miércoles, mayo 14, 2008

Cuentos de Bajo Raíz

Gárgola


-------------- -------- Contra la estupidez, hasta los dioses luchan en vano.

------------------------------------Johann Wolfgang Goethe


Amu no era de esas personas que les gustaba quejarse por todo, casi nunca protestaba cuando padre o madre ordenaban ir al río en busca de agua, o recoger el excremento de los animales. Casi todo tenía una razón de ser después de todo, una vez que entendíamos eso, Amu era el ser más feliz de la tierra, capaz de cruzar un océano de incertidumbre, siempre y cuando le explicaran lo que ocurría, lentamente, con todos los detalles necesarios. No es que fuese lento, o torpe, pero la verdad es que estaba seguro de que si algo podía salirle mal, ocurriría. La verdad es que así era, el deleite de su gente, bueno de todos, menos de la madre. Ah, la pobre mujer odiaba tener que escuchar a su hijo derramar esto, y destrozar aquello, los dioses del cielo en su infinita sabiduría mandaron a una de las pruebas más dura en su cosecha de ordalías.
La verdad es que la villa era pequeña, plomiza, con los habitantes justos y necesarios para ser llamada un lugar habitado, uno menos, ¡plaf! Bienvenido desierto. Eso no era una exageración, pero así era la vida en la frontera norte, entre el desierto y las grandes ciudades donde las ciudades, los bikinis pequeños y la falta de una moral firme podían destruir el alma de un cachorro ignorante como Amu, quien de todos los cachorros era el que más soñaba precisamente esos pequeños bikinis, los concursos de belleza, las Valquirias que entraban y salían de la gran ciudad; pero que soñaba, aún por sobre eso, con ser un gran señor, no un caballero de alguna ordensucha, o un sirviente de palacio, él quería ser un gran señor, un amo, un tirano legendario, pero en el fondo magnánimo y cariñoso con su pueblo.
La verdad que el pueblo se murió hace muchos años, cuando el tren comenzó a pasar por Nueva Santorás ha tres kilómetros de aquí. ¿Dónde era aquí? Bueno, a parte de la ya declarada Santorás, a diez noches caminando estaba la enorme ciudad de Bajo Raíz la metrópolis más bella, sucia, grandiosa, decadente y cuanto adjetivo pueda pensar el lector. La verdad es que Tiritia, nuestro pequeño poblado estaba herido de muerte, nuestro héroe era simplemente una muestra de ello.
Era una época del año muy especial, pues los hombres entre doce y veinte años tenían una oportunidad para mostrar su grandeza. El “Torneo del gran Macho” se hacía todos los años en honor a uno de los trescientos sesenta y dos dioses que adornaban el conocido panteón de los Tiritianos. Chicos y hombres de los cuatro puntos cardinales venían, algunos se preparaban todo el año para esta ocasión, claro que no hay mucho que decir sobre la vida de estos individuos, claro está. El resto lo veía como una excelente oportunidad de beber cerveza, corretear chicas y hacer todo lo que sus madres no los dejarían. A los comerciantes les agradaba especialmente esta dichosa y prodiga temporada, desde las mejores cotas de malla, hasta la bebida de moda. Era la única vez en el año en que la capital miraba a los ojos de este gris villorrio.
Los primeros en llegar eran los prepotentes Santoros, convencidos de que ganarían, luego llegaron mozalbetes de los alrededores, campesinos, labriegos, todos buscando diversión y la escasa posibilidad de cambiar su destino.
Nuestro sujeto en cuestión tenía las mismas posibilidades de ganar que aquella que tiene un elefante de aprender a pilotear un bote. No sólo era su notable descuido físico, que hacía de sus piernas el único lugar donde tenía músculos, era su más completa falta de voluntad. Esto no impedía que siguiese soñando su rol de tirano, gran maestro del caos, toda esa labor oscura que un día haría. Emilia era la única chica en todo el pueblo que le agradaba y devolvía el favor, no era realmente hermosa, talentosa o especialmente dotada, es más sino fuese por nuestro Amu y su padre, jamás habría escuchado una voz masculina dirigirse a ella con amor, o amistad. Pero a pesar de todo esto Emilia guardaba un tremendo secreto, uno que se remontaba a la noche misma de su concepción, una noche, su padre se había quedado bebiendo hidromiel con su mejor amigo, en una de las bodegas locales, mientras, en su casa una sombra se deslizaba, era lo que temían muchos maridos, peor que un amante, peor que una visita inesperada del cartero, era la visita de un Incubo, uno de esos hermosos demonios que se divierten a espaldas de padres, novios y maridos. En esa única noche de lujuria conocida por la buena y devota mujer, ella quedó embarazada de la solitaria muchacha que entre sus múltiples rasgos heredados por la madre, y otros pocos aprendidos del “padre”, guardó uno muy interesante de su progenitor, uno que podría cambiar su valor en la escala mágica del lugar. Pero debo decir que la chica no era lo suficientemente atrevida para dar rienda suelta a sus poderes, pero de cuando en vez dejaba entrever sus pretensiones de bruja. Por lo que cuando su amigo confesó su deseo ella reaccionó sorprendida, pero encantada.
-¿Qué puede tener de bueno ser el villano de una historia? – dijo ella con su toque gentil y solicito.
-Pues que ganan. Emilia, los cuentos de hadas mienten el perdedor se queda perdedor y el ganador se lleva a las chicas.
-¿Las chicas?
