo de carne. Pero estaba nervioso, sus amos, los Dragones de Amatista eran los peores entre todos los dragones de cristal. ¿Qué quería decir peores? Nada, pues en realidad eran los mejores, los mejores despellejando humanoides, los mejores destruyendo civilizaciones, los mejores haciendo lo que un dragón malvado debe hacer con su tiempo libre. El alto sacerdote, primo del antiguo monarca, también conocido como tío Rusticar, se arrodillaba frente a sus amos, con sincera devoción, pero aún más sincero temor.
-Pensé que tendías todo listo para nuestra llegada, sin embargo veo con desagrado que no es así – Dijo el más anciano – no quisiera tener que involucrarme directamente.
-No Gran Maestro, las cosas han salido muy bien, tengo dominado al país completo, la torre esta en pie y nuestros enemigos se están matando entre ellos.
-Si… así veo… pero hay un detalle que se te fue. De hecho dos detalles.
-Maestro muéstreme mi error.
-Lo haré con gusto: el primero es que dejaste escapar a la hija del rey, mal hecho, ahí tienes una fuente de rebelión muy peligrosa. Segundo detalle, ¿no habías dicho tu, en tu pálida sabiduría humana, que no habían más seres mágicos en este reino?
-Así es, no los hay, todos emigraron o están muertos.
-Entonces, mortal dime, ¿quién rescato a la dulce princesa Hum?
El silencio se transformó en hielo, mismo que se puso a navegar en las venas del recientemente consagrado, líder de Towa, Entonces el más joven de los dragones se acercó a Rusticar:
-Una ves que fallas, no dejas de hacerlo. Termina este trabajo bien mortal, manda a alguien, puedo sentir su energía en Bajo Raíz.
-No puedo matarlos ahí…
-Tu no puedes, pero alguien podrá. Yo lo sé.
-La niña.
-Manda a al bruja, que vaya y no vuelva sin sus presas. ¿Fui claro?
-Ta…ta…tanto como se puede mi señor.
Los dragones emprendieron un corto vuelo y se perdieron en la neblina. Rusticar estaba por primera vez, desde que todo esto empezó, entre la espada y la pared.

III

Antipoca había aprendido en unos pocos días, lo que un maestro se demora diez años. Y ella lo sabía, incluso, gracias a un hechizo concebido por ella misma, había logrado crear una especie de visión, pero no le había gustado lo que había encontrado, al menos le había servido para leer aquellos hechizos que requerían lectura, después de eso, ya no era necesario seguir mirando. También se estaba perfeccionando en el arte del combate cuerpo a cuerpo, quería ser veloz, autosuficiente, ya lo era, pero no parecía ser suficiente, quizás nunca los sería.
-Mi señora Antipoca – dijo uno de los seguidores de Rusticar – mi señor quiere verla en la torre.
-¿Por qué no ha venido a buscarme él? De hecho no le he visto desde que llegaron esos dragones, debe estar pasando algo.
-Así es mi señora. Algo grande pasa y se le solicita su asistencia.
-Gracias, iré en unos minutos.
La garganta del diacono temblaba, había mucho más que una reunión sobre la torre. Bien ella sólo le debía respeto a una persona, ella misma, así que no dudaría en defenderse, hasta de su maestro. Había construido la torre para él, era hora que tuviese una demostración de aprecio, aunque fuese minina, pero ya había llegado a la convicción casi absoluta que el mundo solo te respetaba cuando tenías poder.
Las escaleras, creadas con magia no eran un problema para ella, todo el edificio era parte de ella, así que podía subirlo con la velocidad que ella quisiera, podría haber volado hasta la sima, pero ella quería caminar, y lo hizo en la mitad del tiempo que tardaban los acólitos.
-Hija mía, has subido a ver a tu viejo maestro – dijo Rusticar intentando provocar pena en la chica.
-Sus funciones vitales están optimas, así que viejo sólo esta en su cabeza. Ahora dígame porque me ha llamado con uno de sus esclavos y no me fue a buscar usted mismo.
-Es simple mi querida hija, tuvimos una fuga.
-¿Una fuga? ¿De qué?
-¿Cómo que “de qué”?
-Pues, hay muchas fugas, de agua… en una represa, pues, puede ser peligroso.
-¿Con quien has estado hablando? No, escucha bien Hum, la princesa, está en Bajo Raíz, nos ha traicionado y debes eliminarla.
-Muy bien, lo haré, pero antes dos preguntas, ¿dónde esta Bajo Raíz? Y ¿ cómo saldré del campo mágico?
-Te explicaré ambas cosas, mientras caminamos.
Antipoca había disfrutado esos momentos pequeños para exasperar a su maestro, ¿qué estaba pasando? ¿ya no le respetaba? O simplemente la estupidez que reinaba en las calles de esta ciudad, era contagiosa.
Algo en la trama no encajaba del todo para la joven hechicera, alguien estaba mintiendo, todo parecía prefabricado, si se concentraba en aquel agujero oscuro sobre su cabeza, sentía otra presencia, observando. Había escuchado de un ser, al cual incluso los dragones temían, Auditor le llamaban y su misión era contener la realidad, pero hace unos años había dejado sus funciones, había enloquecido por poder, él era el amo de la noche, el verdadero líder tras esto. Por primera vez los cuentos de su tribu le parecieron reales.
La apertura en el campo mágico le permitió sentir al ejército de Alan marchando, sus armaduras rechinantes y sus armas afiladas, ardientes por matar. Pudo oír el latir de doscientos chicos no muchos mayores que ella, marchando, uno más asustado que el otro. Uso un conjuro de tornado y voló invisible sobre ellos. Unos pasos más allá pudo ver a las máquinas de Fraxia, no eran muchos hombres, pero la posición les favorecía. La colisión era inminente y ella simplemente se quedó ahí mirando. “Ellos se hubiesen mofado de ti”, se dijo y dio la media vuelta, entonces empezó el combate, o mejor dicho, la emboscada, ¿habíamos dichos doscientos jóvenes? En unos minutos eran ciento catorce , luego noventa y así. Ella no pudo contenerse:
-¡Agua del Cielo! – Y la lluvia comenzó a caer sobre ambos bandos. Lo que produjo derrumbes y luego silencio.
Antipoca retomó la forma del tornado y voló sobre el mar eterno que separa ambos continentes, sería un viaje largo, bien, así podría pensar, había mucho ruido en su cabeza.


IV

Aurora estaba callada en uno de los establos, cuando una sombra familiar entraba invadiendo su metro cuadrado. Su nombre era Hamlet, aventurero, marino, pirata. Antiguo guerrero de la Orden Gris. Uno de los amigos más viejos de la ya veterana paquidermo.
-Te saludo Aurora, hoy es tu cumpleaños.
-Así es Hamlet, es un gusto que recuerdes a los viejos amigos, no sólo cuando estos pueden salvarte el pellejo.
-Es vedad, te debo muchas. Pero después de todas estas aventuras, creo que por fin encontraste lo que buscas.
-¿El chico?
-Así es, cada día se parece más a su padre, es un héroe por derecho propio, mi pregunta es: ¿estás a la altura de otro héroe?
-No lo sé. ¿Y tú?
-¿Yo? Si mi capitán ha regresado, a sus pies me he de poner, incluso si hay que combatir un dragón.
-Que bien…
-¿Por qué dices eso?
-Porque no hay un dragón, son dos. Alumno y maestro, Rusticar los invocó con la torre.
-Ya veo, dos.
-Tienes miedo, lo comprendo.
-¿Miedo dices? ¿No juré defender este mundo por los siglos de los siglos?
-Y lo hiciste, al menos durante un par de ellos, pero los tiempos han cambiado mi hermoso Hamlet. Ya no esta el capitán, y esta es una crisis de verdad, no solamente asaltar un buque de traficantes de esclavos, o tomar un fuerte Orco. Esto es de verdad.
-Ya, ya sé. Voy a estar ahí cuando me llames, lo prometo. O si no dejo de llamarme Hamlet.
-Todos sabemos que ese no es tu verdadero nombre.
Aurora se acomodó en la paja del establo, sonrió, le gustaba hablar con los viejos camaradas, incluso los ruines, como Hamlet.. Ella sabía que debía dormir, mañana sería un día pesado.

Hum ya había dejado de pensar en lo perdido, o mejor dicho, se había dicho a si misma: “deja de pensar en eso”, que no es lo mismo. ¿Cómo podía salir ganadora este entuerto? No tenían el poder suficiente, y ella que sabía hacer, ¿pedir regalos de cumpleaños? ¿qué tal ese superpoder? Pero quizás este caso no necesitaba alguien con superpoderes, ¿quién podría derribar una torre mágica apoyada por dos dragones? Un ingeniero. ¿Cómo se llamaba ese Goblin? ¿El de los dientes afilados y los ojos chispeantes? Iput, Lapi, Iko, Ikon, eso Ikon, el mejor ingeniero entre los Goblins, y probablemente entre los humanos también. Sabía que había dejado Towa en dirección de Bajo Raíz cuando todo esto estaba empezando. ¿Pero dónde estaría ahora?
Regresó sus paso a la posada donde se quedaban y se acerco al viejo dueño del boliche.
-Necesito un ingeniero.
-¿Un ingeniero? ¿De qué tipo? Hay un gremio para todos ellos, Ingenieros Navales, Ingenieros Militares, Ingeniero Mágicos.
-Uno que sepa de torres.
-¿Torres dice usted?
-Eso digo yo.
-Usted busca un constructor. Es el edificio más alto a dos cuadras de la universidad, no le recomiendo que vaya sola a esta hora, esta lleno de Goblins, ya sabe, son nocturnos predadores…
¿Qué importaban si comían plátanos después de las ocho? Ahora tenía una luz en su pecho, y una certeza, podía pensar soluciones, era la hija de su padre.

V

Antipoca llegó a las costas de Bajo Raíz, de haber tenido el don de la visión se hubiese asustado al ver las grandes murallas que le separaban de los enemigos externos. Pero lo que si pudo sentir, la asustó de igual manera, habían barreras mágicas preparadas por los magos de la Universidad, poderosos conjuros que ella no podía romper. La ciudad entera estaba preparada contra ataques mágicos, bueno es lógico si piensan que la ciudad ha sido atacada numerosas veces y la última por un dios hambriento de poder, que elevó gran parte de la tierra creando la isla que ahora flota unos cuantos kilómetros mar adentro.
Así que rompió su tornado y apagó sus sentidos agudizados, ahora era una niña normal, en una ciudad enorme. Podía sentir tantas presencias mágicas, que era mejor buscar usando el método antiguo: preguntando, iba a ser de locos, pero bien, había que empezar.
Basta con decir que después de haber preguntado seiscientas veintitrés veces, era hora de rendirse. Se sentó al costado de un monumento con forma de tortuga, que era simplemente conocido como La Tortuga. Puso sus manos sobre la placa conmemorativa, decía: “Un chico tortuga pesa más que diez estrellas”. ¿Qué significaba? Locuras de la ciudad. Seguramente, eso nada más.
-¿Quieres que te lea la suerte? – Dijo el individuo que se sentó a su lado – este es un lugar de descanso para quien necesite paz, no eres de aquí.
-No lo soy y déjame en paz.
-No es necesario enojarte, mi nombre es Grushon y soy un monje. Este monumento se lo hicieron a un amigo, uno que como tú, no sabía encontrar su lugar en el mundo.
-¿Eres mago?
-No, pero soy viejo. Sé de estas cosas, además, he conocido a muchos magos, y sé lo que eres, también sé que estas buscando las respuestas en los lugares equivocados, deja que las cartas te susurren el futuro, yo no diré palabra más.
-Si es la única manera que te quedes callado.
Grushon colocó seis cartas boca abajo, luego las fue descubriendo una a uno:
-La Maga, esa eres tú. Dice que eres una persona solitaria, pero de gran poder. La Rueda del Dolor, me habla de tu familia, del dolor que te han hecho pasar, el maestro del dolor esta escondido detrás de esta carta, averigua quien es el verdadero villano de tu historia. Dos de Dragón, un enemigo más poderoso que tú te acecha, y no es lo que tu crees, una vez más, cuídate de las cosas dobles. El Caballero, este es tu amor, a quien servirás por el resto de tu vida, veo que lo conocerás pronto. Dos de Trébol, veo que no habrá paz en tu camino, eso no es malo del todo, serás una aventurera el resto de tus días. La última, sólo si quieres conocerla.
-Sigue viejo, si no te he destruido hasta ahora es que me has entretenido.
-Jajajaj, destruirme, que juventud esta. Sigamos: El Ángel, este habla del sentido final de tu vida, es hacer justicia mi amiga.
-Eso hago.
-No, justicia de verdad, ya sabes lo que te digo, tu corazón no sabe mentir. Como te dije, mi nombre es Grushon, un día fui joven y absoluto como tú, ahora soy un viejo. Tus amigos, digo, tus enemigos están en la posada de Albertina, en el barrio de los No Muertos, sirven galletas y té después de las cuatro, bueno, espero que antes de pelear disfrutes la arquitectura, es muy bella.
Y así como llegó, se fue, Antipoca intentó rastrear su aura, pero nada, imposible, de manera que simplemente caminó. Por algún extraño motivo el ruido en su cabeza, parecía irse, aún así debía ser agradecida, y devolverle la mano al único ser humano que la había ayudado, Rusticar.

Hum fue directo a su habitación, la emoción podía más que ella, pero necesitaba dormir. El enano Iplac estaba en el cuarto de junto, era el adulto, debía cuidar a los chicos, pero ¿cómo se cuida a un héroe, a una princesa y un elefante parlanchín? Estaba seguro que sus hermanos donde estuviesen estarían mejor.


VI

Opiteus permanecía sentado en silencio en su habitación. Cerró sus ojos y pensó en esos recuerdos colectivos, la grandeza del pueblo Elfo, los viejos reinos de Anghtor y la Puertas de Plata. Naves voladoras que recorrían el espacio profundo, llegando a mundos recónditos, aún más allá del espacio lineal. Entonces otra presencia apareció en su memoria, la de un destructor, un ser poderoso, ¿Rusticar? ¿Sería él? ¿Aquí? Corrió escalera abajo avisando a sus compañeros.
-¡Alguien ha venido por nosotros! – Dijo sacando a Hum de su trance somnoliento.
Iplac tomó el hacha y bajo las escaleras tan rápido como sus cortas y regordetas piernas lo permitían. Cuando llegaron a la puerta, sólo estaba Antipoca frente a ellos, contemplándolos sin usar sus ojos, pero revelando una oscura decisión.
-Fue fácil encontrarlos – dijo sonriendo.
-¿Te mandaron a ti? – Dijo sin creerlo Hum.
-Sí, a mi. Debo llevarlos de vuelta y mis ordenes no dicen vivos.
-Ya veo. No puedes usar magia aquí dentro de la ciudad.
-Puedo usar la suficiente para matar a la princesa.
-Es verdad – dijo Aurora apareciendo atrás de los chicos – ninguno de nosotros puede con ella.
-Yo puedo, o eso intentaré – dijo Opiteus – hagamos un trato…
-Dime niño.
-Opi, u Opiteus, no me digas niño.
-Está bien.
-Bueno, para no involucrar a nadie más en la ciudad, te propongo que vamos a la frontera con el desierto, y si después que descargues todo ti poder en mí sigo vivo, habré triunfado y te retirarás.
-Fácil, te destruiré en diez segundos.
-Bueno, si así debe ser.
Iplac A estaba seguro que era una mala idea, pero era un Enano, le gustaban estas cosas. Aunque pelear contra un hechicera sin saber decir abracadabra siempre es una mala idea. Caminaron directos al muro este, donde se abre el gran desierto del noreste. Ahí habían de pelear.
-¿Seguro que quieres hacer esto Opi? – Dijo Hum susurrando al oído del chico.
-Claro que no, pero ¿tengo otra solución? Alguien debe ganarle, o será imparable, más peligrosa que Rusticar. ¿Me entiendes? Lo hago por ella… lo hago por todos nosotros.
-No entiendo lo que dices chico- dijo Iplac – pero conocí a muchos héroes, y entiendo el tono, tienes mi apoyo y mi hacha.
-Me basta con el apoyo por ahora.
-Como gustes.
Antipoca no entendía del todo lo que sucedía, pero al menos podría cumplir su promesa:
-Deja ver si lo entiendo, debo lanzarte todos mis poderes y si resistes, ganas.
-Todos tus poderes, así es, uno por uno, y yo resistiré.
Opiteus no estaba seguro de lo que hacía, pero había algo en su memoria que le decía que estaba bien, que triunfaría.
-Esto es una locura – dijo Aurora – una barbarie, de hecho, los bárbaros del norte ya dejaron de hacer estas cosas.
Antipoca se concentró, nuestro héroe hizo lo suyo, entonces ella estuvo lista para empezar con sus conjuros:
-Empecemos suave: ¡Tormenta de hielo! – Una tormenta salió de la boca de la chica, cubriendo a su víctima de un manto blanco paralizante.
-¡Estoy bien! – Gritó tiritando Opi.
-Eso fue para empezar, sigamos con el hielo. ¡Misiles de Hielo!
Esta vez los trozos de hielo cortaron la ropa y la mejilla de Opiteus, pero este pudo esquivar la mayoría, con movimientos que él nunca había hecho.
-¡Bola de Fuego!
La bola de fuego fue directo hasta el blanco, pero este tenía otros planes y pudo doblar su espalda y dejar que el poderoso hechizo pasara justo sobre él, quemando sólo parte de su ropa-
-Eres bueno esquivando ataques directo – dijo sorprendida Antipoca – pero nos falta los más interesantes aún. ¡Tornado!
La chica misma se uso como un misil impulsado por aire, golpeando con un gran cabezazo en el estómago a nuestro semielfo, quien casi perdió el sentido, pero mantuvo su postura:
-El viento tiene más que decir – masculló ella antes de lanzar el siguiente conjuro – ¡Dragón del Viento!
El dragón del viento se levantó y comenzó a levantar grandes trombas de aire. Cada una tomó a Opiteus de una extremidad y lo lanzó contra los cielos con furia nunca antes vista. Pero la chica tenía una táctica entre manos, esto no sólo sería una lección, sería una masacre, al menos eso creía ella.
-¡Ramas de lo profundo! – Antes de caer Opi fue tomado por frondosas ramas que como manos lo aplastaron.
Era el momento para rendirse, un poco más y estaría muerto, o al menos hecho una jalea. Cerró los ojos, mientras los vegetales sacudían y aplastaban su humanidad. Entonces pudo sentirlo por primera vez, la magia que la chica usaba era poderosa, pero primitiva. No era como la que se usaba en la Universidad de Bajo Raíz. Era antigua, y elemental, como él mismo. El verde se abría frente a él, ella estaba manipulando la naturaleza para sus fines, pero a la abuela de todas las plantas, no le gustaba. Opiteus había logrado lo que muchos magos y druidas buscan toda su vida, abrir un pasadizo al gran verde. Y entre los caminos que conectan todas las plantas del mundo pudo llegar hasta Antipoca, quien seguía conjurando sin darse cuenta que su víctima ya no estaba ahí.
Frente a ella Opi surgía sano y salvo, bastó un solo golpe para derribarla, la chica esta exhausta por combinar sus poderes en tan poco tiempo.
-Te he derrotado – dijo él parado frente a la bruja.
-Si. Mi vida te pertenece.
-No, en realidad, te pertenece a ti, ese es el punto. Te vencí porque usé la vida que tu manipulabas, estabas equivocada, eso quería demostrar…
-Y ahora me humillas.
-No te humillo. Quiero ser tu amigo, eres mucho más poderosa que todos nosotros, y bueno, no nos sobra la ayuda.
Ella sólo sonrió, algo ¿avergonzada? ¿qué había en este humanoide que le provocaba esta sensación? Lo que estaba claro es que no podía dejarlo ir, la había vencido, era su nuevo maestro.
-Iré con ustedes.
-¡Ah muy bien! – Interrumpió Hum algo molesta – Si ya dejaron de jugar, tenemos que salvar lo que quede de Towa. Y yo ya sé como.

