jueves, noviembre 02, 2006

Ensayo Literario 1. El escritor y su responasabilidad

Dos naturalezas de escritores
La historia del intelecto humano en su aspecto creador comprende dos naturalezas de escritores. La del escritor-espectador, que va del autor de la Odisea hasta el clasicismo francés; y la del escritor-agonista, que va desde los primeros estoicos hasta Erasmo, Pacal, Nietzsche y Gide. Consideren ustedes que hablo de una actitud humana y no de una actitud espiritual. El escritor-espectador realiza su existencia en su obra; el escritor-agonista realiza su obra mediante el compromiso y el riesgo de su propia existencia. El primero, es el tipo del ensimismado; el segundo es el tipo del intelectual que participa trágicamente en el destino de su tiempo. Nuestro mundo, el invernal, peligroso y grave mundo de hoy reclama urgentemente esta segunda especie de inteligencias, esta índole de naturalezas espirituales, esta participación dramática del hombre-autor en el drama de su tiempo.

Reclama participación del hombre en el conflicto moral de las masas y creación en el fuego de este conflicto; sin permanencia segunda en un estado de soledad, sin raptarse. Pues participar es dar, es amar; participar es intervenir. E intervenir es la función misma del escritor en nuestro tiempo.

Balzac y Dostoievsky fueron los primeros rebeldes de una regla tradicional. Ellos introdujeron en la literatura la representación del hombre situado frente a su circunstancia social. El criterio acerca de la perfectibilidad de la obra cambia con ellos: lo que producen es un bloque artístico imperfecto, pujante y angustiado, el fondo esencial humano vale por su potencia intrínseca en sus obras y no por los viejos principios estéticos que tenían su norma fundamental en la armonía. Introducen la desarmonía fecunda, de naturaleza esencialmente humana, como factor primero de su estética, en la que la teoría fundamental y filosófica del arte es transmutada en una teoría fundamental y filosófica de la vida. De este modo su estética se transforma en una ética, pero en una ética funcionalmente creadora, viviente y no postulativa.

La desarmonía de un universo heterogéneo que comienza a anarquizarse y salir de goznes no la pudieron concebir ellos sino trasladado al arte en su expresión caótica y dislocada. La unidad que adquiría esa vida al ser condensada en una fórmula no podía ser sino una unidad de su propia esencia, es decir, una unidad compleja. Una expresión serena no conviene a un estado de espíritu agitado. A partir pues de Balzac y Dostoievsky, con Proust y Joyce un arte tradicionalmente de síntesis se hace analítico, gorgónico, barroco y exhaustivo. Tal mutación se produce de acuerdo con un cambio profundo acaecido en la faz de las sociedades de Occidente. El escritor-agonista comienza a tener, contenida en su mensaje, una implicación profética. Semejante suerte de hombre creador no ha comprado la verdad por un precio inferior a su sangre.

Ha dado esto, ha dado su sangre, ha participado, se ha dado.

Cierto enciclopedismo, cierta frialdad lúcida, cierta virtuosidad formal, cierto clasicismo tocan hoy a su fin. Son atmósferas ficticias abolidas en una tierra donde el clima ha cambiado y donde lo que antes era proceso lento del hombre hacia sus fines es hoy urgente llamado al espíritu, a la pasión y a la voluntad.

La desaparición del esteta permite el paso de una clase creadora a la que le incumbe una responsabilidad mucho más trascendente. Responsabilidad que no cierra su ciclo en una procuración del deleite, en una mera gestión hedonística, sino que prolonga su alcance en el sentido de aclarar en el hombre los datos de acuerdo con los cuales podrá rectificar la descomposición de la sociedad que lo circunda y en la que está incrustado. Rectificar: es decir, algo que define un doble compromiso de inteligencia y voluntad. Inteligencia analítica y asociadora, voluntad de participación. Armas con las cuales el universo actual necesita intervenirse a sí mismo.

Este intervenir, este abrir un mundo y buscar sus males y extirpar el tumor, es operación del intelecto y reclama por consiguiente en el intelectual facultades peculiarísimas, que trataré de aclarar para nosotros.

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