Ya saben, KOJ VII

VII

Las doncellas ayudaban a Morganne con su baño, mientras el Alto Maestro ordenaba los libros de la biblioteca. Koj pensaba en las soledades de que conoció con Nuala, piensa en sus palabras, pero lo que más ocupa sus pensamientos son sus sueños. Desde hace dos días que tiene la imagen de Mateo en su cabeza, como si quisiera decirle algo, a esta altura no esta seguro de haberlo conocido alguna vez. Todo es tan confuso.
-Hemos convocado a todos los miembros activos.-Dijo el Alto Maestro. – Vendrán desde las islas, y desde Paris, aunque no quedamos más de quince.
-Más de lo que yo creía.
-Debemos estar juntos, en caso de que el Abismo venga por nosotros.
-Vendrá. Ya verás viejo. – No es que Koj quisiera asustar al hombre, pero tenía la sensación de haber vividos esto, y saber como termina.
Cuando Morganne, o Liliana como prefería ser llamada a esa altura, salía del baño, parecía otra. Una blanca estatua de grandeza antigua, pero no necesariamente pérdida.
Los miembros de la orden llegaban, todos se veían preocupados, incluso los niños. Se sentaron en circulo, como simulando Stonehenge. Los grandes guerreros eran cosa del pasado, a pesar de que estos hombres y mujeres habían tenido el coraje de sobreponerse a las amenazas del oscuro enemigo.
-El Abismo consumió todos los Santuarios de Paris. – Dijo Allette, una hermosa y diminuta mujer que O´Keffe nunca había visto. – No hay más aliados ahí.
-Ya veo. –Dijo Artaud, un miembro de la cofradía de Bélgica. - Debemos estar preparados para un asalto en cualquier momento.
-Deberíamos hacer una alianza con ellos, si queremos sobrevivir. – Replicó Allette con resignación.
Morganne se hundía con estas palabras, su belleza se entristecía, como el sol en la tundra más lejana.
-Tengo hombres muertos en todo el continente. – Dijo McKenzie, líder de la Orden en Escocia. – Quizás una rendición incondicional no sea una mala idea. Después de todo, nuestros grandes guerreros ya han sido olvidados por las nieblas de la memoria. No somos los mejores ejemplos de nuestra especie, debemos aceptar el hecho de que hemos sido consumidos por este nuevo enemigo, tanto físicamente, como en nuestras almas.
-¡Silencio! – Interrumpió Koj con una furia que no se conocía. – No saben nada, están sentados sobre sus traseros cómodos viendo como caen los miembros y sólo se preparan para un asalto… o peor, para negociar con la gran sombra… mi padre y otros miembros del pueblo han dado sus vidas por ustedes. Debemos caer luchando, debemos entregarnos con la espada de Fergus en alto.
Nadie respondió al quejido de Koj, para ellos sólo era un común, el hijo de O´Keffe, que no sabía nada de política o de guerra.
La ceremonia prosiguió sin su presencia. Era tiempo de encontrar respuestas de la boca misma del traidor, pero también era tiempo de ver que tan fuerte se había vuelto, muchas cosas debían de probarse antes de rendirse.
El tiempo de la verdad estaba cerca, pero no podía quitarse la sensación de que todo esto estaba siendo leído en un libro. Su propio diario quizás.