VII

Ikon bebía el trago favorito de los Goblins, leche agria con dos cerezas, lo llamaban, “Espectador”, porque después de un par ya no participabas de este mundo, sólo lo contemplabas desde la distante borrachera. No estaba muy contento por como habían salido las cosas los últimos meses, el desastre de Towa, el no saber nada de sus trabajadores, y eso sólo para enumerar los males labores que le aquejaban, pues un Goblin que se aprecié de tal siempre debe estar algo amargadito. En una servilleta comenzó a dibujar la torre, pero luego se aburrió y arrugó el papel, simplemente tratando de olvidar, como si así desapareciese, deseo que se le ha cumplido de una forma inesperada, ¿no es así?
La vida ya tomaba su curso normal para el constructor, al menos eso creía, porque no podía sacarse la sensación de que alguien lo estaba contemplando. Quizás era por el hecho de que realmente lo estaban mirando y con más detención de lo que resulta mirar a alguien tan abiertamente horrendo. Disculpen en que insista en lo poco agraciado de nuestro amigo, pero incluso para los estándares goblins, tenía mal aspecto, era tal su fealdad que su madre lo mandaba a la escuela portando un pasamontaña, incluso en verano. Tal era el impacto que producía su rostro cuando niño. Que una vez una pandilla de orcos de que quería asaltar su villa se encontró a bocajarro con el chico, huyeron despavoridos creyendo que se trataba de una encarnación de Gallin, el orco de los avernos. Él compensó esa falta de belleza siendo astuto, inteligente y muy diligente, sobre todo eso, sumamente diligente, perfección era su palabra favorita, y cuando los días, los meses y los años pasaron, su fealdad era completamente un cuento del pasado, comparada a su talento como ingeniero, bueno, simplemente era algo que no se podía notar.
El vaso se acababa y el extraño que lo espiaba comenzaba a aproximarse, era una criatura magníficamente construida, Hum, princesa de Towa. La conocía por monedas y retratos, su padre había sido bueno con él cuando hicieron juntos la Torre Ultramarina, un regalo para Fraxia. Esos eran buenos tiempos, tras ella, un conocido enano, Iplac, no sabía reconocer entre los tres hermanos, para él todos los enanos era iguales: barbudos, malgeniados, y muy buenos consumidores de hidromiel.
-Te buscaba Ingeniero – dijo ella con la sonrisa que solía mostrar en los cuadros de palacio.
-Su majestad, su tío me ha despedido.
-Yo te recontrato.
-No se ofenda, pero no quiero hacer más torres, basta de ese negocio.
-No quiero que hagas una torre, más bien todo lo contrario.
Los de Ikon se transformaron de dos pozos vidriosos, construir cosas era emocionante, pero destruirlas, oh, ese era un placer descomunal. Y destruir algo construido con magia, el triunfo de la ciencia.
-Princesa esto no será fácil.
-Nada ha sido sencillo hasta ahora – interrumpió Iplac - ¿estas dentro o qué?
-Esta bien, pero debemos romper el campo que produce el desequilibrio, es decir, necesitamos hacer dos largos viajes.
-¿Qué tan largos?
-¿Han estado en los polos?
Y en ese preciso momento, el silencio gobernó sobre ellos.


VIII

Muchos dragones viven en toda la galaxia, algunos incluso habitan en el mismo espacio, sin usar un planeta como residencia, algunos son feroces, algunos dulces. La mayoría de origen reptíl, aunque una vez conocí un pez dragón que sostenía un mundo, claro que sobre ese pez había un toro, montado sobre el toro un ángel con una roca, sobre la roca, el mundo, verán no era un mundo muy grande; no como este en el que estamos hoy. Y nuestros dragones, si bien no son los únicos dragones, ni siquiera son los más poderosos, son plenos representantes de una vieja casta de autoritarios lagartos, que piensan que las demás criaturas son, uno: comida, dos: comida que sirve para funciones domésticas.
El dragón más viejo, el Gran Maestro, estaba contemplando el reino desde su torre, sus ojos de mineral violeta reflejaban la escasa luz que la tormenta temporal permitía entrar. Estaba meditando sobre dos grandes hechos, uno, ¿por qué diablos se metía en este tipo de planes? Y la segunda: ¿cómo rayos saldrían de esta sin destruir medio continente? No es que destruir fuese contra sus principios o algo así, pero en este caso le parecía una pérdida de energía, y si por algo son conocidos los lagartos, incluso los voladores que exhalan fuego, es por ahorrar energía. De hecho es sabido que un dragón adulto debe dormir al menos dos tercios del día. Con todo esto, piensen ahora la molestia del viejo dragón al saber que sus encargos no eran debidamente atendidos.
El nombre del viejo dragón ya no tenía importancia, estaba escrito en el lenguaje de las Islas Grises, y sólo dos Elfos vivos podrían pronunciarlo, todos le llaman por sus dos nombres predilectos: Gran Maestro o Gran Wyrm. ¿Hermosos no? Uno vive toda una vida y cuando está en el ocaso, lo ponen a luchar contra humanoides y héroes en busca de fama, esto no era vida para él, por otro lado su aprendiz, Shesariar, sí parecía estar más feliz con la situación, podría despellejar a un par de individuos y devorar uno que otro caballero, pero su real ambición era el acumular riquezas para comprar el título de Garra Plateada, un honor que pocos seres draconianos han tenido el placer y la capacidad de obtener. Da la casualidad que dos de sus cinco hermanos ya la habían obtenido, y eran menores que él. Así que este pequeño baile con la humanidad sólo era un paso pequeño para obtener esa preciada distinción. Shesariar era un tipo decidido.
Ambos se reunieron donde ningún humanoide podía oírles, demás está decir que la reunión se realizó en Dragonés, un idioma que los humanos están imposibilitado de hablar, sencillamente porque al pronunciar una palabra de tal idioma, un hombre cortaría todas sus cuerdas vocales.
-Shesariar, amado discípulo, ¿hace cuanto que esperas tus Garras de Plata?
-Treinta años, maestro.
-Bueno tendrás tu oportunidad de tenerlas muy pronto, si es que le pones un alto al progreso del enemigo.
-Hable y yo obedezco.
-Excelente: la bruja que Rusticar envió ha fracasado. No sólo fracasó, sino que es nuestro enemigo, un muy poderosa, pero lo que es más grave, fue derrotada por alguien considerablemente poderoso, lo más alarmante es que al parecer este alguien abrió las puertas de el “verde”. Tenemos un Alto Elfo entre nosotros.
-Eso es un problema. Si es que en realidad es un Alto Elfo, nuestra sola existencia se ve amenazadas.
-Así es, uno de cada millar de Elfos posee un fragmento del Avatar Original. De ese millar, muchos no lo usan, o son druidas pacientes, encerrados en sus templos del bosque. Unos pocos son escogidos para llevar el viento de los dioses consigo, son jueces de mortales e inmortales, no debo decirte más para que entiendas que esto es un revés.
-Lo entiendo. Si este Alto Elfo es tan peligroso, ¿por qué el Auditor no ha mandado a sus asesinos ha ayudarnos?
-Simple, tiene miedo. Además creo que prefiere esperar que se desarrolle y comprobar más tarde si es o no lo que cree. Pero yo sé lo que es, conocí a muchos como él en el pasado, siento su aura. Su nombre es Opiteus, y será el primer Semi Elfo que lleva este cargo.
-¿Tiene sangre humana?
-De eso se trata ser Semi Elfo. Pero, tranquilo, como digo aún sólo es un niño, no conoce realmente su poder, por eso puedes matarlo, y con su muerte asegurar tus “Garras de Plata”. Pronto será sencillo, sólo espera tu momento.
-Gracias maestro, no fallaré.
-Sé que no lo harás, déjame ahora.
Mientras el alumno se alejaba, el maestro sabía que esto sólo era un pequeño truco para ganar tiempo, el mortal que maneje el viento de los dioses no necesita poderes para triunfar, sólo la casualidad y la buena suerte. ¿Qué les parece? El viejo dragón asustado de las probabilidades.
Algo debía hacerse, y pronto. Quizás Shesariar tenía razón y era el momento de actuar como un emperador y no como un caballero, debía usar a los asesinos.

IX

Aurora contemplaba el muelle, no había otros Elipfantos cerca, era un alivio, no tener que explicar lo que haces a otros, ¿por qué te metes en los asuntos de los mortales? ¿por qué los llevas en el lomo, como si fueras un animal? ¿por qué no te compras un lindo condominio en las Islas Grises y te pierdes? Ah, las lindas preguntas de la vida. Pero tenía que dejarlas de lado y conseguir un barco, ella no podía volar de polo a polo, ni siquiera podía pensar en resistir el frío. Pero había alguien que debía ayudar.
Hamlet estaba jugando con su cuchilla favorita, hacia dibujitos sobre una mesa del boliche donde esperaba su llamada a la acción, solía soñar con sus personajes, verán, Hamlet no era su verdadero nombre, fue un apodo que recogió cuando estaba de viaje en un pequeño mundo esfera. Era el personaje en una obra de teatro que jamás pudo olvidar. Se parecían en algunas cosas, sobre todo en aquella vieja decisión: “Ser o no ser”. La mañana se volvía tarde cuando el paquidermo que llama amiga aparece por la única ventana del bar.
-Necesito un barco uno que resista un viaje a ambos polos.
-¿Necesitas?
-Necesitamos, tú irás con nosotros.
-Excelente pues tengo la mejor nave que un rey pueda pedir. ¡La Dama Negra!
-¿Y cómo la obtuviste?
-Pues mi estimada amiga, apuesto mi dinero en que no quieres saberlo.
-Tienes razón.

Para ninguno fue difícil encontrar la nave, era la única adornada por una preciosa dama de ébano, velas rojas, con el símbolo de la armada de las Islas Grises.
-¡Vamos mis camaradas! ¡La aventura nos espera…! – gritaba Hamlet mientras ordenaba a su curiosa tripulación.
-¡Callen al elfo! Odio el mar, es para los peces y los delfines. – Dijo muy serio Iplac.
-Alégrate enano, partiremos a una aventura en el confín del planeta.
-¿Qué no se supone que los Elfos son del bosque? – siguió Iplac mientras ayudaba a cargar víveres – un Elfito marinero, eso es tan natural como un pescado en cabalgando por una llanura. Estamos malditos.
-Vamos Iplac – interrumpió Hum - a mi me parece muy simpático.
-No, a ti te parece muy guapo.
Dijo eso en lo más alto posible, verán los enanos no son muy buenos con la discreción o para entender lo sentimientos de una chiquilla, básicamente porque las mujeres de raza son tan delicadas como un pedazo de roca, y demuestran el mismo amor por la batalla, la bebida y los placeres de la metalurgia, que los hombres, de hecho es muy duro distinguir a un enano de su consorte femenina.
-Esto resistirá el viaje – preguntó Opiteus – no queremos terminar conversando con las sirenas.
-Ahora que hablas de sirenas, es mejor que pensemos nuestro viaje, no queremos ser comidas para esas señoras. – Dijo Hamlet sin perder la sonrisa, pero en realidad estaba consumido por el miedo, pero no temía el llegar a los polos, temía a lo que harían ahí y lo que desatarían.
-Si gustan puedo revisar la embarcación. – Interrumpió el Goblin.
-¡Basta de hablar así de mi barco! - Gritó Hamlet dando un salto hacía el puente.
-Solo decía.
El ingeniero y Aurora terminaron los últimos arreglos. La embarcación miró por última vez el puerto de la ciudad más impresionante en todo el mundo conocido, luego se entregó al mar, y mientras el azul les daba la bienvenida, el mundo tuvo un momento de paz, pero no superó los veintidós minutos, pues en ese preciso momento las fuerzas de Alan arrasaban un pueblo Fraxo por completo, no dejando una madera sobre otra. Hace una semana eran chicos inocentes, ahora los soldados eran veteranos de al menos una batalla importante, la inocencia de una generación se había perdido, para siempre.

Rusticar había comenzado un gran conjuro de clonación, quería tener listos al menos dos cuerpos sustitutos en caso de que sus aliados cambiaran de parecer sobre el negocio que realizaban, cosa que siempre había que contemplar. Shesariar pasó junto al gran salón donde el nuevo monarca practicaba.
-¿Dónde va amo? – Dijo sumiso.
-A corregir tu error – sentenció el dragón que no tenía amor alguno por el humano – la bruja nos ha traicionado y se ha unido a nuestros enemigos.
-¿Qué más da? Ellos están afuera, nosotros dentro.
-¿Qué mas da? ¿Te atreves a hablarme así? Creo que mi maestro se equivoca contigo y debería comerte aquí y ahora.
-No su majestad… quise decir, que somos intocables gracias a su inmenso poder.
-No lo somos, ¿sabías que el chico que rescató a nuestra princesa era un Alto Elfo?
-¿Qué? ¿El mestizo? ¡Imposible! Ni siquiera es un elfo.
-No es necesario, es una cosa de espíritus. Si quieres seguir con vida será mejor que conjures algo bueno para destruirlos, antes de que lo haga yo, si los cazas primero te perdonaré la vida.
En lo que estaba intentando Shesariar era asegurar que el mortal sintiera el miedo suficiente para que cumpliese la misión, no quería ser él el ejecutado, había una gran tradición de ejecutados en su clan, la mayoría por pequeñas faltas como estas. Pero debía estar seguro, así que salió de palacio y cruzó la neblina del tiempo, cuando surgió, estaba en el gran océano, era tiempo de actuar.


