martes, abril 04, 2006

Koj Parte IX

IX

El roce tibio de las manos de Liliana le despertaron, la habitación no era la suya, era de la sacerdotisa. Se maldecía por haber sido humillado, con muy poco valor miraba a la dama.
-Has sido muy valiente.
Él no se dignó siquiera a contestar. No podía hablar, ni siquiera mirarla. Pero el suave beso que se posó sobre sus fríos labios, fue suficiente para desconcertar a los demonios que estaban cavando su angustia.
-Brone ya no es un hombre, y no puedes vencerlo como hombre.- Dijo ella sin apartar la vista de su discípulo. – No debes sentir vergüenza, has hecho más que los antiguos miembros de nuestra Orden, o que los extraños Hijos de la Ceniza haya hecho, enfrentar cara a cara a un Abismal de alto rango.
-¿Qué?
-Brone ha abrazado al Abismo, a la locura. Ya no se rige por las leyes de la naturaleza, pues su poder consiste justamente en romper dichas leyes. Ha sido escogido por la familia Baltazo, para representarlos en la isla, debe limpiar nuestra existencia para quedar bien con sus nuevos amos…
-Tu lo amabas.
-Yo lo amaba, y mi corazón murió para siempre, al menos eso creí hasta el día de hoy. Aunque los designios me hablen de que hemos llegado al fin de los tiempos, me siento feliz.
Yacieron en el silencio de la habitación, mientras en las otras habitaciones, estaban preparándose para una batalla.
A pesar de que había esperado este momento por una eternidad, no podía dejar de pensar en lo que Mateo le había dicho, ¿sería posible que todo esto fuese una ensoñación? ¿Un invento de su mente? O peor aún, esto podía ser un recuerdo, una especie de hipnosis, o alguna manipulación, con objeto de recordar algo.
No tuvo respuestas de las sombras, así que simplemente abrazó a su dama, mientras sentía su piel de alabastro, se dijo que de los recuerdos este debía de ser el mejor de todos. Aunque podía equivocarse.
El sol despuntó alrededor de las seis y quince de la mañana, para entonces él ya estaba sólo en la cama. Se vistió con ropas que jamás había visto, ropas que según la nota dejada por Liliana, habían sido de su padre. Parecía una armadura de combate urbano. Un largo abrigo, lleno de compartimientos, en él reconoció algunas de las herramientas de su progenitor. El brazo estaba mejor, gracias a los poderes de la sacerdotisa, pero no dejaba de dolerle, y no había recuperado todo su movimiento, después de todo había estado roto. Por otro lado, sus costillas estaban casi como nuevas. Era tiempo de bajar y enterarse que le disponía el momento de la verdad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

maestro me siento honrado con tanto koj, sta wenisimo y espero que haya mas koj,,,,,,