martes, enero 22, 2008

La Novela que no para.





Eso no es cierto, pues la terminé... pero bueno, recien tamos en el XXV de la primera parte, así que no adelanto nada.



XXV


Hemos recorrido muchas pequeñas historia en pos de una mucho mayor, al menos hasta ahora nos han hecho creer. Lo que trae a las puertas de este narrador, las palabras del ya muchas veces citado en este tomo, Flavius Elevus, “Todo es relativo”, sentencia que creó al escribir su ultima obra, “Axio Mundanis”. Una clasificación de los mundos, según el espacio dimensional que ocupan. Por ejemplo, los mundos esferas, pequeños, cerrados y convencidos que son el único universo existente. Los mundos corredores, desabitados espacios que conectan dimensiones, como por ejemplo los que conectan las librerías en este mundo, de esta forma todos los títulos están listos para ser vendidos cuando son solicitados. Los mundo oníricos que conectan a todos los mundos, pero son extremadamente peligrosos, pues se desintegran rápidamente, y esta este universo, vivo y eternamente creciendo, con mundos que parecen huevos que sueltan vida aquí y allá. Bueno, ¿cómo ayudó esto a probar su teoría de la relatividad? Sencillo en cada universo, cuando encontró un mundo como el suyo, vio que este se llamaba Tierra. Siempre estaba Tierra, incluso en aquellos planetas donde había más agua que tierra firme. Ese era el problema de la ficción, siempre los planetas tenían un nombre exótico, que sorprendía a los viajeros. Pero la verdad es que mente de los seres vivos siempre se afirma a lo que conoce, por eso el único nombre que escuchó, en distintas lenguas, fue Tierra, el centro del universo, el único planeta habitable. Y aunque eso era verdad, era relativo, pues la gente de otros planetas también estaba viva. Las preguntas se multiplicaron por todo el cosmos, hasta que el científico un día simplemente se desvaneció en la neblina de los tiempos. En su memoria la universidad tenía un pabellón, y una fuente donde los pájaros se bañaban, cantando canciones de tremenda alegría.

Los prisioneros fueron llevados con cuidado y mediano respeto ante el tribunal superior para su segundo día de juicio. Antonin había mandado su testamento de regreso a casa, le pareció justo ya que su vida había sido una verdadera estupidez, dejarle todo a su tío para que fuera aún más rico, más grande y más gordo, lo que parecía bien como sarcasmo final. Ninguno de los otros creía que realmente pudiesen ser ejecutados, o como en el caso de Grushon, realmente no le importaba. Una vida bien vivida, siempre es repetida, su padre le había enseñado eso y lo creía ciegamente, como siempre hacía con las palabras de aquellos a quienes amaba. La revista “Que Cosas Pasan” estaba atenta al juicio, y había preparado una transmisión telepática, gracias a los Telefantes que patrocinaban la cadena.
El consejo estaba reunido. El primer ministro se sentó en su enorme silla y abrió el libro de leyes, que había terminado de modificar el día anterior. Miró a los inculpados, luego dejó caer su puño sobre el estrado:
-Caballeros y dama hemos estado atados a este juicio mucho tiempo, creo que es hora de terminarlo.
-Si terminemos la farsa combatamos al enemigo – dijo Adriana.
-Dama, Bajo Raíz no tiene enemigos, y si los tiene son ustedes. Haré que su ejecución sea pública, como un ejemplo contra otros agitadores, perversos, subversivos e irresponsables. Nada amenaza nuestra ciudad, y si lo hiciera, somos invencibles.
-Pido misericordia para mis compañeros, sólo yo he sido culpable de esos delitos.- Dijo Antonin esperan una reacción medianamente lógica del consejo.
Nada se dijo, al menos hasta que la puerta del tribunal se abrió de par en par, dejando entrar a un gigante en armadura completa, o mejor dicho la armadura completa portada por un espectro gigante que simula ser un gigante, o algo así. Llamaradas de cada hombro brillaban como los fuegos de otro mundo, sus ojos también brillaban de esa manera. Todo el tribunal estaba en silencio, excepto la prensa que llenaba al recién llegado de preguntas, se paró frente al primer ministro y levantó su mano:
-Soy QA, y soy el fundador de la Liga de Exploradores, este tribunal sólo tiene autoridad sobre la ciudad, no sobre este mundo. Quiero mostrar a todos lo que ha visto el universo esta última semana.
La entidad conocida como QA, comenzó a transmitir algunos de los episodios de este libro en los canales abiertos por los Telefantes. Cada psicovidente en Bajo Raíz pudo ver lo que ocurría y la clara ceguera del tribunal.
-Suelte a mis compañeros – pidió QA.
-No puedo hacer eso, ya han sido juzgados, estoy atado de manos, no podría ir contra las sagradas reglas…
-Podrá.
La posibilidad de perder su puesto el próximo año asustaba al primer ministro, pero no quería retroceder en su postura.
-Suelte a mis compañeros, por última vez o haré algo que no tendrá vuelta atrás.
-No me amenace en mi tribunal, no soltaré a sus amigos.
-Entonces veremos porque no quiere hacerlo.
Los Telefantes, y sus clientes en todo el mundo conocido pudieron ver por primera vez a un Primer Ministros sustituido por lo que hace en su vida privada, en una ciudad liberal como Bajo Raíz es muy complicado una conducta capaz de merecer ese castigo, lo que haya sido, lo que vieron, horrorizó tanto que no fueron capaces de sintonizar en una semana lo que ocurría en esa corte.

-Dime una cosa – preguntó Antonin a Adriana.

-¿Qué?
-¿Cúal crees que es su verdadero rostro? ¿El conejo o es el caballero de la enorme armadura?
-Como son las cosas probablemente el conejo sea el más correcto
Cuando este juicio terminaba las cosas ya no eran lo que habían sido, necesitaba esta ciudad un nuevo primer ministro, había que plantar una defensa efectiva con los poco más de cien efectivos de la guardia y cuanto ciudadano supiera luchar, conjurar y curar. Era muy tarde para pedir el regreso de las tropas que servían en el exterior. Pero lo que más atormentaba a nuestros cansados y sacudidos héroes era el hecho de que un grupo debía ser mandado a el desierto. ¿Quiénes?

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