X

Pocos barcos tenían la autonomía suficiente como para evitar los puertos de las Islas Grises, la Dama Negra no era una nave común. Había sido construida por los mejores ingenieros y magos Elfos, exclusivamente para ser usado por el capitán de la guardia; claro que el puesto estaba vacío hace tantos años, que Hamlet no tuvo que sacrificar su alma, o pagar una gran suma para tenerla, además había usado ciertos argumentos, que bueno, sólo él sabía como manejar.
No sería un largo viaje siguiendo la línea marcada por las tierras del norte. Debían evitar las tierras de las aventuras, donde los héroes se enfrentan a grandes gigantes, y dragones marinos, verán, los héroes tienen mucho tiempo, y principalmente se dedican a eso, nuestros inexpertos marinos tienen otra misión, salvar a un país que tuvo por ocurrencia desaparecer, y de paso a toda la civilización sobre aquel pequeño, pero poblado, continente.
Opiteus seguía aprendiendo el idioma de su padre, lo que la paciente Aurora enseñaba, pero era Hum quien tenía su cabeza llena de pensamientos cruzados y confusiones.
-¿Qué harás cuando esto termine? – Preguntó el Goblin a la bella princesa.
-Supongo que casarme con un uno de los dos príncipes. Alan y Fraxia tienen herederos muy guapos.
-Supongo que así es. Pero eso no destruiría a la nación que pierda tu mano.
-Así es.
-Oh. No me parece una solución muy buena, después de todo queremos salvar a esta gente.
-¿Qué alternativa tengo?
-Permanecer soltera.
-¡Ni se hable de eso! Si tomo esa opción, seré atacada por uno de los dos lados, seguramente asesinada y reemplazada por un rey de juguete.
-Ya veo, ¿cómo lo hacía tu padre?
-Bueno, él, tenía un trato secreto con cada uno de los reyes, verás le prometió mi mano a ambos.
-Oh. Astuto.
-Así es. – Dijo ella con una amarga sonrisa.
Pero ese sólo era uno de los ruidos que pasaban por la transitada cabeza de nuestra noble y querida princesa. Estaba el asunto de Rusticar, después de todo era su tío y era sabido que los magos no tenía problema alguno con rastrear a los miembros de su familia.

Y ella no podía estar más en lo cierto, en el antiguo calabozo de los alquimistas, donde los científicos del rey buscaban remedios y venenos. El monstruoso, nunca amado y ahora, angustiado Rusticar estaba preparando una receta que aprendió en otros tiempos, cuando ser el villano de la historia tenía mejores resultados, o era más sencillo. Requería dos huevos de araña gigante, lo que no era muy difícil de conseguir. Tres alas de murciélago común, algo que podía comprar en cualquier emporio mágico, pero lo único estaba en lo siguiente, una gota de sangre de dragón azul, ah, un ingrediente tramposo. Afortunadamente las guerra mágicas que dieron como sobrevivientes a sus amos, también destruyeron el imperio de los Dragones Azules, que dominaban el océano del sur. Ahora los supervivientes de la tragedia, era prisioneros de otros dragones, los que vendían su sangre a algunos humanos especialmente amados por los dragones y si bien Rusticar no era amado, era lo más cercano a un seguidor que el par de dragones amatista tenían.
-¡Sí! – Exclamó Rusticar. – Lo tengo, mi querida sobrina estoy por encontrarte. ¡Vuelen mis arañas dragón! ¡Vuelen más allá de las barreras del tiempo y el espacio! Quiero que beban la sangre de mi enemigo.
Una veintena de arañas voladoras surgieron del caldero, mientras Rusticar soltaba una risa demente, había estado practicando mucho para un momento como este, así era, ahora ya era un villano completo, con todo y risa malévola.

Los cielos frente a la Dama Negra eran despejados. Hamlet estaba tranquilo, excepto quizás por un extraño, pero aún insignificante remolino en el cielo. Podía ser muchas cosas, la mitad de las criaturas de este planeta sabía usar algún tipo de magia, no era raro ver a los Teledelfines transportarse de aquí a allá, por estos nódulos dimensionales. Pero esto no era hecho por un simpático mamífero mágico, debía de preocuparse. Movió las velas, era necesario cambiar el rumbo.
-¡Enano! ¿Estas listo para un combate?
-¿Yo? Claro.
-Muy bien, asegúrate que todos los estén. Y guarda a la princesita en su cuarto.
Hum no estaba dispuesta a ser, “La Princesita”. Tomó una larga vara y recordó sus clases de defensa personal. Antipoca estaba entregada a la siesta pero en cuanto despertó sintió la perturbación que producía el hechizo de Rusticar:
-¡Cuidado son arañas dragón! – gritó mientras el enemigo se dejaba ver.
Las arañas no están acostumbradas a volar así que se movían torpemente, chocando entre ellas, y siguiendo trayectorias erráticas. Pero cuando pudieron ordenarse la emprendieron en contra del barco.
-¡Opiteus! ¡Aleja a los bichos de las velas! – Gritó Hamlet golpeando a uno de los bichos con la cacha de su espada.
Opiteus montó sobre Aurora y se elevó para hacerle frente directo a las arañas, quienes estaban muy comprometidas a quemar las velas con las pequeñas llamaradas que soltaban de sus mandíbulas.
-¿Qué hacemos ahora? – Preguntó la Elipfanta – Odio los insectos.
-No son insectos… las arañas son arácnidos.
-Pero estos vuelan.
-Buen punto, aún así no son insectos.
Un bloque de cuarto arañas se lanzó sobre la ya aterrorizada paquidermo, la que lanzó un grito sónico que destruyó las alas de al menos dos de ellas.
-¡Eso es! No saben nadar.
-Brillante.
-¡Antipoca! Necesito paredes de agua alrededor de todo el barco.
Antipoca era una gran hechicera pero estaba encontrando imposible luchar contra objetivos voladores que no hacían ruido al moverse, pero la orden no era difícil de seguir, sólo le parecía algo tonta, terminarían todos mojados. Cuatro bloques de agua se levantaron atrapando a muchos de los híbridos voladores, y al caer los bloques agarraron al resto.
-¡Excelente! – Gritó Hamlet mientras se sacudía uno de la pierna derecha. – Las velas están mojadas.
Hum derribaba a las atrevidas que se le habían acercado sin muchos problemas, en parte porque Iplac ya había dado buena cuenta de ellas, combatir arañas aturdidas era buena terapia.
Eran momentos desesperados para los seres mágicos, entonces una de las últimas arañas se fue a dar en contra de Opi arrojándolo al mar. El golpe debió superar los ciento diez kilómetros por hora, de modo que el chico había perdido completamente su conciencia. Ahora se hundía en las frías aguas, sin más remedio que soñar el último sueño.



XI

Tres columnas de cristal y un viejo santuario azul cristalino se mostraban frente a la dormida conciencia del chico. No era necesario aguantar la respiración, era como estar en la superficie, excepto por los olores, todo parecía más intenso, y no había brisa. El santuario no difería de los que se podían ver en la ciudades grandes, como Towa o Bajo Raíz, pero era más antiguo, de eso estaba seguro.
Bajo las columnas parecía haber una armadura, brillaba con el color de la plata, pero parecía ser de un material vivo y no de algún frío metal. Entonces un extraño ser, que parecía un elfo, de piel verdosa y con agallas en el cuello se paró frente a la armadura.
-Estas son las ropas de guerra del Rey de Calania, será usada en la última gran batalla de todos los reinos, cuando los ángeles y los Djinnes del desierto se encuentren en las islas que ustedes llaman Grises.
-Ya veo, ¿dónde está Calania?
-Es esto que vez. Hogar de los Elfos del mar, no es mucho debo admitir, pero estamos haciendo grandes esfuerzos por atraer más turistas.
-Ya veo. ¿Estoy muerto?
-Puede ser, no tenemos muchos visitantes aquí, esto no es realmente el mar, debes saber, esto es un reino de ensueño. Verás en estos momentos nos estás soñando, de lo cual estoy muy agradecido, porque, como te digo, nadie nos sintoniza últimamente. Debes ser un tipo muy especial…
-Gracias.
-Oh, bueno, ya sabes donde estamos y si gustas, un día puedes volver,
-¿Ya me voy?
-Así es, al parecer no estabas tan muerto, no aún.

Aurora puso su trompa alrededor de la cintura del chico, que comenzaba a tomar un color verdoso. Fue posado sobre la cubierta mientras Antipoca extraía mágicamente el agua de sus pulmones:
-Esta vivo. – Dijo la hechicera – Pero sus ondas mentales están muy lejos.
-¿Qué haremos? - Preguntó Hum sujetando a Iplac.
-Esperar – Sentenció Antipoca.
Lejos de ahí, la conciencia de Opiteus se había movido a otros sitio, esta vez estaba frente a un par de puertas negras, las llamas gritaban del interior, esperando ser liberadas. Un Minotauro custodiaba la entrada, mientras comía lo que parecía ser alguna clase de barra alimenticia.
-Has llegado – dijo placidamente – te esperamos hace cuarto generaciones, ustedes los mortales son muy inconstantes.
-Está bien si usted así lo cree, no tengo mucha experiencia con mortales, menos la tengo con inmortales. Así que le pido perdón.
-Esta bien, no es tú culpa, es que la cosa de las encarnaciones anda lento, verás, los dioses hacen pedidos de alma, algunas veces quedan atascados en algún correo y bueno, ya vez lo que pasa, civilizaciones eternas se han perdido.
-¿Calania?
-Si, como Calania. Pero no es la única.
-Ya veo, ¿estoy en el infierno?
El minotauro comenzó a reír como loco, hasta un par de lágrimas brotaron de sus ojos:
-No hijo, ¿de donde sacaste eso? Estas en la Gran Forja de Guth. Ese soy yo, Guth, el herrero. Hago las armas para los dioses.
-Buen trabajo.
-Si, tengo buenas horas, y un seguro dental.
-Bien.
-Sí, pero entremos en materia. Has sido herido por una Araña Dragón, y te esta ahogando.
-Eso apesta.
-Así es. Pero tus amigos te han salvado, y esa chica Antipoca, ella te extrae el agua de los pulmones, es bueno tener hechiceros amigos.
-Eso mismo creo.
-Verás, la primera visión te mostró el pasado, a través del reino de Calania, la segunda te mostró, bueno a mi, que soy el presente y la tercera te mostrará el futuro. Se supone que nos veremos en unas semanas, en la isla de Tania, donde te entregaré un arma muy poderosa que era de tu abuela y te sentirás contento por ello, así que alégrate tu presente o futuro inmediato está cubierto.
-O sea no me muero.
-No en las próximas semanas.
-Bien.
-Ahora prepárate para lo que viene.

Opiteus, el semielfo, fue tragado por una tromba que parecía de aire, pero sabía que tenía que ser algo más. Fue depositado sobre un terreno baldío, justo a lo que parecía ser el campo de batalla más grande que sus ojos hayan visto. Junto a él un pequeño Khefri robaba las monedas de los bolsillos de aquellos que había caído.
-Hola, supongo que eres el futuro.
-Sí, soy, y seremos grandes amigos en unos días más me conocerás. Mi nombre es Johann, y bienvenido a uno de tus futuros.
-¿Uno de ellos?
-Hay muchos, verás este es un terreno difícil muchas dimensiones, elecciones, esta eso del libre albedrío, todo eso, bueno pero este es uno con grandes e interesantes posibilidades. Ves la batalla, pues hay trescientos hombres en cada lado,¿impresionante? Pues verás se pone más interesante, ves a ese tipo con la armadura de Calania.
El guerrero que el extraño ser señala parecía ser el líder de una de las facciones.
-¿Quiénes son los buenos? - Preguntó el chico.
-¿Los buenos? No lo sé, tampoco hay malos, son personas. Cada uno con un bando, verás, el de la armadura eres tú. Que se alzó con las criaturas de la luz, los viejos dioses, el orden. Viejas fuerzas mágicas caminan a tu lado. ¿Vez a esa chica? – Dijo mostrando a una hechicera que lanzaba bolas de energía contra un ejército de esqueletos vivientes – Ella es Antipoca, siempre ha caminado a tu lado, ella será leal ha ti, combatirá como una fiera hasta que… - una lanza se clava en su espalda, es el rey de la otra facción.
-¡No!
-Tranquilo, esto no ha pasado, y puede nunca pasar. Pero mira quien es el rey de la otra facción, o mejor dicho, la reina – el rey se quitaba el yelmo para contemplar a la caída Antipoca, era Hum, estaba diferente, su cabello más oscuro y un parche sobre un ojo, pero era ella.
-¡Hum!
-Así es, otro rey se ha levantado. Las fuerzas del caos, del cambio, han recogido a los Djinnes del desierto, a los soldados más valerosos, y los druidas más oscuros. Son una facción tan grande como la tuya, mi buen amigo.
-No quiero que esto pase.
-Quizás lo puedas evitar, quizás no, pero lo importante que debo enseñarte, es que debes ser responsable con los cambios que ocurren en tu cuerpo y espíritu. Puedes liderar para la paz, o para la violencia, y temo que el único que puede elegir eres tú.
-Si hay muchos futuros, ¿por qué me mostraste este?
-Ya te dije, es muy probable, además, me gusta mostrarte cosas complicadas.

En ese momento un fuerte golpe sobre su pecho hizo saltar el cuerpo de Opiteus.
-No responde. – Dijo Iplac.
-Espera algo ha cambiado en sus ondas mentales – dijo Antipoca sosteniendo una de sus manos.
Cuando abrió sus ojos pudo ver el rostro de la chica y sonrió, Iplac fue el segundo en ver, Hum estaba más, atrás derramando lágrimas mientras miraba a su rescatador:
-Me alegra estar de vuelta – dijo sonriendo.
Todos se encontraron en el mismo abrazo, pero no podía estar contento, había mucho en que pensar.


XII

Los hielos habían comenzado a aparecer, primero tímidamente, después como un gran manto blanquecino. Estaban en el Polo Norte, fascinante, al menos eso pensaba Hum. Después de todo, había escuchado miles de cuentos sobre el Polo, y los grandes secretos que una vez aquí se habían escondido. Aunque para la terrible desgracia de la princesa, la mayoría de esos cuentos era precisamente eso, cuentos de hadas.
El Polo Norte consistía básicamente en la montaña más alta del planeta, montada en una pequeña isla, rodeada por hielos eternos que conformaban una gran y mortal planicie. La Dama Negra no podía seguía hasta la montaña misma, pero rompió el hielo cinco kilómetros polo adentro.
Hum estaba segura que había visto un par de osos polares, y algunos albatros gigantes, por lo que se escondió en su habitación, era mejor entregarse al placer del chocolate caliente, que atreverse a ser colona de una tierra que ni siquiera era propiamente, tierra.
-Muy bien señor ingeniero, estamos acá, ¿qué hacemos? – Preguntó Hamlet.
Ikon observaba con un compás, emitiendo sólo un ocasional, “mmm”, pero nada más. Hamlet ya estaba empezando a pensar que debía recordar aquella buena costumbre, ya olvidada de: “el único goblin bueno, es el goblin muerto”.
-Debemos superar los dos mil metros de altura mis amigos, debemos escalar la montaña. – Dijo con la más seria expresión. – De lo contrario nuestro esfuerzo será en vano.
-Ya veo. – Dijo Opiteus incorporándose. – Quizás Aurora me pueda llevar lo más alto posible y de ahí seguiré sólo.
-¿¡Estas loco?! – Interrumpió Iplac – Los enanos somos mejores en la montaña. Que Aurora me cargue a mi.
-Esto es el polo, estamos en verano, pero es el polo. Yo puedo ir, además puedo curarlos… o tratar – dijo Antipoca – es mala idea que yo vaya, ¿no?
-Así es – todos.
-Hamlet, ¿no te ofreces? – Preguntó Hum, esperando una buena respuesta de su galán.
-No gracias, hace frío, los Elfos no somos buenos para el frío.
La desilusión de Hum no hizo que Hamlet fuese más feo ante sus ojos, pero sin duda, que habuía perdido algunos puntos de hombría.
Opi llamó a Aurora que había salido a inspeccionar la zona.
-Es realmente aburrido esto. – Dijo ella. – Todo es blanco, zorros blancos, osos blancos, pájaros blancos, ¡hey! ¿qué pasó cono los colores?
-¿Terminaste?
-Si.
-Bien, ¿cuan alto puedes subir con este clima?
-Quizás seiscientos metros.
-Me llevarás a mi y a Iplac hasta donde puedas, luego subiremos solos, esperemos llegar a los dos mil metros.
-Sería un record – sentenció Hamlet sonriendo.
La elipfanta cruzó el ártico con la velocidad del rayo, la nieve se acumulaba en su lomo, a pesar de que el día seguía transparente y radiante. Iplac sonreía, esto sería divertido, Opiteus estaba serio, aún pensando en esa visión que tuvo cuando estuvo a punto de conocer a sus ancestros.
-¡Este clima me recuerda a mi hogar en G’uvan! ¡Ahhuuuuuuu!
G’uvan es un pueblo montañoso al extremo sur del Gran Continente. Aunque Iplac A llevaba mucho tiempo en Towa, los enanos siempre recordaban sus terruños, sobre todo si eran los únicos capaces de vivir en ellos. Habían estado aislados por muchos años, hasta que el “alto” rey de los enanos mandó a sus héroes más notables como embajadores, con el único fin de espiar a sus tres grandes rivales: los Dwargar, conocidos como los Enanos de la Muerte, belicosos seres confundidos con enanos, pero que tienen la mala costumbre de comerse a sus enemigos; los Gigantes, sí, nadie puede ser tan alto y seguir siendo bueno, y los Elfos, bueno estos últimos no eran enemigos, pero eran demasiado bellos para ser normales. Así es como la familia Azor terminó en Towa.
Aurora se posó justo al alcanzar los quinientos sesenta metros de altura. No podía más la nieve en sus extremidades le impedía el seguir volando.
-Lo siento chicos.
-Gracias Aurora. – Dijo Opi acariciando la trompa de su compañero.
-Esto será muy sencillo, ahora entréguenme la antena, que la colocaré en menos de los que canta un Samurgujo de Talandría.
-¿Un qué? – Preguntó Opi.
-Un pájaro, es una costumbre mencionar animales extraños en esta clase de diálogos, así hablamos los personajes secundarios, así como podría citarte tantas otras como: rápido como un Coyote de Tugu o mentiroso como un Bisonte de Tacha.
-¡Ah! Basta. No estamos en una novela.
-¿Subimos?
-Si, por favor.
Los dedos de Opiteus parecían congelarse, no olvidemos tres grandes detalles para considerar en este ascenso, uno, es la primera vez que escalaba, dos, es la primera vez que veía nieve o hielo, y la tercera, pero no menos importante, estaban el polo, con ropas abrigadas, pero de todas formas insuficientes. No había magia que impidiera que hasta sus pensamientos se hiciera cubos de hielo. Debo mencionar que todas estas dificultades, dolores y penurias sólo pasaban para nuestro semielfo. Iplac ya había alcanzado la altura, era como si le hubiesen invitado a un paseo por el parque, si es que los enanos tuviesen parques, claro esta.
La señal disociadora del ingeniero comenzó a transmitir, y desde el barco pudo verse como se expandía en todas direcciones.
Shesariar no estaba lejos de ahí, desde una de las islas voladoras que adornan al gran mar, contemplaba, esperaba. Las cosas tendrían que tomar otro matiz si quería proteger a su maestro, pero era mejor esperar.