-Y el dinero, los trofeos y todo lo que importa – hizo una pausa para apartar la conversación de sus deseos más carnales. – deseo poder más que nada, deseo derrotar a los malditos que siempre se ríen de nosotros, deseo, y deseo… quiero ser alguien. ¿Entiendes?
Ella nada dijo, pero entendía. Y cuando la noche caía y el futíl encuentro había concluido, ella volvió a su casa, a la soledad de su habitación. Mientras sus amigas compartían su lecho o sus labios con los guapos extranjeros, Emilia se entregaba a la elaboración de conjuros. Había uno especialmente útil para lo que él quería, era la fuerza de la tierra concebida para un hombre, el riesgo era que este se transformaría para siempre en el verdadero color de su alma. No era fácil, pero cuando ya salía el sol ella no estaba pensando muy bien, algo porque había robado unas botellas de hidromiel del baño de su madre, otro porque sinceramente estaba enamorada del objeto de su hechizo, y lanzó su sortilegio. La energía brotó de sus manos y se deslizó bajo su cama, como antes lo había hecho aquel demonio travieso quince años atrás.
Amu primero no se dio cuenta del cambio, no fue hasta que se rompió su cama y el colchón tocó el suelo. Sus manos ya no eran poseedoras del inocente color de la carne, eran grises parecían ser más las patas de un rinoceronte que sus viejas manos. Se levantó, la casa estaba sola, sus hermanos ya había partido rumbo al torneo. Él debía correr rápido como el rayo si quería llegar ahí antes de que todo termine. Pero fue curioso que los escalones que le permitían llegar a la sala de estar se rompieran bajo su peso. Algo no andaba nada de bien, ¿termitas? Eso probablemente, debía decirle a su madre esta noche durante la cena.
Los jóvenes estaban luchando a golpes en el lodo formado por la llovizna de la madrugada. Muy varoniles se cogían de las manos y con sus cuerpos desnudos se frotaban en el suelo de la improvisaba cancha.
Emilia contemplaba, esperando, quería ver que clase de criatura era su amigo. ¿Llegaría volando? ¿Bajo tierra? ¿Qué clase de gran entrada haría? Pues sus preguntas serían prontamente respondidas y de una excelente manera. Los pasos hicieron saltar a los pilares de la poco sólida choza que cobijaba a dos tercios de los participantes.
Todos los ojos apuntaron al chico, él no entendía que era lo que pasaba y sólo atinó a preguntar:
-¿Llegué tarde?
Los chicos más pequeños salieron despavoridos, los más cobardes, simplemente descargaron sus vejigas en los pantalones, pero sólo unos cuantos le atacaron usando espadas, sillas, y palos. Pronto se los sacó de encima, y no sólo eso, su rabia era tal, al ver que le atacaban tan cobardemente, que simplemente trituró a unos sin mediar mayor esfuerzo, y a otros, bueno a otros hizo cosas que ningún hombre puede hacer a otros sin usar una herramienta.
La criatura avanzaba, el carnaval había terminado, Emilia miraba de lejos los hechos, no era lo que esperaba, ¡le dio alas y llega corriendo! ¡le da invulnerabidad y se asusta de espadas! Este no era el monstruoso ser que había soñado. Pero entonces se dio cuenta, no fue rápido, pero pasó, mientras el pretendiente a bestia machacaba soldados de la guardia, el supervillano no era él… ¡Era ella! Ella era una bruja, con todas sus letras. Notó como disfrutaba la sangre, como odiaba los uniformes y a las chicas rubias. Era una malvada de cuentos de hadas, pero menos fea, al menos eso se decía.
Amu notó después de un rato que estaba rodeado por nuevos guardias. Eso era pelear sucio, y comenzaron a atacarlo, ¿usaban espadas romas? Nada parecía herirle, sólo un cosquilleo. De pronto diez hombres en brillante armadura se le arrojaron encima, y él debió usar sus alas, ¡volaba! ¡magia!
-¡Mira Emilia soy un mago!
Ella se llevó la mano a la cara, de todos los estúpidos que había conocido y amado, este se llevaba el premio. Puso una de sus manos en la cartera, sacó un pequeño saltamontes que lentamente fue cambiando de color, hasta ser de un rojo intenso, ella susurro en el oído una palabra que nadie pudo oír, en ese momento miles de ellos sobrevolaron los cielos de la pequeña ciudad. Devoraban todo, cultivos, carne humana, ya saben lo usual que hace una plaga del infierno.
Hasta los caballeros con armadura caían y Amu seguía así, feliz, jactancioso. Era un hombre de acero. Era ¡un super hombre!
Entonces todo terminó, no más combate, nada. Sólo silencio. Emilia apareció desde las sombras con un espejo en la mano.
-¡Mira! – dijo molesta.
-¡Excelente! – soy una Gárgola.
-En realidad eres un Kapoacinto, un ser capaz de disfrazar su cuerpo en piedra… tienes la fuerza de treinta caballos…
-¡Que bien los dioses me escogieron para ser una gárgola! – dijo sin escuchar.
-… si claro, bueno, nos vamos.
-¿Dónde?
-A Bajo Raíz, dicen que hay un sindicato para nosotros ahí.
-¿Seré un supervillano?
-No, pero saldrás en la foto si un día conquisto al mundo.
-¡Excelente!
Se perdieron en la noche, por esos lados nadie más escuchó de ellos, pero esta historia estaba lejos de terminar, penosamente para ellos.

1 comentario:

3A Hasbun Fernanda dijo...

Hola como has estado?
Siempre me sorprenden tus textos, ojala pudiera escribir asi. Sabes sigo pensando que ya no te acuerdas que hablabas conmigo por msn , o atraves del Blog. Bueno e cuetno estudio Animacion digital en la Uniacc, me estan pasango Guiones multimedia y me cuesta mucho escribir. Por eso admiro mas todavía la forma como escribes.

Ojala estes bien cuidate.
Y espero pases pronto por mi Blog.