Tercera Parte

I

Viajar por los espacios esta lejos de ser como lo imaginan los niños y niñas de toda la galaxia. Suele ser frío y algo aburrido, nosotros, los maestros de la historia, solemos tomar atajos, por ejemplo doblar en un agujero negro, tomar una tortuga espacial, o marchar en las alas de ángel viajero; pero a veces no hay otra opción que simplemente, flotar, esto es tan divertido como ver el paso crecer una tarde de verano, pero sirve para reflexionar, lo que es realmente importante en esta línea de trabajo. No quiero aburrirlos más, así que volvamos con nuestro pergamino, hay mucho más que debo contarles esta tarde, y los dioses del universo jamás me perdonarían si es que ustedes no terminan de escuchar esta lección.
Shesariar voló en dirección suroeste, no quería encontrarse directamente con sus perseguidos, la estructura lógica de la mayoría de los dragones suele decirles, “no te involucres hasta el final”, debe ser por su tendencia a buscar escenas dramáticas, De manera que debía conseguir a alguien que hiciera su trabajo sucio, cosa no tan difíciles, ya que en este mundo si bien sobran los héroes, los villanos no se quedan atrás. Aunque hay veces que es imposible distinguir unos de otros.
Entonces les voy a presentar al Leviatán, un tipo sin duda muy particular, antes que nada, debo decir que es una ballena, del tamaño de una pequeña isla. Su mente, más avanzada que la de muchos seres vivos, siempre está divagando entre la poesía romántica de siglos anteriores, y los modelos de barcos que debe comer, o los que debe ignorar, a su edad no se puede comer cualquier cosa. Y hablando de edad, es justo decir que fue creado junto con el mundo mismo, por lo que los únicos seres capaces de hablar con él son dioses, dragones, o bueno, aquellos extraños seres que simplemente decidieron vivir para siempre. Ruego guardar algo de silencio, pues en estos mismos instantes, se encuentra durmiendo su siesta en lo más profundo de la fosa simplemente conocida como el Gran Abismo. Debo decir, antes de continuar, que los sueños de una ballena son curiosos, con un cerebro tan grande, suelen mandar ondas de choque tremendas, que modifican la realidad, en otro mundo, muchas ballenas tenían la pesadilla de ser cazadas por buques japoneses, y de pronto, ¡zap! El mundo cambió y empezaron a ser cazadas y lo peor, la especie dominante de aquel planeta, era el hombre. Eso pasa, es por ello que Leviatán era cuidadoso con su soñar, no quería cambiar al mundo, otra vez.
Shesariar se sumergió en las frías aguas del abismo, sus ojos adaptados a los fosos oscuros de averno, pudieron adaptarse muy bien, ahora contemplaban el sector más aburrido del océano, sin civilizaciones hundidas o un tesoro maldito, claro tenía un plus, una gran ballena capaz de tragárselo sin problemas. Claro que eso no era realmente atractivo para los vecinos y amigos del sector.
-¡Te convoco Leviatán gran criatura de mitos y leyendas! - Dijo el dragón tratando de sonar como su amo.
-¿Qué… pasas? – Dijo el cetáceo, antes de seguir durmiendo.
-Humm… Dije: ¡Te convoco oh gran Leviatán!
-¿Trajiste sushi?
-¿Qué es sushi?
-Es un alimento mágico a base de alguno peces mágicos, arroz y un toque artistico, solía usarce para invocarme, veo que no sabes muchos de tradiciones.
-Soy nuevo en esto.
-Ya, dime que quieres.
-Te imploro, oh gran ser celeste…
-Basta, dime que quieres.
-Que te devores a mis enemigos.
-¿Sólo eso? ¿Por qué debería?
-Por honrar el viejo tratado, y por uno de ellos es un Alto Elfo, al menos eso creemos. ¿Hace cuanto no comes Alto Elfo?
-Interesante, ¿un Alto Elfo dices? Ah, bueno hace más de dos mil años que no pruebo la carne de uno de ellos, no es que sea mucha. Son un valor escaso, muy pocos son verdaderamente, Altos. Lo haré, dragón, por el tratado y por amor a la buena cocina.

II

Un viajero como yo debe estar dispuesto a ver cosas maravillosas, pero también estar preparado para lo más horripilante. La guerra es un hecho repetido en cada uno de los continentes de este mundo, en cada uno de lo planetas de este sistema solar, y en cada una de las estrellas de la galaxia, más allá me aventuro a decir, que también sucede lo mismo. Algunas son absurdas, como la guerra del queso, que casi destruyó a la civilización de Alilia, hace unos cientos de años, otras se visten de razón, pero siguen siguiendo su patrón ilógico, como la guerra de los sabios, en la que ambos bandos se golpeaban con tomos de filosofía, así como escuchan, teoría tras teoría, eran publicados tomos enormes, que finalmente dejaron a los rivales sin árboles para seguir haciendo libros, y su pueblo se hundió en el gran desierto por culpa de la erosión. Así es la vida mis amigos, los verdaderos héroes son los que ganan las guerras antes que estás pasen, sólo ante ellos, me saco el sombrero.
Alan y Fraxia estaban embarcados en la guerra más grande que el pequeño, y por muchos ignorado, continente de Orlik había visto. ¿La razón? Se culpan mutuamente de la desaparición del neutra y aún más pequeño Towa, un país cuyo único poder, es ser el arbitro de toda contienda, y que ahora yace encerrado en la niebla del tiempo, por causa de un monje desquiciado, llamado alegremente, Rusticar quien comparte este honor con sus hechiceros rojos y sus amos dragones; un grupo interesante debo decir.
Antes de seguir el relato, debo contar algunos pormenores de este conflicto, no menos importantes, como por ejemplo, la terrible incursión de Alan en la batalla que sería llamada de aquí en adelante como “Cuervo Loco”. En ella perdió la vida el último de los legítimos herederos del trono de Fraxia, el Príncipe Alberto Buen Pie, tras la batalla, las fuerzas de Fraxia se replegaron a la capital para elegir a un nuevo soberano, la elección lógica fue escoger a Vultro Serpanto, el sumo sacerdote y gran archiduque de Fraxia. Curiosamente, Vultro estudió teología con un notable hombrecillo llamado Rusticar, en el ahora perdido país de Towa. Ese sería el único detalle si no contásemos que la misma noche del triunfo de Alan, el primer ministro Promotur Al-Quimera, fue asesinado, veneno dijeron unos, infarto dijo el alto y santo sacerdote del dios gato, Palin Urso. Quién sería nombrado primer ministro y alto visir en su lugar; ambos nuevos monarcas usaban bien las artes mágicas, no tanto como un mago de la Universidad de Bajo Raíz o como la joven Antipoca, pero lo suficiente como usar los visores mágicos que su amo les regaló cuando empezó a urdir este plan:
-¿Cómo están mis grandes monarcas? – Dijo Rusticar sonriendo, como si su boca fuese una gran herida llena de dientes en forma de colmillo.
-Bueno supuestamente soy un primer ministro, no un monarca – aclaró Palin.
-¿Puedes mandar a las personas? ¿Confiscar su propiedad? ¿Cambiar sus dioses? ¿Prohibir la ingesta de pizza?
-Si.
-Entonces es lo mismo. No tengo mucho tiempo, nuestros amos dicen que la guerra debe hacerse algo más cruda y violenta, Fraxia debe contraatacar, quizás un asalto contra la capital de Alan, para que no queden en desigualdad.
-Muy de acuerdo – dijeron ambos.
-Mis amigos, piensen claro, y actúen con sabiduría. Esta guerra nos conviene a todos, pronto unificaremos los reinos para los dragones, luego atacaremos otros países, quizás continentes completos, se unirán a nosotros y gobernares un una paz dracónica.
Las figuras desaparecieron en la noche, y Rusticar estaba feliz, sólo algo empañaba su felicidad, Antipoca, su traición quemaba aún en su pecho, como si fuese la esquirla de carbón más ardiente, la pequeña rata habría de pagar, al menos eso creía.

En las calles los pequeños mortales seguían haciendo lo mejor que podían, lo que no era sencillo, pues cualquier protesta o idea expresada era un atentado contra el nuevo orden y podía derivar en una de dos terribles opciones: el calabozo o ser hecho chicharrón por el Gran Maestro. Las semanas pasaban, y por cada una de ellas, llegaba un nuevo dragón, hasta sumar ocho nuevos amos. Todos poderosas criaturas de la generación de Shesariar, ansiosos de obtener la gloria entre sus pares. Aunque este incremento dragoníl angustiaba a Rusticar, al menos podía pretender que se harían cargo de su problema. Claro que uno puede pedir muchas cosas, que jamás ocurrirán, así estaban las cosas en el viejo, pequeño y conmovido continente de Orlik, contaré más luego, pero hay otros lugares donde debemos ir.

III

El ecuador, el punto más calmo de todo el planeta. Dicen que incluso el mar se duerme una siesta en este punto, incluso las gaviotas parecían más lentas, al menos eso pensaba Hum, mientras yacía en una improvisada hamaca, “podría estar todo el resto de esta aventura así”, se dijo a si misma, después de todo, habían ido al polo, y cruzado más de medio mundo, ella era una princesa, y empezaba a sentirse como una marinera de segunda mano. Opiteus se acercó a ella, lucía algo preocupado.
-Tu problema es que no sabes relajarte – dijo ella.
-Pensé que te preocupaba más Towa.
-Así, es, pero no hay mucho que pueda hacer ahora, ¿no es así?
-Es verdad, sabes tuve una visión, sobre ti… En ella matabas a Antipoca, y era mi enemiga.
-Mmm… es verdad que la chica aún me da escalofríos, pero no debes creer todo lo que sueñas. Además, ¿a quién le interesa el futuro? ¿Si estamos para siempre atrapados en el presente? Vamos, sé que ahí dentro de ese cuerpo queda algo de humor.
Él sonrió nervioso, es cierto, dentro de él había mucho de niño aún, aún podía reír y pensar en un vago mañana, pero que iba dando pistas cada vez más desconcertantes.
Iplac y el goblin estaban pescando, mientras Aurora se dedicaba a sueños profundos y antiguos. Hamlet estaba atento en el timón, sabía que estas aguas suelen tener pequeñas, pero fatales trampas, como arrecifes y otros desagradables eventos.
Hum miró de reojo a Opi, muchas conclusiones surgían sobre el chico, ¿quién era realmente? Es decir un rato es alguien congelado en una montaña, y en el otro le patea el trasero a una hechicera, no podía decidir si confiaba en él o no, pero sabía que no había maldad en su sonrisa. Así que puso su mano en el hombro del chico:
-Mira somos una tropa interesante, ¿no crees?
-Así es.
-Muchos darían lo que fuese por tener una aventura como esta.
En es momento la nave pareció ser elevada por una enorme ola, que arrojó a la chica sobre nuestro semielfo. Iplac y el Goblin casi cayeron al agua, mientras Hamlet intentó la mejor maniobra para no dar vuelta el barco.
-¡¿Quién está jugando con el timón!? – Gritó Antipoca mientras salía del baño.
La chica ciega había desarrollado un truco para seguir los planos de la tierra, en el mar esto arrojaba lecturas imprecisa, lo que le producía mareos y ganas de vomitar, excepto por este mismo momento, donde su hechizo arrojaba una visión muy clara:
-¡Es una ballenota!
-¡¿Qué?! – Contestaba Hamlet.
-Dije que es una…
Leviatán aparecía frente a ellos, para que comprendan la impresión, esto es igual a que si un día, estando en un parque o jardín, surgiese justo frente a tus ojos, una cordillera.
-¿Qué es eso? - Preguntó Opiteus, sosteniendo a una desmayada Hum.
-Es un monstruo marino – sugirió Antipoca.
-Gracias, pero ya me había dado cuenta de aquello – intervino Iplac – creo que es tiempo de morir peleando.
-Nadie morirá – Hamlet dejaba el puente y caminaba hacía el gran cetáceo. -¡Hey leviatán! Has aumentado de peso.
-¡Esta loco! – Dijo Antipoca muy bajito.
-¡Hamlet! – Dijo una voz que pareció retumbar en toda la creación – Maldito pirata tramposo… los años no pasan por tu piel.
-Bueno, hago lo posible, una dieta sana, mucho mar, ya sabes lo de siempre.
-Me dijeron que un Alto Elfo viajaba contigo, curioso, tu no eres un Alto Elfo… ni siquiera eres un Elfo promedio.
Aurora, que despertó con la conmoción intentó ponerse de pie para proteger al chico, pero este no lo permitió.
-¿Entonces me buscas a mí? – Preguntó Opiteus saliendo al frente.
-Oh, si eres un Alto Elfo – dijo el sorprendido ser mitológico – curiosa criatura…
-Vamos viejo, ¿quién te pidió que nos emboscaran? – Intervino Hamlet .
-Los dragones Amatista.
-Ya, verás en este caso, ellos son los malos, nosotros los buenos.
-No me importa quien sea que cosa. – Cerró Leviatán.
-¡Soy Opiteus! Devórame a mi y deja a los demás.
-Lo siento hijo, las reglas del contrato me obligan a acatar la orden completa, es decir, comérmelos a todos. Quizás a Hamlet no, me causaría malestar, muy… picante.
-Ah – dijo Hamlet – este es el hijo del Capitán.
-¿Qué? – Preguntaron todos sorprendido, menos Aurora.
-Si. Verán yo pensaba mencionarlo, pero sí, es el hijo del Capitán. Verán, Aurora no sabía con certeza quien eras, de lo contrario le hubiese dado pánico. El Capitán, como le llamamos, era un renegado de las Islas Grises.
-Genial, vengo de criminales – interrumpió Opiteus – cada vez se pone mejor.
-No, jamás hables así de tu padre, el criminal soy yo. Era un renegado, porque un tirano había ocupado el puesto de rey entre los Elfos Grises. No es una cosa muy bella mi amigo, pero cuando ocurrió, tu padre levantó una flota pirata enorme, “La Vos de los Dioses”, así nos decían. Ninguno de nosotros pertenecía la nobleza, tu padre sería el más sorprendido de saber que su hijo es un Alto Elfo. Pero bueno, participamos en grandes campañas, no sólo en mar, también en tierra, la gran guerra de las Puertas de Plata, rompimos el Sitio a Bajo Raíz… muchos para nombrar. En uno de esos conflictos apareció tu madre… y bueno te fabricaron a ti.
-Los humanos no se fabrican.
-Lo que digas, pero naciste. Poco después vino el momento de la batalla final, tu padre, bueno, jugó un papel importante, permitió el regreso del Concilio, y nuestro orden regresó. No fue una simple batalla, suma a la ecuación los dragones, las bestias del abismo, todos mezclado en una mazamorra épica. Y aunque la paz se hizo real , tu padre no llegó a disfrutarla, fue herido por una espada mágica, misma que antes había portado tu bisabuela. El asesino fue el mismo tirano, Lord Garibielli del Vorino, quien fue más tarde desterrado a los reinos externos. Y ahí acabaría todo, la espada fue devuelta a la forja donde descansa aún, eso creo. Pero bueno, no terminó todo como vez, los dragones volvieron, en otro lugar, misma idea, refundar un reino, la gloria eterna, y etc etc… me aburre esa cháchara. Bueno, es una linda historia.
-Olvidaste algo – interrumpió Leviatán – yo estaba del lado de los Elfos, de los buenos.
-Oh, así es, Leviatán es un buen chico, lo que pasa es que los seres inmortales, o al menos los que viven mucho, tienen derecho a hacerle un pedido cada centuria, y debe cumplirlo.
-Pero pienso hacer otra cosa, hay un error en el contrato que me permite una salida – dijo el gigante – es un gusto chico, ¿puedo pedir que entres en mi boca? No te comeré, lo prometo, por tu padre. Pero es imprescindible para el cumplimiento del contrato, de lo contrario debo tragarme su nave.
Opiteus miró a Hum, aún durmiente, entonces contestó:
-No hay problema iré. Pero con la condición que le des un empujón a la nave, aún estamos lejos del polo.
-Me parece justo.
El chico dio el primer paso, luego todo fue silencio.

IV

La Dama Negra se deslizaba por las olas del sur, con la entereza de un delfín. Mientras Aurora caminaba de un lado a otro, furiosa con Hamlet y probablemente con el resto de la compañía. Hum despertaba, y casi volvió a desmayarse al darse cuenta del cambio de paisaje, ya casi era de noche, y a lo lejos se veían las luces de Antera, la ciudad rival de Bajo Raíz, una hermosa joya a lo lejos. Ella había soñado con ver aquella ciudad un día, y ahora tan cerca, no podía, ni siquiera insinuar una detención. El destino se reía de ella, al menos eso creía.
-¿Por qué esas caras de pescado?
-A despertaste dormilona, ¿no ves que falta alguien? – Contestó Antipoca ácidamente.
-Mmm… veo a todos… ¿dónde está el chico?
-Opiteus, tiene nombre.
-Si, él, perdona, que sensible andas.
-Se lo comió el monstruo.
-No me digas que el monstruo era real…
-Así es su majestad, y él se entregó para salvar su real pellejo…
-Oh.
-Gran comentario.
Iplac interrumpió la discusión antes de que se volviera peor:
-Chicas, Opiteus esta vivo, creo que hay un plan detrás de su partida con el monstruo, además la criatura prometió no devorarlo realmente. No sirve de nada el que combatan entre ustedes.
-Está bien – dijo resignada Antipoca – pero que su majestad se digne a mostrar algo de humanidad, para variar.
Y la pelea comenzaba otra vez.

El estómago de un leviatán es algo así como una bóveda enorme, done se podía encontrar prácticamente de todo. Opiteus pudo ver algunos restos de embarcaciones realmente antiguas. Incluso dio con pequeño navío con bandera de Antera. Los tesoros le parecieron interesantes, pero inútiles de momento, pero encontró algo que debía de servirle, una hermosa espada de cristal. Había escuchado de ellas, los guardias reales de Antera las portaban, la puso su cinto, junto con cambiar partes de su atuendo, tomó un par de buenas botas, guantes y un arco, pero no pudo encontrar las flechas por lado alguno, eso creía, hasta que recordó otra cosa sobre los guardias de Antera, no las usaban. Así que estiro la cuerda y una flecha casi transparente se formaba. Se sintió algo mal de tomar cosas que podían ser de algún valiente, se prometió al menos honrarlas, siendo valiente el mismo.
Habían mundos maravillosos en cada rincón, sólo debía abrir mejor sus ojos, aunque por un buen rato lo único que vería serían peces y crustáceos.

V


Lejos de ahí, un dragón planeaba hasta llegar a las costas del polo mismo, no podía llegar más allá, un reptil no toleraría ese frío concentrado, excepto quizás un Gran Dragón Nival, pero ya estaba extintos. Shesariar se posaba esperando a su dudoso socio, quien surgía en ese preciso momento,
La nieve había teñido el paisaje de blanco, pronto se pondría mucho peor, y aún estaban lejos del círculo polar mismo.
-¿Cumpliste tu trato?
-Claro que sí, pero perdoné la vida a los tripulantes, uno de ellos tenía derecho de raza.
-Entiendo, ¿y el Alto Elfo?
-En mi estómago – dijo, al tiempo que dio un salto, tan veloz que el dragón no puedo entender lo que ocurría.
El salto fue tal que todas las mareas alteraron en un par de centímetros su altura, no es mucho para la mayoría, excepto para los pequeños seres de Guli, una isla habitada por seres de un centímetro, una raza muy sensible que ese día casi vio acabada su civilización, ¿qué tiene que ver eso con todo lo anterior? Nada, pero a este narrador le gusta dejar claro que todas las acciones afectan a alguien.
En ese mismo momento la existencia mismas fue penumbra para el draco, que tenía mojadas sus alas y era incapaz de lanzar su llamarada si levantar vuelo. Sus ojos de adaptaron al interior de la ballena, entonces revelaron a Opiteus, armado como un caballero Anteriense,
-Eres sólo un niño, todo este desorden, por un niño – dijo haciendo algo parecido a sonreír.
-¿Niño? Opiteus, u Opi, no niño. Podemos resolver esto sin pelear, ¿no sería mejor?
-Ya veo, eres el Alto Elfo, y ni siquiera un elfo, No eres nada para mí.
-.Es un asunto de semántica, olvida ese asunto de la salida en paz, entonces, solamente estamos los dos, dentro de una ballenota, que tiene como orden dejar al que viva libre. El otro tendrá una honorable tumba.
-¿Me hablas de tumbas? ¿Qué eres? ¿El héroe de la historia?
-No, soy Opiteus, ya te lo dije.
Shesariar sabía todo lo que había que saber sobre los Altos Elfos, usuarios de Alta Magia, la ciencia con que se creo el universo. Sabía que no eran realmente humanoides, sino otra cosa, casi en la misma escala de un dragón. Sabía también que eran guías de cambio, líderes que marcaban épocas, pero jamás reyes, jamás gobernaban u oprimían a otros, débiles, en su concepción. Así que con cada palabra podía ver lo sencillo que sería aniquilarlo.
Shesariar atacó, los dientes desgarraron los andrajos y retazos de armadura que Opiteus estaban usando y dejaron tres marcas en diagonal sobre el pecho del chico, que no dejaba de sangrar. El siguiente movimiento fue con la cola, algo en el cuerpo de Opi conocía cada una de las reacciones del reptil, esta ves no fue tocado.
La línea de vida del dragón estaba conectada con la fuerza ígnea de la tierra, podía verla, incluso entenderla, no debía existir, era una manipulación mágica, no era natural. ¡Por fin lo entendía! Lo que la gente llamaba ser Alto Elfo, era sólo tener los ojos abiertos, a una realidad manipulable, entender que la naturaleza es la única verdad, y lo demás son artilugios, juegos, luces, para hacer la noche de los tiempos menos oscura, la ciencia de la humanidad, la magia de los elfos, la… bueno lo que sea de los enanos, eran lo mismo.
-Se acabo, lo siento mucho – dijo derramando un lágrima.
Un solo golpe con la espada de cristal bastó, no había sido un herida física, había herido el espíritu de la criatura, que ahora se abrazaba con sus antepasados.
-¡Se acabó Leviatán! ¡Llévame a la costa!
-Pero sangras, ¿no quieres ir con tus amigos?
-Los esperaré ahí, gracias. Hazme una promesa.
-Habla, Alto Elfo.
-Si nos volvemos a ver, y creo que así será, sólo llámame Opiteus, me tiene aburrido ese asunto del Alto Elfo.
-Claro.
-Gracias.
Y así como llegó, el gran Leviatán se iba. Algo dolía al interior de Opi, pero no eran las heridas, era otra cosa, algo dentro lamentaba la muerte de Shesariar, pero había mucho que caminar para llegar al Polo, estaba mojado y aunque había encontrado ropa para protegerse, sabía que moriría congelado si seguía avanzando sólo. Debía sentarse a pensar, pero había mucho ruido en su cabeza, quizás dormir sería lo mejor, pero Iplac A le había enseñado que el hielo es una trampa mortal para quien duerme en él.
Antipoca, ella podía escucharlo, era tan fácil hablarle, después de haberla vencido, como si entendiese su mundo oscuro, pensó en ella tan fuerte, que todo los seres con capacidad psíquica de la región pudieron escuchar ese llamado, tanto es así, que dos tribus de pingüinos, una de gusanos invernales, dos gaviotas, una foca tuerta, un león marino ermitaño y una morsa calva llegaron a él, rodeándole compartiendo su pensamiento, durmiendo todos juntos como una familia, generando un calor común. Al mismo tiempo el sol se escondía para desaparecer en el inmenso invierno polar
Cuando la Dama Negra llegó a la costa oriental de la Antártica pudieron ver la extraña escena, la confundida Antipoca debió usar un conjuro de levitación para poder separarlo de las criaturas, las que no despertaron hasta un buen rato, todos compartían la misma opinión: se sentían especialmente bien.

VI

El espacio, curvo, es como una gran tasa, donde los sonidos, se escuchan diez veces amplificados cuando se gritan de la manera correcta, eso es lo que había pasado aquel día, y así fue como el oscuro maestro detrás de las acciones que ya conocemos, pudo sentir un puñal cálido en su espalda. No hablaremos por ahora de ese ser, dejémoslo en las sombras que es donde merece estar por ahora, vamos a otro lugar, uno más conocido, el cuarto de mando de la Gran Torre.
Hace ya muchos años que un dragón no moría, pensó el gran maestro, esto era un escándalo. Los verdugos ejecutan y no deben ser ejecutados. Esto podía estar saliendo de su control, muy malas cosas pasaban cuando se perdía ese control, el caos estaba bien cuando llenaba el corazón de sus enemigos, no el suyo.
Por otro lado, los cuervos de batalla estaban listos, cada uno de ellos viajaría por el continente capturando la oscura esencia de la humanidad en guerra. Cada uno de los hombre y mujeres caídos le daría parte de lo que necesitaban para seguir con el plan:
-¡Cuervos de Batalla! – Gritó Rusticar - ¡Escuchen mi voz! ¡Viajen a Alan! Recojan nuestra recompensa de las ciudades en llamas, vayan a esperar que los heridos dejen este mundo, luego regresen con sus buches llenos de gratificantes dones para nuestros amos.
Rusticar sentía la embriagues del poder, si bien debía responder a los reptiles, sabía bien que ningún mortal se le oponía.
En el cielo la mancha oscura se hacía más grande, mientras luces brillantes, como estrellas, miraban atentas lo que ocurría en Towa.
El Gran Maestro se acercó a su seguidor, estaba confundido y necesitaba aclarar sus ideas.
-Bien hecho Maese Rusticar.
-Gracias Amo. Los cuervos partirán mañana a Fraxia, pronto podremos levantar la cortina del tiempo, y poseeremos completamente todo el continente.
-Impresionante, muy impresionante.
-Shesariar está…
-Si, el joven Shesariar esta muerto, Rusticar, debemos impedir que eso pase otra vez. Cuando lleguen a estas costas, y lo harán, tú matarás al chico, también a la princesa, no habrá más riesgos.
-Puedo sentir que la dama está en una isla cercana al Polo.
-Bien, quizás los vientos del sur los devoren.
Ninguno de los creía que eso podía pasar pero debían decirse mentiras, pues la alternativa era desesperar, algo indigno para hombres (o dragones), como ellos.

VII

El polo sur es una cosa muy distinta al amigable polo norte. Primero que nada, es dos veces más helado, segundo, es un continente, no hay forma de llegar al sur profundo de otra manera que no sea caminando, pero lo tercero puede resultarles más interesante, el polo sur fue la cuna de varias, e interesantes culturas. Varios humanoides vivieron y murieron ahí, se dice que aún puedes ver sus fantasmas en las tardes de verano, pero eso no era todo, había aún habitantes inteligentes, o al menos lo suficientemente listos como para formar una pequeña civilización, me refiero a los Khefris, una raza de insectoides muy antigua. Verán, solían ser esclavos de los ya mencionados humanoides, y terminaron por hacer una mímica de una ciudad, con cada pequeño detalle pensado a niveles sublimes. Por ejemplo, tenían un periódico, llamado “Noticias Calientes” que realmente no tenía más novedades que el descubrimiento de una nueva tonalidad de blanco, o la elección de Miss Pingüino. También poseían bailes, eran muy buenos en eso, coreografías de hasta cien insectos al mismo tiempo, todo alrededor de la música más pop del momento, la que suelen robar de ciudades como Antera, Bajo Raíz, o la desaparecida Towa, usando un tipo de cucaracha que tiene la facultad de reproducir lo que escucha, este curioso bicho era conocido como cucatereo. Como ven, son una raza hermosa, muy sensible, que vive en la meseta más alta del polo, bajo unos pocos metros de altura. Como les decía, son una raza muy amable, pero separaban a las criaturas inteligentes en dos bloques: ellos y nosotros, profundamente xenófobos, quizás a causa de su antigua esclavitud, tienen por costumbre arrojar a los extraños al pozo donde habita su terrorífica reina. Con su adaptabilidad y buen sentido de supervivencia, podían haber conquistado el mundo, más, han encontrado un grave problema entre sus patas. Son profundamente burócratas, no han construido una nave, pues hace seis años están haciendo el papeleo. Incluso los animales de la zona los evitan y ciertamente odian ser sus mascotas, porque hay un papeleo de tres meses sólo para tener un gato, y el tiempo se alarga en un mes según tamaño, todo por amor al precepto más sagrado que tienen: el orden.

La Dama Negra estaba detenida en una pequeña isla conocida como Perla, por lo pequeña y circular de su forma, no querían exponerse aún a las bajas temperaturas del lugar. Hamlet, había cocinado langosta esa tarde, ,se disponían a comer, mientras que Aurora circulaba la zona volando en busca de paz y tranquilidad, la que no sobraba en ese grupo, sobre todo entre las chicas.
-Vamos dejen sus diferencias mis dulces damitas, coman tranquilas, mañana partiremos rumbo a la meseta que Ikon a señalado.
-Si, iré con un equipo bien formado. – Dijo el Goblin abriendo una pata de langosta con los dientes – Iplac por su resistencia al clima, necesitaremos a Opiteus, espero que está vez resistas mejor el frío, y bueno, yo. Los demás, puede esperarnos.
-Yo no esperaré esta vez – dijo Antipoca.
-Y yo menos – intervino Hum – soy una princesa, debo aprender para gobernar.
-Y yo soy una hechicera, además no se verá nada, ¿cuántos de ustedes están acostumbrados a caminar en sombras?
-Ella tiene un punto – dijo Ikon – está bien, Antipoca va, Hum, Aurora y Hamlet custodian el barco.
Si pudiesen estar en la cabeza de la heredera de Towa, descubrirían el significado de la palabra ira. ¡Esto era demasiado descaro! Ninguno de ellos estaría invitado a su coronación, eso era definitivo, bueno quizás Opi si, pero nadie más.
Hamlet sirvió el segundo plato, pez espada, mientras todos reían y levantaban sus copas al aire. Podría durar para siempre, pensó, pero nada lo hace, ni para él, ni para nadie.

La mañana sin sol era extraña, pero Opi despertó, se sentía extraño, las heridas de su pecho estaban curadas, pero las tres marcas seguían ahí. Le pareció justo, había cegado una vida, y eso debía dejarle una marca. Salió a cubierta antes que cualquiera sólo para encontrar a Aurora mirando el horizonte.
-No hemos hablado – dijo ella.
-¿De qué?
-De tu padre, de ser un Alto Elfo, de lo que ocurrió dentro de la ballena, soy tu amiga, nunca te dejaré.
-Tranquila – dijo poniendo una mano sobre el costado de su amiga – hablaremos, tendremos días para eso. Pero estoy bien, eso creo, cada día recupero más memorias, puedo escuchar a los seres vivos, es para volverse loco, todos tienen una opinión de lo que les pasa… hasta las abejas se quejan de su pensión.
-Una vez conocí a un Troll, era un excelente druida. También escuchaba a la tierra, y podía ver los hilos de la vida. Él me dijo una vez que el poder te iría dejando marcas, y veo que ya ha comenzado, quizás Antipoca pueda curarlas.
-No quiero que se borren.
-Entiendo.
Lentamente fueron despertando todos, menos Hamlet que yacía durmiendo en la bodega abrazado a una botella de hidromiel, y soñaba con los días en que marchaba con el uniforme de las Islas Grises.
-Muy bien, un largo viaje empieza con el primer paso – dijo el Goblin.
-Excelente, ahora el Goblin es un pequeño sabio – dijo el enano.
-Silencio ambos, debemos salir pronto – dijo Antipoca – antes de que caiga la siguiente helada.
Hum les vio marcharse, sentía vergüenza de sus celos, pero no por ello se iban, ¿eso la hacía una mala persona?





VIII

La reina Khefri estaba oficialmente aburrida, lo había declarado, el papeleo para su entretención ya se estaba tramitando, la fórmula ochenta, el permiso número trescientos sesenta y dos, más una copia certificada de la pata real. ¿Qué haría para entretenerse una vez que saliera su permiso? Podía patinar en las cavernas que estaban bajo su palacio, podía pedir una tropa de humoristas que hicieran comedia stand up, había mucho en el menú, pero todo lo había probado, verán, la reina tiene tres cerebros, dos corazones y quince estómagos, además de una mandíbulas feroces capaz de triturar el acero mejor forjado, con esa mezcla no era fácil satisfacer sus gustos.
Cuando la cúspide de la desidia y el ocio parecían arrancarle el alma, una imagen proyectada mágicamente (nadie que quiera su vida baja al pozo de la reina), era el jefe de gabinete del ministerio de Esparcimiento y Cultura.
-Mi querida reina, su formulario ha sido aprobado, puede a partir de este momento, entretenerse.
-Ah, excelente, ¿qué sugieres?
-Puede ordenar que se haga una función de teatro, quizás una comedia clásica, o un drama, dicen que esta muy de moda estos días, eso de ver sufrimiento, después puede comerse a los actores, claro esta.
-No gracias, aunque me caería bien el aperitivo, pero no, gracias. Quiero saber que más puedo hacer.
-Quizás le interese esto, hay humanoides cerca de nuestros dominios, y son muy interesantes. Hay un enano, un goblinoide, y dos humanos, uno de ellos es hechicero.
-Hembras o machos.
-Tres machos y una hembra.
-¿Por qué no los devorará?
-Los humanoides no comparten nuestra cultura, o nuestras costumbres reproductoras.
-Es verdad, muy bien, los quiero en mi pozo antes de que expire mi permiso de entretención.
-Si mi señora.
-Los quiero vivos.
-Eso será más complicado.
-¿Me pones dificultades? ¿Quieres que inicie un sumario administrativo?
-No, claro que no.
-Excelente.
La sociedad Khefri está ordenada en un sistema de castas, encabezado por la reina, luego la clase ministerial y senatorial, luego le siguen los guerreros, los obreros, los cuidadores de huevos y por último, la clase más odiada, y más pequeña, la de los artistas. Estos últimos eran usado las veces de actores, pintores, comediantes, escribían los libros para la clase ministerial, o las memorias de la clase senatorial, y una vez que cumplían su misión, eran devorados, expulsados o arrojados a la reina, donde ya sabemos lo que ocurre. Eso era hasta ese día, cuando uno de los artistas más renombrados, un zángano, simplemente conocido como Johann P. Burroughs había decidido que eso debía cambiar, estamos viendo por primera vez un rasgo nunca antes visto en un Khefri, el primer revolucionario. Este artista había escuchado de unos guerreros que se haría caza de humanoides. Así que se adelantó con un propósito, advertirles lo que ocurría, y largarse lo antes posible, buscar un nuevo público para sus talentos.
Las patas de Johann no eran tan rápidas como las de los guerreros o tan fuertes como la de los obreros, pero sin duda sabían como dirigirse firmemente cuando un objetivo estaba puesto en el cerebro de su amo y señor. Al llegar a la costa encontró un rastro interesante, pero en el horizonte había algo aún mejor, un barco de oscura madera y velas rojas como la sangre humanoide, era la Dama Negra, hacía ella partió buscando nuevos aliados.

Hum estaba aún molesta, estas semanas había aprendido mucho, y quería demostrar cuanto había cambiado. Aurora la miraba con paciencia que sólo puede tener aquel que ha vivido muchos y buenos ratos.
-Vamos, todos sabemos que eres muy capaz – dijo la elipfanta.
-Sí, pero debo demostrar que puedo salvar el día, hasta el Goblin a salvado el día y yo no.
El agua entorno a ellos soltó una extrañas burbujas, luego como si de una explosión se tratase, el agua saltó en todas direcciones.
-¡AHHH! – gritaban ambas,
-¿Qué demonios es eso? – Interrogó Hum tratando de buscar orden en su cabeza.
Pero es duro mantener la cordura cuando tienes a un escarabajo parado sobre dos pies, de un metro y medio de altura, haciendo gestos y tratando de hablarte en un dudoso idioma:
-Señoras, no se asusten, ruego que mantengan la calma mientras me presento – dijo el gentil actor – mi nombre es Johann P Burroughs, soy comediante, dramaturgo, escritor y artista plástico… además, el primer revolucionario de mi especie y estoy a su servicio.
-Eres un bicho.
-Observadora dama, soy un Khefri, y sí, somos lo que ustedes llaman un insecto. He venido a advertirles sobre sus amigos, están en grave peligro.
-¿Cómo es eso?
-Pues mi pueblo, salvaje gente si me preguntas a mi, pues tiene un pasatiempo, la cacería, que es básicamente capturar a un humanoide, dárselo a la reina y esta se lo come.
-¿Se lo come?
-Así no más.
-Ugh. ¿Incluso al Goblin?
-Incluso al Goblin.
-Entonces debemos hacer algo.
Este era el minuto que Hum había estado esperando, demostrar que ella era una mujer de acción, capaz de vencer cualquier obstáculo. Así que prontamente vistió las pieles que Hamlet tenía para una emergencia.
-¡Iremos a por ellos! – dijo mirando a Aurora.
-Yo no iré a ningún lado, moriría ahí afuera.
-Iremos Johann y yo, deja que Hamlet pase su borrachera solito. Nosotros debemos ser héroes.
-Muy bien mi dama – intervino el insecto – una revolución necesita héroes.

Lejos de esas valientes palabras, Iplac, Ikon, Opiteus y nuestra única hechicera se encontraron con las viejas paredes de la única ciudad enana que había logrado prosperar en este frío lugar.
-Esta es la ciudad pérdida de G’tlan – dijo Iplac – una larga guerra con los gigantes de hielo agotó sus recursos y su gente emigró, al menos eso cuentan las viejas leyendas. Esas letras dicen un mensaje curioso, “Cuidado con los ins….”
-¿Qué querrá decir? – Preguntó Antipoca.
-¿Instintos? ¿Instigadores?
-¡No! ¡Insectos! – Gritaba Ikon al momento en que se encontraban rodeados de guerreros Khefri.
-Nadie me mencionó insectos – dijo Iplac.
-Malditos enanos orgullosos, fueron expulsados por insectos y no por gigantes, mintieron para cuidar su prestigio.
-Bueno ser vencido por una cucaracha parlante no es un gran honor.
Antipoca levantó una pared de roca, y comenzó una tormenta de fuego para alejar a los agresores, mientras Opi daba uso al arco encontrado en la ballena. Iplac e Ikon combatían como criaturas de leyendas, pero a pesar de ser quizás el mejor equipo en todo el planeta, terminaron colgados por los pies y conducidos a la ciudad. Quizás había jugado en contra de ellos, que eran superados veinte contra uno, o que los Khefri son inmunes a muchos elementos, como el fuego, la nieve o la electricidad. Como fuese, Opi se había negado a cortar sus hilos vitales. No usaría esa técnica si no fuese estrictamente necesario.

Ante los ojos de nuestros compañeros se abría la ciudad Khefri, con sus callejas empinadas y recovecos más dignos de una colmena que una ciudad humana, pero la sola mención de aquella palabra, era un insulto a los muy refinados gustos de este curioso pueblo. Luego sintieron un ligero pinchazo en la espalda, nada más. Cuando Iplac A, de la casa de los Azores, despertó, estaba patas arriba, colgado junto a Ikon, que también comenzaba a despertar.
-Curiosa posición en la que estamos – dijo el enano.
-Sin duda. La cabeza me va a explotar.
-Mmm… sí, debemos cambiar de posición.
Iplac comenzó a balancearse, un truco que aprendió durante su corta estadía en la Guardia Real.
-Soy un enano, estos tipos no saben como amarrar a un enano. – Dijo mientras la cuerda parecía desamarrarse.
-¿Cómo lo haces?
-Sencillo mis pies son casi del mismo grueso que mis piernas, el nudo no sirve para detenerme.
-Oh.
Cuando ya estaba el suelo desató al goblin, que se estrelló contra el suelo, haciendo un ruido seco, como cuando una rana se da contra una pared.
-¿Y los demás?
-Pues no lo sé – dijo Iplac peinando su barba – estamos en un calabozo o algo así que deben habernos puestos en celdas separadas.
Ikon tocó las pardes:
-Esto no es roca, es como un moco, no es un calabozo, estamos en un panal, o algo así.
-¿Moco dijiste?
-Sí.
-Que elegante.
Iplac golpeó una pared con toda su fuerza, y esta cedió sin mucha dificultad. El agujero les mostraba un pasillo semi iluminado que parecía bajar hasta el estómago de la colmena.
-¿Bajamos?
-¿Nos queda otra opción?
-No, era una pregunta de cortesía. – Terminó por decir el enano, que ya estaba comenzando a pensar que salir sería una aventura en sí misma.

En el barco, Hamlet comenzaba a despertarse, tan sólo para encontrar que estaba sólo con Aurora, Hum y lo que parecía ser un delirio, un escarabajo parlante. Parecían estar preparándose para bajar al hielo, el frío y su probable muerte.
-No quiero ser descortés con nuestro invitado – dijo notablemente afectado por un inmenso dolor de cabeza – pero sería bueno que me expliquen que sucede.
-Bueno – contestó Aurora – nuestros amigos han sido capturados por una curiosa civilización de insectos parlantes y muy bien articulados.
-Ya.
-Sí, y vamos a rescatarlos.
-No puedes volar en la nieve.
-¿Y qué quieres que haga?
-Pues, creo que tengo algo que puede funcionar, ahora si fueran tan amable, alguien tráigame un café.

La reina estaba satisfecha, en sus celdas de alimentación había cuatro nuevos humanoides para su deleite. Eso no ocurría muy seguido. Mientras ellos dormían por el veneno de los guerreros, ella se dedicó a examinar las posesiones confiscadas. No había mucho de interés, unas espadas, la de cristal era muy bonita, debía reconocer; aunque nada era sorprendente, bueno excepto el extraño aparato que parecía una antena. Las torpes patas de su majestad no podían darle una verdadera utilidad. Así que ordenó a que les trajeran a los “mágicos”.
Opiteus abrió sus ojos exactamente veinticinco segundos, antes que Antipoca, y por ese mismo lapso de tiempo al envidió por ser ciega. La visión de la reina era, por decirlo de alguna manera, aterradora. Compuesta con lo que parecía ser secciones circulares, como inmensas pelotas unidas a un cuerpo, guiado por una cabeza que si bien era extraordinariamente pequeña para tal animal, tenía dos colmillos como navajas y un tercer canino que parecía apuntar al techo.
-Bienvenidos extranjeros – dijo con voz muy afectuosa y casi familiar – llegan a tiempo para cenar.
-Gracias, pero no tengo hambre…
-¡Gracioso! Yo siempre tengo hambre, no sé lo que no es tener hambre, pero así somos las reinas, me cuidaría la figura si fuese princesa, jajaja, vamos, fue un chiste, puede reír si quieren.
Antipoca intentó acumular algo de energía y lanzar la energía suficiente para hacer una lengua de fuego, pero no podía pensar o sentir mucho, culpa del frío. Pero había algo más, la zona parecía ser completamente preparada para evitar el uso de la magia.
-Ven aquí tengo sus armas, pueden tomarlas, pero les advierto que la resistencia es un estupidez. Muchos héroes lo han intentado, y ustedes no lucen como héroes.
-Yo, sí, un poquito… - interrumpió Antipoca – vamos, no lo niegues.
-Tú pareces una bruja, pero no te preocupes este calabozo es aprueba de magia.
-Muy bien, debe haber un sindicato de hechiceros o algo así para quejarme.
-Parecen tranquilos, a pesar de que serán devorados, me gusta esa actitud.
-No moriremos – dijo Opi – en diez segundos un enano torpe y un goblin depresivo se tropezarán tratando de encontrarnos, y provocarán una pequeña bola de nieve, que tomará fuerza, y romperá la pared que está tras de ti, estarás inconciente un momento, no más de diez minutos, en los cuales escaparemos, de una manera muy original debo decir, entre rizas y una que otra referencia a lo gorda que estas.
-… ¿qué fue eso?
-Un presagio – aclaró Antipoca – de hace unos días habla así, cosas de héroes y elegios, usted sabe como es.

Hamlet había terminado su café, mientras sus chicas lo miraban impaciente.
-Muy bien – dijo adoptando su actitud de maestro de ceremonias – les presentaré lo último en rescate con elipfantos.
Dijo y accionó una palanca que se encontraba junto al timón del barco, un mecanismo se accionó haciendo ruidos extraños de vapor, metal y algo más.
-¡Les presentó a la catapulta! – dijo Hamlet terminando su presentación con una reverencia
-Ya… ¿qué haremos con eso? – preguntó Hum mientras trataba de sacar alguna conjetura.
-Yo creo saber lo que quiere – dijo Aurora escondiéndose tras la princesa – y no me gusta nada de nada.
-Así, princesa sube al lomo de vuestro corcel, yo iré con ustedes esta vez… ¡al rescate!
-Aún no entiendo que haremos – dijo Hum llegando a la desesperación.
-Pues lanzaremos a Aurora, con nosotros encima, contra la colmena.
-Iré con ustedes – dijo Johann P Burroughs – si los tiene la reina no hay mucho que ustedes puedan hacer.
-¿Tú que puedes hacer? – preguntó Hamlet sin aprecio, ni ganas de jugar.
-Al menos puedo, atragantarla cuando me coma.
-Buen punto, sube.
-La idea, mi paquidermo a favorito, es que volemos tan veloz que no te des cuenta y con tu bellas orejitas des la vuelta justo al comienzo de la meseta.
-¿Por qué?
-Sólo hazlo.
Todos se pusieron sobre Aurora quien trataba de no pensar en lo que harían.
-Maldición Hamlet, corta la cuerda, que a mi me dará vértigo.

Iplac, intentaba avanzar entre el hielo y las paredes de la ciudad, mientras Ikon le iba indicando cual podría romper y cual no.
-¡Soy la gran demoledora! – Señaló en el primer gesto de pura alegría enanan que Iplac en todo el día.
-Muy bien demoledora, cuidado o todo el techo se nos vendrá encima, estos insectos son algo delicados para construir.
-Mejor, el problema con tu raza, ingeniero, es que piensan mucho las cosas.
El último golpe del enano hizo que una gran pared de hielo se desmoronara, el problema de esta gran hazaña es que daba razón a dos de los personajes de esta historia: a. Al buen Opiteus cuando dijo “un torpe enano…” y b. Cuando Ikon dijo “…estos insectos son algo delicados…” . En ese hermoso momento, en que los dioses mismos se tuvieron que aguantar una carcajada, que hubiese destruido la galaxia, el piso que separaba los calabozos inferiores de la mazmorra de la reina, desapareció y como un rayo, o un par de pesos muertos, ambos sujetos, procedieron a ser arrastrados por la gravedad.

-10, 9, 8…
-Basta, deja de contar, no me caerán ni goblins ni enanos en la cabeza, ¿qué clase de sentido del humor tienes?
-6, 5, 4, 3, 2…
En ese momento la reina pareció ligeramente sorprendida, aunque por poco tiempo, pues después pareció más bien dormida.
-Curioso, fallé por un segundo.
-Sí – asintió Antipoca – pero estuviste muy bien, ¿cómo supiste?
-Ni idea, mejor ni preguntar.
En enano se incorporaba luciendo una sonrisa de placer máximo, como diciendo: “¡Otra vez!” Mientras que Ikon se incorporó sólo para coger el disruptor.
Piernas cortas y piernas largas, todos corrieron veloces por los pasillos que componán el hogar de la reina, no había salida.
-¿Puedo hacer otro agujerito? – Preguntó con mucha sinceridad Iplac.
-Basta, debemos ir arriba. Debemos poner el disruptor sobre la ciudad. – Gimió el goblin sin otra intención que salir de ahí rápido y cumplir su misión.
-Esta es una zona sin magia – dijo Antipoca – pero fuera de aquí, nada me impide usar mis conjuros. Ustedes no se detengan, yo los alcanzaré. ¡Teletransportación!
-Una chica con recursos – dijo Iplac.
-Sin duda – concluyó Ikon – chico, yo que tu… bueno ya sabes.
Antipoca se materializó fuera de la ciudad, en medio del hielo, la nieve y la noche, pero ya estaba libre para conjurar, pensó en el rostro de Opi, y pudo concretar que el piso sobre nuestro trío de héroes comenzara a flotar.
-¡Levitar! – gritó la chica elevando sus amigos quienes con la cabeza rompían los niveles de calabozo que encerraban a la reina, saliendo expulsados como un tapón de la ciudad/colmena.
En el aire el chico encendía el disruptor y lo clavaba sobre la única superficie que podía sostenerlos.
En ese justo momento un miembro de la familia de los elefantes montado por un elfo, una princesa y un insecto con aspiraciones dramáticas, comenzaban a verse en el horizonte.
-¡Wooooooo! – gritó Hamlet – ¡Los veo! Aurora, la maniobra de rescate y nos vamos.
-…. - Aurora realmente había tratado de hablar, peor resultó imposible por el frío, la rabia y el miedo.
La maniobra no fue lo elegante que Hamlet tenía planeado, pero subió los exploradores, que luego se dirigieron directamente a la Dama Negra. Hum abrasó al chico y le dio un beso justo en la comisura de la boca.
-Gracias Hamlet – dijo Iplac reconociendo el esfuerzo del elfo.
-Realmente no fue mi idea, fue de Opi.
Todos miraron al chico, pero ya era tarde, se había entregado al sueño.


IX

Antipoca estaba en medio del lugar más frío de todo el planeta, dio dos pasos y calló sobre sus rodillas. Las lágrimas inundaron su rostro, no podía creer lo que pasaba, todo había sido tan rápido, en un momento estaba con su tribu, después era la aprendiz de alguna clases de culto, con pésimo gusto en seguidores. Ahora estaba del lado de estos payasos, en unas semanas, poco más de un mes quizás, había cambiado todo el universo, misma que ella estaba ayudando a desbaratar, pues después de todo, la torre era suya, tenía su carga mágica, quizás debía quedarse ahí, esperar el último sueño, quizás estaban todos más seguros sin su presencia cerró sus ojos y se dejó caer.
Dejen que les cuente algo sobre la magia, es más curiosa de lo que uno normalmente puede imaginar, para que sepan cada hechizo que conoces y has arrojado en un vida, esta vivo, cuando una persona, sin la preparación correspondiente, aprende demasiados, estos suelen tomar el control, sobre todo cuando el usuario se encuentra con la voluntad demasiado desgastada, como para comandarlos; esto es peligroso en algunos casos, ya que ha sido la destrucción de muchos principiantes de las artes místicas. Completamente la chica comenzó a generar un escudo de fuego a su alrededor, por un momento las llamas la quemaron luego la hicieron ligera.
Su mente pensaba en una sola cosa, Opiteus, ¿qué era que lo ataba a él? ¿por qué? No le parecía correcto, casi como una traición al orden de las cosas, aún así no podía apagar sus sentimientos.
Alas como las de un fénix aparecían a su lado, pronto se hizo tan brillante, que nadie podría haberla ignorado. La nieve se derretía, era una visión divina.
Hamlet contempló el despliegue de poder de Antipoca, mientras Iplac partía al rescate con una sonrisa en su rostro. No habían pensado jamás en dejarla atrás, aunque para subirla al barco haya habido que esperar el fin de aquel curioso despliegue mágico.

X

Los cuervos estaban sobre Fraxia, recogiendo la esencia más siniestra de los combatientes. Pequeños focos de resistencia se aferraban a la luz, pero el dios de la tiniebla final había triunfado, y ese triunfo habría de ser pagado por muchos años. El Gran Maestro estaba feliz, y su esclavo, Rusticar compartía esa dicha, pronto podría levantar el velo de los tiempos, y abría ganado un continente entero para él y sus amos, pero aunque era dominado por la felicidad, debía salir a tomar aire, ser un ciudadano casi normal por un rato, de manera que fue al que era su café favorito, ordenó un capuchino, un trozo de pastel de queso, luego se quedó en silencio viendo un horizonte que realmente no estaba ahí, millas y millas del gris más absoluto, nada más que el murto invierno del tiempo.
Bebió su café, entonces fue cuando por primera vez lo vio: tenía el pelo muy ordenado hacía atrás, sus antiparras negras se dibujaban sobre su tez blanca, y un sobrio abrigo color musgo que parecía llegar al suelo. Todo esto coronado por un hermoso sombrero negro de ala ancha, ni siquiera habló, sólo sacó un poco de tabaco y se armó un cigarrillo.
-¿Quién es usted? – Preguntó Rusticar.
El recién llegado sólo sonrió.
-Soy Rusticar, el rey.
-Sé quien eres, y no eres rey, sólo eres un sirviente, uno muy bueno debo decir. Así disfruta tu café, goza tu tarta.
-No es tarta, es pastel.
-Lo que sea, te agradezco todo lo que has dado por mi causa, shhh, no digas nada. Sí, soy yo, puedes llamarme, Auditor, después de todo ese es mi trabajo. Lamento la pérdida de un dragón, pero tengo más, algunos muchos más poderosos que el pobre Shesariar. El Gran Maestro, por ejemplo, él se hará cargo de aquí en adelante, tu ciclo se ha acabado.
-Pero amo, yo hice la invocación… y yo conquiste el continente.
-¿Llaman continente a esta isla? Dame Bajo Raíz, dame Antera, dame un continente de verdad y te llamaré conquistador. Orlik, Towa, Alan, Fraxia, muy bien, pero noo me basta. Como dije, estoy agradecido, mi fiel sirviente, pero ahora me has causado un dolor que tendré que solucionar personalmente. Un Alto Elfo, ¿cómo fue que involucraste a un Alto Elfo? No importa, pero quiero que sepas que esto nos saldrá caro a los dos, adiós.
Rusticar se quedaba ahí sentado, ¿era realmente su amo? ¿el viejo amo de la sombra? Si, así era, también era verdad que cada vez se sentía más frío y después de un rato realmente no sintió nada. Este viajero no sabe que es lo que ocurre cuando un alma deja el cuerpo, pero en el caso del viejo usurpador, es fácil de adivinar.
El Gran Maestro también tenía una visita en su cuarto, donde reposaba sobre lo que alguna vez fue el gran tesoro real. Aquel extraño visitante entraba con un paso lento, pero no cansado, como esperando que un plan mucho más grande se concretara.
-Mi amo – dijo el dragón poniéndose en guardia.
-Mi viejo amigo, tu no debes llamarme amo, pero comprendo que necesites hacerlo, los poderes que te comandan son los mismos que corren hoy por mi. Pronto, un enemigo colosal tocará nuestra puerta, querrá expulsar a los ladrones, es decir, a ustedes.
-No lo permitiré, yo mismo destruiré al chico.
-No sólo es él, otros títeres se están moviendo en nuestra contra, nada favorablemente, hemos llegado a una era muy interesante, pues, aunque perdamos este pequeño territorio, de una manera u otra seguiremos habitando en los corazones humanos.
-Entiendo.
-Estas a cargo de esto ahora, no me falles. Y no te preocupes por Rusticar, no molestará más en tus planes, ha volado a la tierra negra.
El dragón quedó en silencio mientras el oscuro visitante se desvanecía en las sombras del cuarto. Una cosa le había quedado claro, no había lugar para derrota.

XI

La Dama Negra por fin volaba sobre las agua en paz, lejos de perseguidores, y extraños adversarios. Opiteus, comprendía que la presencia del Khefri entre sus amigos significaba que debía oír los pasos que daba la profecía y pidió a Hamlet una detención en un pequeño conjunto volcánico simplemente conocido como la Gran Forja, un lugar donde los viejos elfos forjaban armas sagradas, en teoría nadie quedaba en esos islotes, pero Opi no podía dejar de escuchar las voces de su cabeza, y tenía que encontrar un guía que pudiese ver el panorama completo, algo que se hacía más y más urgente conforme la llegada a Towa se hacía inminente. Para los demás esta era una oportunidad para disfrutar bajo un sol tibio, y una playa de arena blanca:
-Espero llegar pronto a una ciudad – dijo Johann – me muero por mostrar mi talento.
-Ya tendrás tu oportunidad – contestó Antipoca – de hecho tendrás muchas oportunidades, la gente querrá saber sobre tu raza, estudiarte. Incluso algunos querrán viviseccionarte, para saber como funciona un insecto inteligente.
-Esa parte no me gustó.
-Así es la fama.
Hum miraba de reojo al insecto, aún no podía creer que habían salvado a esa cosa, pero aún así, no había forma de negar que tenía un extraño encanto, quizás, cuando tuviese un reino nuevamente, lo tendría como una de sus atracciones de la corte.
-¿Qué haremos ahora? – Preguntó Hum al Goblin.
-Pues colocamos un tercer disruptor, esta vez en frente de donde tú país debería estar. Y a partir de entonces, improvisar.
Entonces Hum fue mojada completamente por Hamlet quien estaba jugando con Aurora. Todos despreocupados, excepto por el chico que ahora caminaba directo al centro del volcán.

La antigua entrada a la forja aún se mantenía intacta, al igual que todas sus instalaciones. Aquí se había forjado la espada que mató a su padre, la misma que había portado su bisabuela con orgullo. Hamlet dijo que estaba destruida, él sabía que no.
El minotauro estaba justo al centro de lo que fue la forja de los Maestros del Metal, tal y como estaba escrito en la guía que había encontrado en la puerta.
-Eres Guth, ¿no es así? – Dijo el chico.
-Eso dicen, aunque no muchos, verás los Minotauros somos seres silenciosos, casi ni hablamos, cuando estás al lado de unos sólo escuchas el viento, las hojas, las…
-Entiendo, los minotauros son muy silenciosos.
-Así es. Pero, dejemos los rodeos, eres Opiteus, no contestes, ¿quién más podría tener esos ojos multicolores? Además, creo una vez soñé contigo, curioso, salías tal cual como ahora.
-No fue sueño exactamente.
-Ah, visión, sueño, lo mismo en estos días. Eres el hijo del Capitán, debes haber venido por la espada.
-Así es.
-Bien ya había pasado mucho tiempo que alguien no la pedía, tú Bisabuela había ordenado que cada generación de tu familia la portara, desafortunadamente a tu padre fue llamado “rebelde” por su oposición a la casa real, otro descendiente la tomaba, arguyendo fidelidad al trono, lo que era verdad, pues quería el trono.
-Me sé la historia.
-Excelente, así pues debes saber una cosa de la espada.
-Habla.
-Pues, quien toma la espada no vuelve a ser el mismo. Por ejemplo tu bisabuela solía ser una mujer valiente, y arrojada. Cuando tomó la espada, la letras de la espada se tatuaron en su brazo, escribiendo “leal” , para siempre fue la guardiana del imperio Elfo, la reina del orden y la protección de la casa real. Por otro lado tienes a Lord Garibielli del Vorino, el último portador oficial de la espada, esta escribió “Ausente” , una palabra extraña si se quiere, pero se refería a ausente está toda la luz. Por eso vendió su alma amo de la oscuridad, al Auditor.
-Primera vez que escucho ese nombre en toda esta historia.
-Es historia pasada, quizás nunca vuelvas a oírlo, pero el punto es que si tomas la espada, quizás mañana no seas tú, o peor, seas muy tu.
Opiteus sabía, por primera vez que es lo debía hacer. Al tomar la espada, pasó algo sorprendente, las letras no formaron una palabra, como en el caso de los demás usuarios, formaron un poema, que en letras eflicas quedó tatuado en el brazo, hombro y cuello del chico. “Treinta naves siderales bailan en las estrellas, navegando sobre el gran mar de cristal“. Ninguno de los dos supo que decir.
-No sé si he cambiado – dijo el chico no notando cambio alguno.
-Lo has hecho. Es hora que dejes a este viejo trabajar, cuando encuentres la vieja armadura, traéla conmigo, la repararé y la prepararé para la última batalla.
Ambas espadas colgaban cruzadas de su cinto. ¿Qué quería decir el poema? ¿Qué había cambiado en él? Las respuestas eran elusivos meteoros y nadie parecía dispuesto a entregarlas con facilidad.
XII

El faro de Towa solía ser el orgullo más grande de la ciudad, pero esta ya había perdido casi todo sentido para seguir existiendo. La Dama Negra estaba justo entre dimensiones, gracias a un conjuro de Antipoca, quien cada vez encontraba más fácil deducir los conjuros con sólo mirarlos, pensarlos o incluso soñarlos.
Ikon, Iplac A y Hamlet habían colocado el nuevo disruptor junto a un arpón que sería lanzado en dirección del viejo faro, eso dejaría que la niebla de los tiempos se disipe.
Mientras Hum y Johann habían bajado a tierra unos días antes. Se las habían arreglado para solicitar la presencia de Hol, general de las fuerza de Fraxia y de Abram Al-Hyn, el último marqués de Alan, ambos viejos conocidos de la chica. Que ahora contemplaban la gran nada con sus ejércitos listos para entrar en acción y machacarse entre si. La princesa no podía siquiera entender el plan de Opiteus, pero no parecía haber muchas opciones en el menú.
Aurora portaba al Alto Elfo por sobre lo que debería de ser la torre que comenzó esta historia.
-¿Qué haremos?
-Lo que tú querías desde un principio, mi amiga, comenzaremos una nueva leyenda. ¡Ahora!
El arpón fue disparado, cruzó la nada, el vacío profundo que separaba a Towa de la realidad, luego hubo un silencio. Un segundo, dos segundos, tres segundos pasaron sin que realmente pasara nada, entonces un relámpago mucho, fue seguido por un enorme estruendo. El país perdido aparecía frente a los ojos de los espectadores. En el muelle los sorprendidos súbditos de Hum también fueron iluminados con la presencia del mar abierto, y un sol dispuesto a brillar furiosamente.
Ikon estaba feliz por primera vez en toda la historia, bailaba y hacía pasos del júbilo más completo:
-¡Si, si! ¿Quién es el mejor? ¡Tú… papito, tú! ¿Torres mágicas? Ah… nada para un ingeniero como yo… ¡qué viva yo!
-Ya, silencio – dijo Iplac – ahora viene el momento en que profesionales trabajan.
Los dragones fueron movidos de sus puestos como si fueran palomas agitadas por el gran estruendo. Era hora de dejar la Dama Negra y hacer lo que los viejos bucaneros hacían, invadir a pie.
Las bestias voladoras dieron cuenta de la embarcación, quemándola como en un triste funeral vikingo. Hamlet sintió su corazón hacerse pequeño, pero no había tiempo para lamentarse.
Antipoca comenzó la destrucción de la torre, ladrillo a ladrillo, mientas que tanto las fuerzas, ahora rebeldes de Alan y Fraxia ayudaban a controlar al pequeño ejército de seguidores que Rusticar se había asegurado.
Opi cruzó los cielos como un rayo, tratando de concentrar la atención de algunos dragones.
-¡Vamos! Tenemos que alejarlos de los humanos.
-Hago lo que puedo.
-Haremos aún más que eso.
Hamlet, Iplac e Ikon encontraron la entrada al viejo palacio, pero avanzar no era realmente fácil, la guardia oponía una resistencia fiera. El enano se había transformado en el ser más veloz sobre el planeta, no era sólo por la pelea, debía encontrar a sus hermanos, a su padre. Era el momento de las espadas, las hachas y el valor de unos pocos haciendo la diferencia.
Hum montaba un corcel negro con una habilidad que era desconocida para nosotros, junto a ella seis viejos miembros de la guardia de su padre que habían sido enviados a Fraxia unas semanas antes que esto empezara, debían llegar a palacio y encender la vieja chimenea, cuando de ella brotaba humo blanco, un rey era declarado, era necesario para completar la invasión, derrotar el enemigo en su corazón.
Antipoca fue enfrentada por dos Hechiceros Rojos:
-¿Ustedes de verdad creen que pueden conmigo? – Dijo tan sincera como pudo.
Entonces uno de ellos lanzo una descarga eléctrica que la puso de rodillas, el segundo lanzó un impulso sobre el aire que la estrelló contra la pared de un viejo hotel. Un tercer ataque consistió en un misil ácido que destruyó parte del traje de la hechicera.
-Ahora me toca… - dijo poniéndose de pie – como saben, yo debo mencionar los conjuros, como no puedo verlos… usaré uno sólo…
-Deja de hablar – dijo uno de los hechiceros lanzando un segundo misil ácido.
-¡Bola de Fuego! – contestó la chica.
El fuego consumió al pequeño misil de ácido y luego no quedó mucho de los Hechiceros Rojos, así que no hablaremos más de ellos.
La torre estaba casi en el suelo, pero algo le estaba dando escalofrió a la chica, ¿dónde estaba Rusticar?
El Gran Maestro contemplaba como sus discípulos hacían lo posible por retener la invasión. Las palabras del Auditor le parecían una sentencia segura, si fallaba, su raza sería proscrita del concilio. No podía permitirse eso, y levantó sus alas, arrojándose sobre el ejército de Alan, quienes se abrieron dejando que el dragón quemara sólo el suelo y la ciudad. Una lluvia de flechas contestó la agresión, eran las tropas de Fraxia, defendiendo al que fue su enemigo.

Lejos, en los tronos de las naciones rivales los alumnos de Rusticar intentaban idear un plan de socorro, pero ambos fueron rodeados por su misma guardia pretoriana, la guerra había terminado.
Aún más lejos que esos pequeños reinos, una nave que no era madera, cristal o metal, cuya forma recordaba a la de un calamar, o quizás a aquella exista raza de pulpos ermitaños, que solía vivir entre las lunas de este planeta. La respuesta no la tengo, pero si tengo la seguridad de quien estaba sobre ella. El Auditor, enfrentaba la realidad a través de su ventana, que permitía entrar algo de luz, revelando un fabuloso salón adornado por numerosos tubos de cristal, al interior de ellos flotaban lo que parecían ser humanoides en algún tipo de suspensión:
-Contemplen como nace esta leyenda - dijo quitando las antiparras de sus ojos, revelando dos cuencas vacías, en las que se podía ver el espacio infinito, estrellas, cometas y todos los hijos de la creación – lo lamento por los dragones, en serio, me agradaban; pero todo esto es por una razón, así me dijo alguien. Nosotros esperaremos, como siempre, un momento para volver a intervenir en esta realidad, sólo quisiera poner mis manos sobre el Alto Elfo. ¿Se imaginan que bien compañero de viaje haría para nosotros? Ah, si, soy un soñador mis amigos.
Uno de los humanoides del tuvo comenzó a moverse.
-Tranquilo – dijo en paz – pronto nacerás, y tendrás tu lugar en la historia. Partamos por ahora, quiero ver amanecer en las montañas Yun, dicen que se puede escuchar al sol cuando toca la fría nieve. ¿Crees en eso? Yo tampoco, pero pronto lo sabremos.
Dijo esto, y la nave comenzó su lento planeo en un espacio ignorante de lo que ocurría, y que, como siempre, seguía en paz.

Opiteus descendió sobre el palacio para ayudar a Hum y su guardia, pero su paso fue cortado por el Gran Maestro, el último rey de los dragones Amatista y último defensor de un plan que ya comenzaba a derrumbarse:
-¡Alto! – dijo perdiendo algo de su aliento – No puedes deshacerte de mi tan fácil, soy el Gran Maestro, yo nací cuando tus raza aún vivía en los árboles, antes de que conocieran las estrellas, yo ya las había visitado todas. No me subestimes
-Jamás he pensado hacerlo.
-Has llegado muy lejos. Insolente.
-¿Yo? Deja que te cuente algo, yo era un pastor de elipfantos, y de pronto me empezaron a llenar la cabeza con asuntos de reyes, princesas, Altos Elfos, dragones y monstruos. Luego empiezo a recordar cosas que no he vivido, memorias de una raza que no conozco espantan en mi cabeza. Me dicen que tuve un padre, pero nadie me dice su nombre. ¡¿Y tienes el descaro de decirme que yo elegí esto?!Mi vida no era perfecta, pero era eso, una vida. Ahora ustedes me dicen: “Lo que hiciste” . ¿No es algo sucio? ¿No te parece que tengo derecho a estar enojado?
-¿De que hablas?
-Hablo de que eres un Gran Wyrm, quizás el último de tu raza, se que alguien te dijo que era buena idea participar en este plan para recuperar alguna vieja gloria, pues mala idea, sugiero que nos dejes recuperar algo de orden. No es que me interese eso de la realeza, pero debes dejarme continuar o tendré que extinguirte, no puedes dominar a los humanos, creo que nadie puede, son simplemente son los únicos seres libres en toda la creación.
-Deben ser mis esclavos.
-¿Qué sería si un día los humanos dejan de soñar con dragones?
El anciano no sabía que contestar, pero las flechas en su cuerpo y la ira en su sangre no le dejaban pensar más que en el siguiente curso de acción: “aplasta al elfo” y eso iba a intentar.
Un enorme mordisco rozó el brazo derecho de Opi, quien rodó para esquivar la corrida de golpes de garra que se le venían encima, cerró los ojos y pudo ver los hilos de la vida que sostenían al viejo reptil. Eran gruesos, como árboles plateados, junto a ellos, los demás hilos parecían casi invisibles.
El dragón atacó otra vez, la espada de cristal le sirvió para detener el movimiento, y ganar algo de tiempo:
-Te dije, vete si aprecias tu legado.
-Nunca.
Otro ataque del dragón, Opi giro sobre sus propios pies y dejó pasar el golpe, usando la espada de su bisabuela hizo un pequeño corte a la bestia, que contestó con un golpe con la cola. Esta vez el chico recibía toda la descarga de un furioso dragón. Por un momento, y mientras volaba para estrellarse contra un lejano suelo, estuvo a punto de perder el conocimiento, pero Aurora detuvo su caída, interceptando al chico en el aire y tomando altura.

Hamlet, Iplac A e Ikon lograban dar con la mazmorra donde la familia de los Azores estaba encerrada, pero para encontrar la puerta que los liberaba debían al menos bajar tres niveles más.
-Señores, seré un fuerte opositor a la construcción de calabozos de ahora en adelante – señaló Ikon con su tono de ingeniero.
-Excelente idea – contestaba Hamlet.
Cuado encontraron la puerta, los Iplacs se abrasaron, como cualquier otra familia, después de una horrible separación, lo que sorprendía a Hamlet, pero esa sorpresa se unió al resto de su juicio normal sobre los enanos cuando Iplac padre rompió el abrazo y dijo sin chistar mucho:
-¡Un hacha! ¡Denme un hacha!
Ikon soltó un suspiro, ¿ahora iban a ser cuatro enanos?

El Gran Maestro no alcanzaba la velocidad de Aurora. Era un dragón viejo, después de todo, así que lanzaba cansadas bocanadas de fuego, pero teniendo el mismo éxito que tendría que si lo intentara en el mar. Finalmente Opiteus se detuvo justo afuera de la ciudad y el gran draco hizo lo mismo.
-Se acabó, lo intenté. Es el fin.
-Silencio mortal, y comienza a rezar.
La velocidad a la que ambos seres se cruzaron fue tal que ni siquiera el ojo de un arquero bien entrenado pudo haberlos seguido. Pero Opi tenía razón, había terminado, al menos en lo que respecta al viejo reptil, que pudo sentir como se cortaba el grueso hilo que lo unía a la vida. La espada de su bisabuela hería en dos planos, el cuerpo, y el alma, que si bien era indestructible, para siempre quedaba marcada con la cicatriz, para que ninguna encarnación olvidara los pecados cometidos por la presente.
El chico caía de su montura, había sido suficiente de jugar al caballero, los ojos se le llenaron de lágrimas. Al caer el Gran Maestro, los dragones discípulos que aún podían volar se retiraban rumbo al paso dimensional que antes le había permitido entrar. Los demás caían prisioneros de los enanos, o de los soldados, que comenzaban a agruparse frente a palacio. Un grito de algarabía se sintió en toda la ciudad, y en ese mismo minuto, se pudo ver como un humo blanco comenzaba a salir de palacio.



XIII

Reparar los daños hechos al palacio real y a la ciudad costaría mucho, al igual que reconstruir un país cuya única utilidad era traer la paz al pequeño continente de Orlik, bueno y construir torres, pero eso lo dejarán, al menos por un tiempo. Hum debía tomar decisiones inteligentes esta vez, no podía darse el lujo de actuar como una princesa, debía ser una reina.
Las casas reales de sus vecinos estaban destruidas, especialmente en el caso de Fraxia, que había perdido a todos sus herederos, pero había una salida, una especialmente buena para todos. Hum, o mejor dicho, el padre de Hum, era primo del último rey de Fraxia, por parte de su madre, era la heredera legítima de aquel trono; y si bien es verdad que con Alan tenían buenas relaciones, no existía ningún parentesco, pero la situación de Alan era muy distinta, aún tenían un Marqués, el joven (y ampliamente considerado como apuesto) Abram Al-Hyn. Una boda era necesaria.
Después de dos días de jubilo y fiestas, Hum anunciaba a los pueblos convocados lo que sería la unión más inesperada del presente siglo (que hasta ese instante había sido socialmente muy aburrido). Delegaciones de Antera, Bajo Raíz, las Islas Grises, y prácticamente cada territorio civilizado, ¿qué había cambiado? Pues tres países con poca o ninguna relevancia, se habían transformado en uno sólo cuyo poder debía ser respetado.
En todos los rincones se escuchaba “¡viva la reina!”, “¡muchos años de vida!”, “¡oferta en pescados y mariscos!” y ese tipo de proclamaciones, algunos, como Hamlet e Ikon habían sabido aprovechar las circunstancias que se dieron después del gran combate. El primero había puesto el primer puesto de camisetas que el mundo había visto, con mensajes bordados de “Yo “corazón” la reina” o “Yo “corazón” el rey”, también habían camisetas para los menos monárquicos, como “fui a una coronación y lo único que me dieron fue esta estúpida camiseta”. Ikon por su parte había autopromovido su demolición de la torre, así que había comenzado a publicar un pequeño periódico sobre construcción, y otros tópicos, como por ejemplo la poca ropa que usaba Miss Goblin, la revista simplemente se llama IKON, y sus entrevistados en muy poco tiempo fueron conocidos como: IKONOS.
Los Azores asistieron a la boda presentando un desfile de Elipfantos, Iplac A obtuvo el honor de ser condecorado con el dudoso honore “Archiduque Protector de la Realeza”, que él mismo dice abiertamente detestar, pero si quieren escuchar la verdad, aceptó el cargo para deducir impuestos.
La boda misma fue la primera en ser “Telefantisada”, ¿recuerdan que les hablé de los primos psíquicos de los Elipfantos? Pues ellos vieron, grabaron en su cerebro y transmitieron tanto en Antera como en Bajo Raíz, todo lo que sucedía.
Nadie olvidará que el gran cantó de un singular individuo, Johann P Burroughs, el nuevo vocalista de “La Banda que Parte Rocas” , quien fue desde ese mismo momento, el vocalista más original de Orlik.
Los días siguientes a la boda, vieron como el continente comenzaba a florecer velozmente, rápidamente se hicieron caminos para unir los antiguos vecinos y rivales, también nuevos puertos reemplazaron a los pequeños muelles de pescadores, cosa que alivió a estos últimos, ya que por fin podían cambiar de profesión, entre ustedes y yo, la pesca en esta región, simplemente apesta. Por último se ordenó la prohibición de construir más allá de cierta altura y la construcción de calabozos, ambas ideas del Ingeniero en jefe, Ikon.
Lo realmente importante es que es en este punto donde se acababan Towa, Fraxia y Alan, sólo quedando el imperio de Orlik. Un nombre mucho más digno de leyenda, y es así como Hum se encargó de que los poetas escribieran un libro, el primero de una serie, simplemente llamado “Como se hace una leyenda”, que narra estos y otros acontecimientos, un poco ficcionalisados, pues colocaban como compañero de aventuras de Hum, al nuevo rey, que, como sabemos, sólo estuvo para aparecer en el retrato final, en este libro se omitieron apropósito, Hamlet pidió que se pusiera con su verdadero nombre de pila, Shakespeare, y el nombre de Opiteus fue completamente borrado, las razones las veremos en unas líneas más adelante, pero todos parecieron estar contentos con estos cambios, ya que por cinco años, este sería el libro más vendido de los reinos.

Pero, dejemos las frivolidades de lado, y regresemos a nuestros asuntos, retrocedamos al momento de la boda/coronación. Ya que justo al terminó de la ceremonia, en el exacto momento en que se agotaron todas las camisetas, comenzó el escape de Hamlet, buscado al menos en dos estados, por secuestro naval, habiendo robado una nave experimental conocida simplemente como la Dama Negra, de su huída sólo puedo asegurar que fue muy buena, ya que algunos señalan que se ofreció de marinero en una nave de Gnomos, otras fuentes señalan que se había ido remando a algunas islas solitarias a convivir con los indígenas, pero no mucho más diré de él, pues no me gusta especular.
Antipoca se quedó un momento después de la coronación, sólo para perseguir a cualquier hechicero seguidor de Rusticar que aún quedase en Orlik, no fueron pocos los que encontró. Por su eficiencia, se le ofreció el puesto de policía, pero lo rechazó, diciendo que ese no era su lugar. Por su cabeza se cruzó la idea volver a su tribu, pero no encontró un sentido en ello, de manera que se embarcó en uno de los nuevos mercantes de Orlik, “La Reina Hum” , y llegó a Bajo Raíz dejando atrás su identidad pasada. Cuando puso un pie en la enorme ciudad, un viejecito calvo y vestido con prendas blancas y una escoba, la esperaba.
-Seguramente estoy viejo – dijo Grushon – te he estado esperando dos horas, mi sincronía anda muy mal.
La chica abrazó al monje, quien sonrió y seco sus lágrimas:
-Duele dejar atrás a quien amas – dijo calmadamente él – pero lo importante es que ese amor siempre viva para darle fuerza a tu magia, y que esta fluya desde tu corazón. Vamos, tengo un cuarto para ti en la universidad, otra vez me falló la sincronía, porque pagué ayer tú matricula… jejeje ¿dónde tengo mi cabeza?
Ambos se alejaban a una nueva vida, pero aún me quedan cosas por contar…




XIV

Aurora volaba a ras del mar, mientras lo hacía, comía algo de la cena especial que iban a ofrecer en la boda de nuestra ahora reina Hum. Opiteus guardaba silencio, en su cabeza autopistas de información avanzaban, creando nuevas terminaciones nerviosas, el haber destruido el hilo de la vida del Gran Maestro había cambiado el suyo, ya no tenía un hilo, era una madeja que recién comenzaba a desenredarse, de manera que necesitaba soledad para seguir creciendo. Además el compromiso de Hum le había provocado algo, parecido a rabia, pero no podía identificarlo; estaba claro que era cosa de reyes, nada que a un mestizo semielfo, cuyos ojos cambian de color independientemente y con cada pestañeo, pudiera importarle.
Había pedido ser completamente borrado de los libros que Hum publicaría para crear el espíritu de su nuevo reino, no quería más gente desafiando al “Alto Elfo”, había que crecer aún, había que aprender. Puedo decir con seguridad que la princesa no estaba contenta con la huída de Opiteus, de hecho, había “ordenado” su detención si intentaba dejar la ciudad. Públicamente no había más que podía hacer por retenerlo, pero no sería herida por él otra vez, así que prohibió su regreso del país, so pena de muerte; cosa que no importaba, ya que no pensaba en regresar.
Aurora sentía su corazón igualmente apretado, pero no por ella, había algo adulto en el razonar de Opi, había crecido, sentía que quizás demasiado rápido, pero justo cuando ella comenzaba a entristecerse, el mismo chico rompía con una nueva alegría:
-¡Vuela a ras del agua y a toda velocidad! – Gritó poniéndose de pie – dejando que el agua golpeara su cara – bautizaré a esto como Elipsurf.
Ambos se alejaron riendo del continente de Orlik, hasta llegar a las Islas Grises, más puntualmente a De Tan, una de las islas más pequeñas y alejadas del archipiélago.
Los bosques de las Islas Grises son antiguos, con árboles tan gruesos, que se requier una ronda de seis hombres para abrazarlos, sus habitantes eran igualmente curiosos, la mayoría Elfos, aunque Centauros, Dríadas y Ninfas pertenecían al Concilio del reino también, siendo sumamente respetados, por ser directos interpretes de la naturaleza. Era primera vez que un semielfo pisaba esa tierra, pero a este, los mismo árboles parecían hacerle una reverencia, el verde entendía a quienes eran capaces de verlo y entenderlo.
Debo decir que no hay ciudades en De Tan, sólo grandes bosques y un templo muy antiguo simplemente conocido como “Kaki Gana”, que quiere decir, para los que no hablan elfico, “Templo Viejo” .
El viejo monasterio esta ubicado sobre el árbol sagrado más grande del lugar, en este lugar de paz, está la gran llamarada azul, que es mantenida por tres monjes, uno muy joven, uno de edad madura, y un anciano, los tres saludaron sonriendo al niño:
-Bienvenido – dijeron al mismo tiempo.
-Muy pocos vienen – dijo el más pequeño
-Ciertamente muy pocos como tú – dijo el de edad media.
-Pero llegaste a tu casa – dijo el anciano – aquí yacen otros Altos Elfos, nuestra misión es educarlos, cuidarlos, enseñarles las costumbres, los mundos más allá de este. También les mostramos la oscuridad, les advertimos de aquellos que se mueven en sombras, no somos maestros, ni sabios, pero desde hoy somos tu familia.
-Ustedes mandaron a Aurora. – Dijo Opiteus poniendo las cosas en su lugar. – Contrataron a un viejo pirata, Hamlet, para que la llevará e hiciera negocios con mis jefes. Inteligente.
-Gracias, sí, Hamlet es caro, pero también es de nuestra confianza. El Concilio de las Islas nos ha contado tu aventura – dijo el joven – ¡que emocionante!
-Preocupados parecían, hablaron de presencias enormes, dragones y un viejo dios del mal – dijo el de edad media – nosotros no escuchamos sus problemas… nosotros tenemos nuestros propios motivos, sabemos que el Auditor sigue ahí afuera, y está bien, necesitas un rival para crecer, ¿quiénes seríamos nosotros si todo fuese fácil?
-Así es, no puedes tener todo el control en tus manos, porque es el caos, la casualidad, que nos hace grandes, alegres, también nos hace cometer errores, o caminar por las sendas más tenebrosas, pero ahora cállense todos, vamos a tomar el té, y por favor dejen de hablar así, me duele la cabeza – dijo el viejo.
Esa sugerencia dejó muy feliz a Aurora, que si sus interlocutores seguían así, estaba dispuesta a aplastarlos.
Opi cerró sus ojos, y sintió como el verde rodeaba a Antipoca en la Universidad de Bajo Raíz, al igual como hacía con los Azores, en la vieja granja, el verde cruza océanos, flota en el aire, y viaja más allá de la tierra. Envuelve a Hamlet, que vuela una extraña nave con forma de mariposa, más allá de la vida como la entendemos, pudo sentir a su padre, quizás en algún lado también estaba su madre. No tenía la respuesta a cada pregunta, eso era bueno, al menos por ahora.
Debo terminar el primer libro en este punto, mucho más puedo relatarles, pero dejemos a los jugadores de este ajedrez en sus cajas, pues pronto han de enfrentar otro desafío, la luz se esconde en este mundo, es hora de ver otras mañanas, buenas noches.

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